Desafío del coworking
La oferta de espacios de coworking crece cada año. Atraer y retener a los usuarios es el desafío de la operación.
El reto de este negocio en expansión es atraer y retener a los usuarios.
Rentar oficinas privadas y ofrecer los servicios de una secretaria virtual, que respondiera llamadas telefónicas y recibiera paquetería, era el negocio inicial de IOS Offices, la empresa mexicana que Javier y Adrián García Iza fundaron en 2007. Pero en unos meses, el modelo se convirtió en algo más.
Los clientes comenzaron a demandar áreas comunes, donde pudieran trabajar y relacionarse con otros usuarios. Estar aislados en un cubículo les parecía un esquema caduco, querían compartir su oficina y nutrir sus redes de contactos.
En seis meses, la empresa puso en marcha su primer espacio de coworking en Monterrey. La propuesta, que se sumó a la oferta de oficinas privadas, fue exitosa: el cupo se llenó en pocas semanas. “Vimos ese nicho y decidimos abrir 300 m2 de áreas co- munes”, cuenta Javier García Iza, CEO de la firma. “A esta área la llamamos Business Lounge, todavía no se utilizaba el término coworkiºng”. Hoy, ese espacio tiene más de 600 usuarios. Y los fundadores replicaron la fórmula: sus 35 centros en 11 ciudades del país tienen 50% de su superficie destinada a este esquema.
El crecimiento es parte de una tendencia mundial. Según el Global Coworking
Unconference Conference (GCUC), que organiza foros sobre el sector en varios países, en 2017 había 14,411 espacios de trabajo compartidos que son ocupados, principalmente, por emprendedores, trabajadores independientes y startups. La plataforma digital Coworker señala que, en México, suman ya 179.
“Entre 2008 y 2010 empezó el auge con pocos espacios en Estados Unidos”, cuenta Luis X. Barrios, CEO y cofundador del coworking mexicano The Pool. “Actualmente hay más de 2,500 en aquel país”.
El número de compañías dedicadas a rentar estos espacios aumenta cada año. “Los coworkings son una derivación de los business centers y no son una moda, están aquí para crecer”, afirma Ángel de la Hoz, especialista inmobiliario y vicepresidente de la firma CBRE México. Y a futuro, la mirada está puesta en crear centros de nicho, especializados en ciertos sectores.
Más que oficinas
The Pool inició operaciones en 2013. Su propósito era atender a la nueva generación de emprendedores con negocios digitales. Barrios y sus socios rentaron un inmueble en la colonia Polanco, en la Ciudad de México, e instalaron su primer lugar de coworking con un esquema híbrido: espacios compartidos y privados. Complementaron sus servicios con eventos, capacitaciones, talleres y acceso a líderes del ecosistema emprendedor.
Cinco años después, la empresa cuenta con dos centros en la capital del país –de 740 y 1,250 m2–, ha atendido a más de 900 personas y ha asesorado a más de 150 empresas de reciente creación.
La inversión promedio que requieren estos espacios es de 10,000 a 12,000 pesos por m ² , para diseñarlo de acuerdo con las necesidades de sus clientes, aunque hay casos en los que supera los 1,000 dólares por m ² . El retorno de inversión suele ser efectivo en dos a cinco años.
Pero ponerlo en marcha no es el mayor reto; operarlo, sí. En un centro de 1,200 m ² , la nómina operativa – con internet, luz y mantenimiento incluido– es cercana a 100,000 pesos al mes. A ello hay que sumar la renta del edificio y el sueldo del director general.
Para que ese espacio sea rentable, los expertos consideran que es necesario mantener una ocupación superior a 85%. Una tarea ardua si se toma en cuenta que, en este esquema, la rotación de usuarios es alta porque los contratos son flexibles. En la mayoría de los casos no hay depósitos de garantía ni penalizaciones por rescindir el contrato.
Diego del Moral, coordinador general de Hospicio Coworking, en Guadalajara, afirma que la estancia promedio de sus coworkers es de tres meses. En el caso de The Pool, es de seis. Mientras que en IOS Offices, unos 50 usuarios –de los 14,000 que acumulan– tienen más de 11 años ocupando sus espacios.
Mantener contento al cliente debe ser el objetivo, coinciden los especialistas. Ofrecer amenidades –como cervezas ilimitadas, comedores equipados, jardines y espacios de descanso–, dotar las instalaciones de mobiliario cómodo y contratar servicios eficientes de internet es un primer paso para atraer usuarios, mas no para retenerlos.
Lo más importante es crear un ambiente de colaboración para que los usuarios se identifiquen y complementen, señala Miguel Mckelvey, cofundador de la cadena global Wework. Esto genera clientes leales que aumenten su permanencia. “El verdadero poder está en construir comunidades”, afirma.
Atender esos pilares permitirá aprovechar a largo plazo el auge del coworking. Porque, según los expertos, no es un boom momentáneo. La consultora Emergent Research calcula que, para 2020, habrá más de 26,000 de estos espacios en el mundo. Los amplios márgenes de ganancia que pueden obtener los fundadores al compartir los gastos de oficina y los cambios generacionales en el campo laboral impulsarán este sector.