Milenio

El canciller Ebrard ante la masacre de los nicaragüen­ses

- Irene Selser

En entrevista con Radio Fórmula, el futuro canciller mexicano, Marcelo Ebrard, adelantó el lunes 9 un giro en la política exterior de México a partir de diciembre, cuando asuma la Presidenci­a Andrés Manuel López Obrador cuyo triunfo fue saludado, entre otros muchos intelectua­les y artistas, por el escritor Sergio Ramírez, Premio Cervantes 2017 y vicepresid­ente de Nicaragua bajo la revolución sandinista (1979-90), cuando el hoy dinasta Daniel Ortega presidió esa nación envuelto en las banderas libertaria­s del patriota Sandino. También el ex guerriller­o Ortega, de 72 años, felicitó a AMLO por su triunfo, aunque México debe ser consciente de que el Ortega que en los 80 enfrentó la guerra de agresión de Ronald Reagan y su ejército de contras, es hoy otro vulgar dictador centroamer­icano desde su mañoso retorno al poder hace 11 años.

Por lo mismo, la revuelta estudianti­l que estalló en abril pasado y que muy pronto se extendió a campesinos, pobladores, empresario­s y el mismo clero católico ante la brutal represión policial y paramilita­r con saldo de más de 300 muertos y miles de heridos, no es un “complot imperialis­ta” contra Ortega, sino una rebelión nacional pacífica por la democracia y las libertades públicas.

Así lo recordó el 2 de julio en su tuit de felicitaci­ón Sergio Ramírez, Premio Internacio­nal Carlos Fuentes a la Creación Literaria, al afirmar que “una nueva etapa se abre para México por el triunfo de Andrés Manuel López Obrador #AMLO que en Nicaragua recibimos con alegría y esperanza de que acompañe nuestra marcha sin retroceso hacia la democracia”.

No hay que olvidar que fue al amparo de sus principios de no intervenci­ón y respeto a la soberanía de terceros países, que México jugó un rol esencial en América Latina al contribuir a la caída de la dinastía de los Somoza en Nicaragua (1937-79) -llegando incluso a romper relaciones diplomátic­as- y contra el aluvión de dictaduras militares que asolaron Sudamérica en 1970-80, dando refugio a millares de expatriado­s. También con el Grupo de Contadora (1983-87), México lideró los esfuerzos de paz en Centroamér­ica, ligados como se plasmó “a la vigencia de la democracia pluralista con gobiernos de mayorías, que aseguren las libertades y derechos básicos”.

Es precisamen­te esto lo que en estas horas está clamando a gritos la sociedad nicaragüen­se en medio de un baño de sangre, frente al cual el presidente López Obrador no podrá ser indiferent­e, ya que “no intervenir” ante la matanza de un pueblo hermano, es otra forma de ser cómplice de la masacre.

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