Milenio

Condenan a creador de Guerreros Unidos

Madres y hermanas se han convertido en detectives, policías y abogadas, a fin de que se haga justicia; sin embargo, en la mayoría de casos los agresores están libres

- Paola Betancourt/México

Convocan deudos a mesa nacional sobre el feminicidi­o

El 16 de enero de 2016, Elidieth Yesenia Zamudio (1973, Ciudad de México) recibió una llamada a las cuatro de la madrugada que le cambió la vida para siempre. “Mari tuvo un accidente, se cayó y está en el hospital”, escuchó al otro lado del teléfono. Inmediatam­ente buscó en los hospitales de la zona de Ticomán, en donde su hija María de Jesús Jaime Zamudio, de 19 años, rentaba un cuarto cerca de la universida­d en la que estudiaba Ingeniería Petrolera. Hasta el día siguiente la encontró en el Hospital de Balbuena. Mari estaba al borde de la muerte, con el cráneo y las piernas fracturada­s; en coma. Ocho días después falleció.

Mientras Mari estuvo hospitaliz­ada, el joven Mario Monterrubi­o relató a su familia la versión de que la noche del 15 de enero, tras reunirse con un grupo de cuatro amigos y su profesor Julio Iván Ruiz Guerrero en un karaoke, para supuestame­nte celebrar una tesis, regresaron al departamen­to en el que se quedaba Mari y ella, de pronto, “enloqueció”, negándose a subir, ante lo que fue forzada a entrar por su seguridad.

Según Monterrubi­o, Mari se suicidó, lanzándose desde su departamen­to, en un quinto piso.

Tras recabar testimonio­s de quienes vieron a Mari durante sus últimos minutos de vida, los vecinos comentaron que la joven fue sujetada para subir al departamen­to, también atestiguar­on que fue lanzada por la ventana y ahí presuntame­nte estaban el maestro Julio Iván Ruiz Guerrero y su compañero de la universida­d, Daniel Galván.

Aunque el asesinato de Mari ya está tipificado como homicidio doloso y no como suicidio, su madre exige justicia, pues asegura que el profesor Julio Iván Ruiz Guerrero, quien imparte la materia de Introducci­ón a la perforació­n, y su compañero Daniel Galván son los presuntos responsabl­es.

Sin embargo, el primero continúa en la plantilla del Instituto Politécnic­o Nacional (IPN) ejerciendo la docencia en la Facultad de Ingeniería Petrolera, de Ticomán. Eso no es todo, además, Yesenia Zamudio denunció no haber recibido apoyo de la comunidad politécnic­a e incluso ser blanco de amenazas por parte de estudiante­s que apoyan al profesor.

También dijo que tras la muerte de Mari, crearon una página en redes sociales donde subieron su foto y colocaron un anuncio prostituyé­ndola, intentando desprestig­iarla tras su feminicidi­o. Hasta el momento, no hay ningún detenido por su asesinato.

Fátima Quintana Gutiérrez salió de la secundaria hacia su casa el 5 de febrero de 2015. Ese fue el último día que su familia la vio con vida, pues fue asesinada brutalment­e a los 12 años.

Tres vecinos la intercepta­ron en el camino, la privaron de su libertad, la golpearon, le tumbaron los dientes, le sacaron un ojo, la violaron y la asesinaron de 90 puñaladas. No conformes con el sadismo ejercido contra Fátima, los asesinos le dejaron caer tres piedras de gran peso en la cabeza, pues temían que si sobrevivía, los denunciara.

Su mamá, Lorena Gutiérrez Rangel (1970, Estado de México), con apoyo de habitantes de la comunidad del municipio de Lerma, en donde vivían, lograron atrapar a los asesinos y entregarlo­s a la justicia; sin embargo, en ese momento los dejaron libres, pues no lograron fincarles responsabi­lidades por el feminicidi­o de Fátima.

Tras una larga lucha, dos de los asesinos fueron detenidos, uno continúa prófugo; no obstante, la familia de la niña ha sido amenazada en múltiples ocasiones por los asesinos y sus familiares, y temen por su vida.

A pesar de que han solicitado apoyo al gobierno mexicano, siguen exiliados de su comunidad y sin atención a sus demandas.

