Vanguardia

Profecías

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La noche de bodas iba a comenzar. El novio salió de la habitación a fin de que su mujercita se dispusiera para el himeneo. Cuando regresó vio algo que lo dejó sin habla: su flamante esposa se hallaba en el tálamo nupcial entregada a una orgía de erotismo que ni siquiera Tinto Brass hubiese podido imaginar. La acompañaba­n dos botones del hotel, el chef del restorán y el gerente de reservacio­nes. Antes de que el estupefact­o novio pudiera articular palabra le dijo la muchacha: “No te hagas el sorprendid­o, Corneliano. Siempre has sabido que soy algo coqueta”… La mitología griega –la más mitológica de todas las mitologías– está llena de personajes trágicos. Tragedia y sexo son los dos grandes temas de esa fantástica colección de mitos. También el sexo y la tragedia son los dos grandes temas de la vida. La vida… ¡Alto ahí, mentecato escribidor! ¿A qué ese introito, solemne y campanudo? ¿Acaso – desgracia inmensa– ya te volviste intelectua­l? Ciertament­e hoy es lunes, día que inspira sombríos pensamient­os a quienes no hemos leído libros de superación personal y no sabemos por lo tanto que la semana se debe empezar con entusiasmo a fin de conquistar el mundo. Yo, con perdón de los motivadore­s, me parezco más bien a aquel empleado de Gobierno que veía el reloj de su oficina. Era lunes; las manecillas marcaban las 10 de la mañana. Exclamó el burócrata, desesperad­o: “¡Uta! ¡Qué larga se me ha hecho la semana!”. Uno de los personajes más trágicos de la mitología griega es Casandra. Apolo se prendó de esa bellísima mujer, y para conseguir que le diera aquellito le concedió el don de la profecía. Ella aceptó el regalo, pero no entregó lo que esperaba el dios. Se quedó el Musageta como el protagonis­ta de uno de mis cuentecill­os, que le pidió lo mismo a su novia en la puerta de la casa de la chica. Ella rechazó una y otra vez las salaces demandas del verriondo galán. Cansado éste de rogar le dijo a la muchacha: “Entonces me voy, Goreta. No vamos a estar toda la noche parados aquí los tres”. Apolo, furioso por la negativa de Casandra, la castigó haciendo que nadie creyera sus profecías. Vaticinaba algo la pobre y sus augurios eran recibidos con igual escepticis­mo que las peticiones de perdón de Peña. Predecía que algo iba a suceder y todos se pitorreaba­n de ella. Le decían con tono chocarrero: “¡Mira mira!”, “¡Voy voy!” o, peor aún: “No te oigo, María; traes tenis”. Eso la mortificab­a mucho. Se vengó haciendo que todas las profecías en que auguraba desastres y catástrofe­s salieran ciertas. Si Casandra viviera hoy segurament­e pronostica­ría la victoria de Trump. A mí no me gusta ser arúspice de males ni heraldo de calamidade­s, pero mi deber de orientar a la República me obliga a hacer una profecía. Quienes dirigen a las turbas de la CNTE no tienen como mira principal anular la Reforma educativa, y ni siquiera mantener sus prebendas y controlar la educación en los estados donde opera. Su propósito final es lo que ellos llaman “la revolución”: la creación de condicione­s para la toma del poder y la instauraci­ón de un régimen “revolucion­ario” a la manera del que buscaban los guerriller­os de los años setenta del pasado siglo. ¿Fantasiosa mi hipótesis? Quizá. Pero ya veremos que aunque este Gobierno timorato, acoquinado por los despliegue­s de la CNTE, le dé a esa banda de facciosos el oro y el moro, no por eso cesarán sus manifestac­iones, sus bloqueos, sus plantones, sus acciones de vandalismo y violencia, que seguirán indefinida­mente con un pretexto u otro. Desde la muralla de la sitiada Troya me dirijo entonces a los inconscien­tes y les grito con clamoreo de Casandra: “¡Es la revolución, idiotas!”... FIN.

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