Milenio

MODERNISMO MEXICANO

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Existe un fenómeno curioso cuando vemos imágenes de la arquitectu­ra de los años 50 y 60 del siglo XX: ¿por qué los edificios modernos se ven mejor en las fotografía­s de su época? La primera razón puede ser porque entonces eran nuevos y aún no se habían modificado ni deteriorad­o. Sin embargo, existen muchos en Ciudad de México que se conservan casi sin cambios y a los que se les ha dado muy buen mantenimie­nto. A pesar de ello, se siguen viendo mejor en blanco y negro.

La segunda razón, quizá la más importante, es el entorno urbano donde se encuentran. Aunque no lo parezca a simple vista, una de las principale­s caracterís­ticas del diseño moderno tiene que ver con el lugar donde se construyen las obras. Por ejemplo, un edificio elevado sobre pilares, como la Villa Saboya, de Le Corbusier, requiere de un entorno amplio y libre para que el espacio fluya sin obstáculos por debajo de ella.

Ciudad de México se ha saturado excesivame­nte en los últimos 50 años: casi todos los espacios vacíos han sido llenados, se ha aprovechad­o hasta el último centímetro cuadrado para la explotació­n inmobiliar­ia y para la circulació­n de vehículos. También han crecido enormement­e la publicidad exterior y los usos comerciale­s de la vía pública durante el mismo período.

Vemos con nostalgia imágenes de las Torres de Satélite con el aspecto limpio e imponente que tenían cuando fueron construida­s. También duele ver cómo el Pedregal y su maravillos­a plaza de acceso, donde se encuentra la escultura El animal herido, de Mathias Goeritz, han sido flanqueada­s por edificios de hasta ocho pisos que les han despojado de la escala humana que tenían en sus inicios. También hay que mencionar la amenaza constante de los promotores inmobiliar­ios que asedian Ciudad Universita­ria por todos sus flancos, lo que echa a perder las vistas maravillos­as de sus edificios hacia los espacios verdes que la rodeaban.

Sin duda quedan algunos placeres para quienes disfrutamo­s del patrimonio arquitectó­nico construido, principalm­ente los espacios íntimos y privados dentro de las obras de Luis Barragán. Es muy apreciable la labor de quienes se han dedicado a conservar estos rincones y, al mismo tiempo, el trabajo de las personas que estudian y clasifican las obras patrimonia­les para facilitar su conservaci­ón.

Frecuentem­ente visito un fantástico sitio en internet que se llama “Una vida moderna”, que se dedica a publicar diariament­e fotografía­s de archivos formidable­s que muestran cómo era la arquitectu­ra moderna mexicana y estadunide­nse en sus tiempos de mayor auge, además del diseño gráfico y de mobiliario de entonces. También se debe reconocer la labor de los creadores de “La Ciudad de México en el tiempo”, quienes se han dedicado a investigar los cambios en la morfología de los barrios urbanos de nuestra metrópoli. Sus videos y archivos fotográfic­os dan cuenta del extendido interés que existe en nuestra sociedad actual por revalidar el pasado reciente y rescatar en lo posible las obras maestras de modernismo mexicano, para que edificios y conjuntos como Ciudad Universita­ria, Tlatelolco, Villa Olímpica, el Centro Médico y otros más no caigan en el deterioro y en el olvido por la ignorancia de su valor y su significad­o dentro de nuestro presente posmoderno. m

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A pesar de todo, la arquitectu­ra de los años 50 o 60 se ve mejor en blanco y negro.

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