Reporte Indigo Guadalajara

PEMEX, la bomba

- Ramón Alberto Garza @ramonalber­to

No es un secreto que Pemex es una bomba de

tiempo. La caída de la producción petrolera, el desplome en la refinación de gasolinas y en la extracción de gas natural escala los niveles

de tragedia.

Los ideales de jauja en producción y precios, bajo los que nos vendieron la Reforma Energética, se esfumaron al menos temporalme­nte.

Y hoy Pemex es el enorme hoyo negro en el que se esconden acuerdos, contratos, asignacion­es directas y un nido de corrupción.

Pero mientras todos están distraídos con las pobres cifras de generación de crudo, combustibl­es y gas, pocos reparan en que su verdadera bomba de tiempo está en su deuda de 185 mil millones de dólares. Es el equivalent­e a casi el 20 por ciento del PIB de México.

En una posición en extremo frágil, si se considera que esos empréstito­s a bancos nacionales y extranjero­s, así como a fondos de inversión, se pactaron en su mayoría cuando México vivía la jauja petrolera, con precios del crudo que alcanzaban los 100 dólares por barril y las tasas de interés eran menores al dos o tres por ciento.

Eran los días en que las importacio­nes de gasolinas se veían como complement­arias, porque aquí existía una decente capacidad de refinación, o cuando la extracción de gas era más próspera y no había que importar tanto combustibl­e en dólares.

Por eso se encienden los focos de alerta en la antesala de que llegue a Palacio Nacional el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Porque el punto más sensible, la pieza más frágil, donde se puede romper el hilo más delgado, es en el manejo de esa deuda que

se sostiene fincada solo en la confianza que dan quienes en México no solo operan Pemex, sino la Secretaría de Hacienda.

El trato con los acreedores de la deuda de la paraestata­l se maneja al día, renovando por horas la confianza en los papeles de deuda de

un Pemex que se exhibe cada día más frágil frente a los mercados internacio­nales.

Sostener esas posiciones pende de la confianza a la palabra que generan aquellos altos financiero­s de Hacienda y de Pemex, quienes por años han contenido la intranquil­idad sobre la estabilida­d de la empresa energética.

Son los que conocen a los tenedores de esos papeles de deuda y que tienen el respaldo de su palabra para no salir al mercado a malbaratar­los ante el enésimo reporte de las malas cifras de exploració­n y producción.

¿Qué sucederá en la transición lopezobrad­orista si no se gesta dentro del nuevo gabinete morenista un equipo que genere en esos mercados internacio­nales la confianza prendida hasta ahora con alfileres para continuar apostándol­e a Pemex?

¿Qué significar­ía para México, para sus finanzas públicas, y para su economía como un todo, que se intranquil­icen quienes tienen en su poder deuda equivalent­e al 20 por ciento de PIB de la nación?

¿Qué significa para un disruptivo y peleonero Donald Trump el saber que no solo dependemos de los Estados Unidos para mover a nuestro país con sus gasolinas, su diesel y su gas, sino para mantener la estabilida­d financiera de la paraestata­l mexicana que fuera orgullo mundial?

Alguien del nuevo gobierno tiene que arrastrar el lápiz y darse cuenta de que la posición que heredan es en extremo vulnerable. Y las consecuenc­ias de su buen o mal manejo

podrían definir desde el inicio, el destino final del nuevo gobierno.

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