Milenio

La pesadilla ha vuelto con sobrecoged­ora puntualida­d

- MUERTE, SOLIDARIDA­D, MIEDO: EL 85 VERSIÓN 2.0

Varillas retorcidas, concreto roto, montículos de escombros, polvaredas, fugas de gas, incendios, vidrios rotos. El eco de la doble alarma sísmica del día continúa en medio de los gritos de pánico, las corretizas y el silencio que le sigue, ese de la incertidum­bre, del miedo, del desconcier­to. El eco que acompaña a quienes se mueven a toda prisa y a quienes deambulan en modo zombi. La pesadilla está de vuelta con sobrecoged­ora puntualida­d.

Como drama televisivo o cinematogr­áfico, la trama es tan inverosími­l que no prospera ni como guion de estudiante: un sismo devastador de magnitud 7.1 solo dos horas con 14 minutos después de un simulacro que conmemora la tragedia de 32 años cinco horas y 55 minutos atrás, en la misma ciudad, a 12 días de otro con mayor intensidad, pero con consecuenc­ias menos graves.

No, es una historia excesiva, mala, sin credibilid­ad. Imposible. Pero así sucedió. Con epicentro más cercano a la capital, ahora Morelos, la alarma sísmica se activa por segunda vez en un día, en menos de dos horas, primero como simulacro y después como tragedia, para- fraseando aquella expresión de Marx que suele atribuirse a Hegel. Sin embargo, la alarma suena cuando ya ha empezado la sacudida, cuando nadie puede creer lo que está sucediendo no porque les sean ajenos estos fenómenos, sino por la fecha, por el simulacro previo, por la cercanía del temblor anterior. Imposible. Desplomes y polvaredas en las colonias Roma, Condesa, Del Valle, Doctores… El 19-S versión 2.0. Otro 19 de septiembre letal.

Decenas y decenas de personas en las calles. Resurge la solidarida­d del 85 y no solo en las labores de rescate entre los escombros, sino también como improvisad­os agentes de tránsito ante la incapacida­d de los trabajador­es de la Secretaría de Seguridad Pública. Frente a los derrumbes, los espontáneo­s acuden al salvamento, los puños en alto para guardar silencio y oír los llamados de auxilio, los aplausos a cada rescate, así sea el de un perro.

En pocos minutos se va ampliando el umbral de la tragedia y las calles de la ciudad van perfilando su rostro vespertino: llenas de autos que avanzan a duras penas en dirección al norte y al centro, mucha gente caminando por aceras y camellones, todo en medio de un silencio que denota desconcier­to, miedo, incertidum­bre. Cuadrillas improvisad­as de gente con picos y palas rumbo al desastre.

Contra lo que pudiera pensarse, sobre todo por la experienci­a del 85, el Metro funciona y con una ocupación moderada, sin aglomeraci­ones en las líneas 1, 9, 12 y 3 hasta donde le consta al escribient­e, como sí hay en la superficie, donde los convoyes de soldados y marinos tienen problemas para llegar a la zona cero, ese triángulo que forman colonias del Centro con la Del Valle.

Los montículos de fierros retorcidos y concreto partido tienen un doble efecto, pues no solo exhiben la tragedia en curso, sino que reviven los fantasmas del 85. Ahora la sacudida ha llegado adonde no solía pasar del susto: Portales, Narvarte, Xochimilco, Villa Coapa, Polanco, Tránsito…

La pesadilla del 85 está de vuelta con sobrecoged­ora puntualida­d. m

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Frente a los derrumbes, los espontáneo­s acuden al salvamento, así sea el de un perro.

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