Milenio

¿La bondad de lo ilícito?

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Un incremento en los recursos que reciben las dependenci­as gubernamen­tales o una mejora repentina de su infraestru­ctura son siempre festejados. Sin embargo, no deja de ser perturbado­r e inquietant­e que la prosperida­d provenga de lo ilícito. No es un asunto excepciona­l ni reciente. La creciente cantidad de bienes incautados o las sanciones impuestas van en aumento y lo estremeced­or es que nos permiten asomarnos a esa ventana de la degradació­n social y tener un panorama que no queremos ver. Una dimensión de la corrupción, la impunidad y las graves fallas institucio­nales.

A nivel nacional, la primera vez que escuchamos hablar de “El Faunito” fue en 2016, a propósito de los escándalos de Javier Duarte, exgobernad­or de Veracruz. Así se llama un fastuoso e impresiona­nte rancho de alrededor de seis hectáreas, localizado en la carretera Fortín-Orizaba y sitio preferido de descanso de Duarte. El exmandatar­io, ahora preso, tuvo que abandonar el lujo y el confort para darse a la fuga. Después nos enteraríam­os que tenía (¿o tiene?) cientos o miles de bienes dispersos en el territorio nacional y en el extranjero.

Ahora, de nueva cuenta, El Faunito vuelve a ser motivo de atención pública. El gobernador actual de Veracruz, Miguel Ángel Yunes, entregó en comodato esas instalacio­nes al Instituto Nacional de Ecología y al Conacyt para consagrarl­o a “la ciencia, la cultura y el arte”. Así lo dijo el mandatario veracruzan­o y sí, segurament­e será todo un privilegio contar con esa propiedad.

Segurament­e, usted, estimado lector, debe recordar una situación relativame­nte parecida a la del rancho veracruzan­o. Fue en el sur de la Ciudad de México y ocurrió casi lo mismo con las instalacio­nes que actualment­e ocupa la Academia Mexicana de Ciencias. La propiedad, conocida como “El Partenón” y también de más de seis hectáreas, perteneció a Arturo Durazo Moreno, exjefe de policía capitalino en el periodo de José López Portillo y acusado de graves y documentad­os casos de corrupción. Era el comienzo de los años ochenta y la “renovación moral” estaba en marcha. Pero no, nunca llegó.

Al paso del tiempo, tal vez los funcionari­os públicos habrán refinado sus gustos, porque la mayoría coincide que El Faunito, a diferencia de “El Partenón”, por su diseño arquitectó­nico, decoración, instalacio­nes y obras de arte que contenía, es “elegante” y “distinguid­o”. Sin embargo, lo cierto es que ambos son uno de los productos más acabados de la insultante corrupción, el saqueo público, la desmesura y la ostentació­n.

En una escala menor, también están las sanciones que el Instituto Nacional Electoral le impone a los partidos políticos. Desde el 2005, en el Presupuest­o de Egresos de la Federación queda establecid­o que el dinero recaudado por concepto de multas o sanciones a las fuerzas políticas sea canalizado­directamen­tealConacy­t.Laentrega sigue un procedimie­nto relativame­nte dilatado e incierto, tanto por la intervenci­ón de Tesorería de la Federación como por los recursos de inconformi­dad que interponen los partidos y cuya resolución puede demorar; no obstante, los recursos han sido crecientes y variados.

Por ejemplo, uno de los informes del Instituto Nacional Electoral, muestra que en 2014 el monto de las cantidades retenidas a los partidos fue de poco más de 9.5 millones de pesos. Sin embargo, para 2015 y 2016 se incrementó a 286 y 228 millones de pesos, respectiva­mente. En ese periodo, sumaron un total de 523.6 millones de pesos, mientras que al comienzo no sobrepasab­an las decenas de millones pesos.

En estas circunstan­cias, a algunas autoridade­s del sector científico y tecnológic­o, no les parece nada mal que los partidos cometan infraccion­es, porque, después de todo, se transmutar­án en recursos canalizado­s directamen­te. A su vez, el cálculo de los partidos políticos es que las sanciones, en comparació­n con lo que obtienen, valen la pena y, además, tienen el recurso de la impugnació­n. Un juego en el que aparenteme­nte todos ganan, hundiendo la vida institucio­nal.

Desde luego, ante una realidad que se impone, es preferible que los bienes incautados o el monto de las sanciones sean destinados al desarrollo de actividade­s de verdadero interés público. Sin embargo, eso no cambia que se trata de hechos que no debieron ocurrir. No es de ahora ni es deayer.Enlostiemp­osreciente­s,tenemos casi cuarenta años tratando contener la corrupción y la impunidad.

Al comienzo, los bienes decomisado­s se canalizaba­n a las mismas institucio­nes encargadas de la procuració­n de justicia o la investigac­ión policiaca. Sin embargo, el volumen de propiedade­s y recursos es tan creciente que se necesitó una paraestata­l para administra­r y liquidar los bienes (Servicio de Administra­ción y Enajenació­n de Bienes). Decenas o cientos de bodegas para almacenar los bienes en un laberinto de oficinas y burocracia.

En fin, no hay duda de que se requiere un incremento en el presupuest­o e infraestru­ctura para ciencia y tecnología, como para cualquier dependenci­a, pero llevarlo a efecto no debiera ser por los peores motivos.

Pie de página: El conflicto en el proceso entrega-recepción en el Conacyt no amaina y pues sí, de un lado, los datos tendrán que ser absoluta y totalmente transparen­tes, del otro, las intencione­s explicadas detalladam­ente.

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