La nutrición temprana: imperativo moral y económico
Estudios revelan que mejorar la alimentación de los niños tiene un impacto en su desarrollo cognitivo, que se refleja en beneficios sustanciales de por vida
Tanto los niños como los adultos necesitan una dieta de alta calidad, pero alimentar a los niños hace una gran diferencia para toda su vida. Los primeros mil días de la vida de un menor —desde la concepción hasta los dos años— son vitales para un desarrollo adecuado.
La desnutrición no solo tiene efectos físicos, también lleva a retrasos en el desarrollo de las habilidades cognitivas. Los niños con desnutrición no progresan tan bien en la escuela y esto tiene consecuencias para el resto de sus vidas.
Esta es la razón por la cual las investigaciones para el Centro para el Consenso de Copenhague muestran que gastar dinero para mejorar la nutrición es una inversión fenomenal en el mundo, porque la nutrición temprana, que tiene un bajo costo, puede dar beneficios sustanciales para toda la vida.
Esto quizás sea mejor ilustrado por un estudio a largo plazo hecho en Guatemala. Desde 1969 hasta 1977, los niños en edad preescolar en dos aldeas rurales recibieron una bebida energética con alto contenido proteico con múltiples micronutrientes. En otras dos aldeas cercanas, a los niños se les dio una bebida sin proteína y un tercio de las calorías, pero con cantidades similares de micronutrientes.
Este estudio histórico permitió a los investigadores hacer un seguimiento en 2011 de los dos grupos de niños, ahora adultos, para ver claramente las inmensas diferencias que había causado la nutrición temprana.
Encontraron que los niños bien nutridos eran mucho menos propensos a tener retraso en el desarrollo a los tres años. Permanecieron más tiempo en la escuela y desarrollaron mejores habilidades cognitivas. Como adultos, tenían más probabilidades de estar empleados y tenían menos hijos.
Tal vez lo más importante es que los niños que evitaron el retraso del desarrollo debido a una mejor nutrición en la infancia tienen ahora un asombroso 66 por ciento más de consumo doméstico, una impresionante mejora en la calidad de vida a partir de una intervención simple en la infancia.
A escala mundial, este gasto nutricional tiene mucho sentido. Proporcionar suplementos nutricionales a un niño durante sus primeros dos años a través de una mejora en el equilibrio de la dieta y la desparasitación cuesta aproximadamente 96 dólares. Sin embargo, el riesgo ligeramente menor de retraso en el crecimiento se traduce en un ingreso mayor cada año a lo largo de la vida laboral.
Al medir el ingreso total como si fuera un único pago realizado hoy, muestra un beneficio total de 4 mil 365 dólares. Cada dólar invertido en la nutrición de la primera infancia logrará globalmente alrededor de 45 dólares de beneficio en una amplia gama de países de ingresos bajos y medianos. Eso lo convierte en un uso realmente impresionante del dinero. Además, alimentar bien a los bebés también comienza un círculo virtuoso, con beneficios cada vez mayores para las generaciones sucesivas.
El año pasado, el Centro para el Consenso de Copenhague llevó a cabo un proyecto en profundidad que analizaba las prioridades para Bangladesh, examinando 76 oportunidades de desarrollo. Un panel de expertos de alto nivel, incluyendo un premio Nobel, concluyó que enfocarse en la nutrición debería ser una prioridad nacional.
Bangladesh ha tenido un éxito considerable en la lucha contra el hambre, pero hay más trabajo por hacer. El retraso del desarrollo afecta allí a alrededor de 6 millones de niños menores de cinco años, disminuyendo el desarrollo cognitivo y llevando a peores resultados de salud, desempeño escolar y productividad.
La investigación examinó programas para combatir la malnutrición al suministrar nutrientes y micronutrientes a niños y a embarazadas.
La investigación estimó que si estos suplementos fueran entregados a todos, el retraso del desarrollo bajaría de 36 a 29 por ciento, evitándolo en aproximadamente 450 mil niños.
Un proyecto similar de determinación de prioridades fue concluido a principios de mayo en Haití, utilizando la mejor investigación académica, empleando análisis de costo-beneficio junto con aportes de expertos del sector, contando con amplia participación de las partes interesadas y una importante cobertura de análisis de políticas para evaluar y priorizar las intervenciones más inteligentes.
Basados en una extensa evidencia, el panel de los principales economistas haitianos y un premio Nobel descubrieron que una de las soluciones más inteligentes para Haití, para prosperar, es la adición de hierro y ácido fólico a la harina de trigo durante la molienda.
Gastar 5 millones de dólares para fortificar 95 por ciento de la harina de trigo salvará mil 300 vidas de recién nacidos en 12 años y evitará 869 mil casos de anemia en mujeres, 562 mil casos de anemia en niños de preescolar, así como 927 mil casos de anemia en niños en edad escolar.
Estos son beneficios extraordinariamente altos para una inversión relativamente pequeña. Puesto en términos monetarios, cada dólar gastado generaría beneficios por valor de 24 dólares.
El mundo se enfrenta a muchos desafíos y alimentar a una población en crecimiento de un modo adecuado es uno de ellos. La buena noticia es que la proporción de personas que sufren hambre crónica entre 1990 y 2015 bajó de 23.3 a 12.9 por ciento. La mala es que todavía quedan casi 800 millones de personas que se van a dormir con hambre cada noche.
Alimentar adecuadamente a la gente —y comenzar temprano— no es solo un imperativo moral; también tiene mucho sentido desde el punto de vista económico. m