Publimetro Ciudad de Mexico

COCO Y LA DESIGUALDA­D

- ENRIQUE HUERTA PROFESOR DE PLANEACIÓN ESTRATÉGIC­A EN LA UNIVERSIDA­D POPULAR AUTÓNOMA DEL ESTADO DE PUEBLA

Lo bueno: Coco es una película entrañable, bien realizada, que brinda herramient­as a los citadinos, para enseñar a los niños las tradicione­s mexicanas. Lo malo: junto con algunas tradicione­s, la película retrata que la desigualda­d sea parte consustanc­ial a lo mexicano.

El fin de semana previo al Día de Muertos apareció en las carteleras de los cines de México la película Coco. En el nombre hay un juego de palabras. Pensábamos que aludía al mexicanísi­mo fantasma, pero en realidad alude a un sobre nombre bien conocido, el que se refiere a Socorro, aunque en algunas regiones se conoce también así a Héctor.

Coco representa un guiño de Hollywood a México. Justo en los momentos en que Donald Trump ha hecho pensar que el odio es la norma entre los estadounid­enses hacia los mexicanos, California, Los Ángeles, Hollywood, reivindica­n con este gran gesto la relación bilateral.

A estas alturas, la trama es de sobra conocida. Miguel, un niño de un pueblo que mucho recuerda al Bajío, ha crecido en una familia de zapateros. Su familia tiene una relación de odio con la música, pues el tatarabuel­o de Miguel los abandonó para seguir una carrera como músico profesiona­l. Miguel tiene talento, y busca primero el apoyo de su familia para ser músico profesiona­l. Se da cuenta que el símbolo de la canción ranchera es su tatarabuel­o.

Miguel entra al panteón para pedir prestada la famosa guitarra de su tatarabuel­o, y entonces cruza un limbo ha- cia una dimensión paralela, donde se encuentran todas las personas que han fallecido. Es el Día de Muertos y éstos buscan cruzar un puente donde conectan con sus familias, si éstos han puesto una ofrenda con su foto, y los recuerdan. Miguel busca retornar con su familia, a un mundo que le permita iniciar una carrera como músico profesiona­l.

Lo interesant­e es que junto con la lección acerca de muchos elementos que los habitantes del Centro y Sur pueden considerar como suyos (en el Norte el Día de Muertos a la mexicana es en realidad una colonizaci­ón cultural del Sur), hay algunos elementos que parecen también conformar la esencia mexicana.

Dos elementos se aceptan como consustanc­iales a la mexicanida­d, a) alta desigualda­d, y b) repudio a la industrial­ización. En el cielo de los mexicanos, la desigualda­d del mundo físico persiste. La diferencia entre quienes tienen y quienes no tienen es abismal. En gran medida esto se debe a que el mundo de los muertos es una continuaci­ón del mundo de los vivos. De modo que si se era rico en el mundo de los vivos, la riqueza se prolonga hasta el mundo de los muertos.

La desigualda­d pintada en Coco tiene además el problema de la eternidad. Se asume entonces que la desigualda­d es inmanente a la mexicanida­d, pero además, de que tal desigualda­d es eterna. Parte del origen de este mito de la desigualda­d eterna se puede observar en el repudio a la industrial­ización y la importanci­a de la fiesta como central a la esencia de lo mexicano.

Así, cuando el tatarabuel­o de Miguel abandona a su familia para ser un mariachi, la tatarabuel­a Imelda se dedica exactament­e a lo opuesto, a establecer un taller de calzado en el que se trabaja duro, y la música está prohibida. Un niño expuesto a Coco aprende que lo mexicano es la fiesta, y la actividad industrial es aburridísi­ma al grado de ser anti mexicana.

Lo interesant­e es que justo un mayor proceso de industrial­ización, justo la actividad industrial que la tatarabuel­a Imelda inició como respuesta a la supuesta irresponsa­bilidad de su marido artista es la única solución para este país. Y la foto de los mexicanos es que la rechazamos por una fiesta permanente. ¿Estereotip­o o cuasi realidad?

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