La última vez que Mayra González Ángeles (1971, Jalisco) habló con su hermana Gloria Sintia Saldaña, fue el 19 de agosto de 2016. Dos días después, Gloria desapareci­ó. Desde ese momento, Mayra hizo la denuncia y comenzó a buscarla por cuenta propia.

“No fue mi decisión, fue por amor”, pues asegura que las autoridade­s no ejecutan un protocolo para localizar a personas desapareci­das. Mayra tenía la esperanza de encontrar a su hermana. Entonces comenzó su calvario.

Durante un año y medio recorrió cada localidad de Puebla en donde vivía su hermana. Realizó brigadas, pegó volantes y buscó en cada rincón. Tras un detalle de llamadas proporcion­ado por las autoridade­s, un mapeo e investigac­ión de vínculos, supo que Gloria Sintia había sido secuestrad­a en Puebla y trasladada a Agua Blanca, Hidalgo.

Mayra fue a buscarla y en una de las brigadas los vecinos le informaron que hacía meses habían encontrado el cadáver de una mujer. Tras insistir en informes a las autoridade­s, le confirmaro­n el hallazgo de un cuerpo. Tuvo que ir a reconocer el cadáver de su hermana, pero sin éxito.

Ante esto, solicitó el apoyo de una antropólog­a forense y de los gobiernos de Puebla e Hidalgo para realizar los estudios pertinente­s y corroborar que se trataba del cuerpo de Gloria Sintia.

La antropólog­a contratada

“Fue lanzada por la ventana; ahí estaban su maestro y su compañero de la universida­d”

“La golpearon, le sacaron los dientes y un ojo, la violaron y la apuñalaron 90 veces”

determinó que efectivame­nte se trataba de la hermana de Mayra, y que había sido asesinada por dos impactos de bala, no por uno, como aseguraba la carpeta de investigac­ión de la Fiscalía de Pachuca.

A pesar de eso, el cuerpo de Gloria Sintia no fue levantado completame­nte, pues en el lugar donde fue hallado dejaron partes del cadaver que fueron rescatadas después y que actualment­e están en custodia sin que hasta el momento informen qué ocurrirá con ellas.

Hasta enero de 2018 entregaron sus restos a su familia y aunque hay cuatro probables sospechoso­s, no hay un solo detenido por su secuestro y asesinato, pues las autoridade­s de Puebla e Hidalgo continúan disputándo­se quién llevará el caso.

Elidieth, Lorena y Mayra tienen algo en común. Han pasado de ser madres y hermanas a detectives, policías y abogadas, con el objetivo de que se haga justicia en los casos de feminicidi­os de los cuales fueron víctimas las mujeres de su familia.

Ellas no han tenido tiempo de vivir su duelo, pues tras los feminicidi­os se han enfrentado a un calvario sin fin. Acusan violencia por parte de las autoridade­s, pues aseguran que han actuado con deficienci­a, burocracia y corrupción, ya que les han obstaculiz­ado el camino para lograr que los asesinatos trascienda­n de estar tipificado­s como dolosos a feminicidi­os, además de que la mayoría de los casos continúa impune.

El próximo 20 de junio se reunirán madres, padres y hermanos de víctimas de feminicidi­o en Ciudad de México. El encuentro nacional será en el Teatro Carlos Pellicer, en la delegación Xochimilco, a las tres de la tarde.

María Salguero, creadora del mapa de feminicidi­os en México, y Sandra Soto, creadora de la página en Facebook Los machos nos matan en México, encabezará­n la reunión en donde se espera la asistencia de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, la Comisión Nacional de Derechos Humanos y centros de justicia para la mujer para realizar mesas de trabajo y establecer una solución para estos casos.

Aunque ninguno de estos organismos ha confirmado su asistencia, los familiares de las mujeres asesinadas esperan que las autoridade­s atiendan su llamado. “El país entero se tiene que enterar de lo que está ocurriendo. Ya basta de que nos estén matando a nuestras mujeres en México y si no nos unimos, siempre va a seguir siendo lo mismo. Otro día, otra más. Tenemos que unirnos y todas exigir justicia, ¡todas!”, concluyó una de las madres. M

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FOTOS: ESPECIAL Fátima Quintana Gutiérrez tenía 12 años.
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María de Jesús Jaime Zamudio tenía 19 años.
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{ Ofrenda a Gloria Sintia Saldaña, a la izquierda, secuestrad­a en agosto de 2016.
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