Vanguardia

Hablemos de Dios 38

¿PARA QUÉ SIRVE EL DINERO? PUES PARA TENER PROTECCIÓN Y PARA GASTARLO (ECLESIASTÉ­S 7:12). ASÍ DE SENCILLO. HAY QUE SUMINISTRA­RLE PRIMERO A LA FAMILIA LAS COSAS BÁSICAS (PROVERBIOS 30:8)

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Me gusta el dinero. No hay nado malo en ello. El problema es que he sido bastante imbécil para ganarlo y agenciárme­lo en mi vida. Y cuando lo tengo, pues vaya, a gastarlo. No pocas veces lo he regalado, de plano. A sabiendas que nunca me lo van a regresar, pues lo presto. Lo doy, lo regalo. La anécdota de la semana pasada que platiqué aquí (el haberle pagado el parto a una amiga, dinero el cual jamás me regresó. Era claro. Muy apenas tenía la pobre para salir adelante. En fin, así son las ladies) lo hice sólo para contextual­izar en qué gasto mi marmaja. En otra etapa de mi vida le compré por meses productos de belleza de una marca en abonos (Avon) a una señora que vivía de eso. Siempre le decía que a mi novia (ficticia) le gustaban mucho. A la vez, regalé esos desodorant­es, lociones, pinzas para cabello, peines, etcétera a todo mundo.

¿Por qué a mis patéticos 50 años de vida no he amasado una cuantiosa fortuna como la que tienen muchos funcionari­os del Gobierno del Estado mucho más jóvenes que yo, los cuales no tienen empresa propia pero sí un tren de vida como si fuesen dueños de Alfa, Vitro o Cemex? Pues no sé. Tal vez y la respuesta sea una sola: por pendejo. Por estos días en que usted lea esto, fui y vine a Zacatecas a una espectacul­ar corrida de toros (aquí, usted lo sabe, están prohibidas. Por lo demás, medio Saltillo estaba allí. Incluyendo a funcionari­os del Gobierno. Nadie le hace caso a Rubén Moreira, qué le vamos hacer), fui a ver a un matador peruano que hoy es de los más grandes, Andrés Roca-rey. Figura.

Pues sí, me gasté mis emolumento­s en este viaje. ¿De qué voy a vivir mientras si ya lo dilapidé? Pues no sé, de prestado tal vez. Aunque lo mejor de todo es que ya había pagado mi renta. Pero disfruté de algo que quería. Si hubiese tenido dinero, harto dinero como los políticos y magnates de este País, pues me hubiese quedado en la Feria toda su duración, para así asistir a todas sus corridas de toros. Así de sencillo. ¿Para qué sirve el dinero? Para tener protección y para gastarlo (Eclesiasté­s 7:12). Hay que suministra­rle primero a la familia las cosas básicas (Proverbios 30:8). Y como en mi familia somos yo y mi sombra, pues pagué renta, servicios, mi viaje y ahora a esperar mis próximos emolumento­s para medio sobrevivir. Ni pez. Pero esto de administra­r el dinero si usted tiene una familia, lector, hay que hacerlo –dice la Biblia– por medio de “planes (los cuales) se establecen firmemente” (Proverbios 20:18).

Esquina-bajan Insisto, quien esto escribe debería tener dinero, harto dinero para regalarlo, dilapidarl­o, gastarlo, invertirlo a fondo perdido con gente jodida que busca poner un pequeño negocio, gente que necesita sólo de un pequeñísim­o apoyo para salir adelante. Hace poco le regalé dinero (poca plata en honor a la verdad) a una señora que me platicó de su “negocio”. El negocio de esta señora lo puso en un lugar de miedo y espanto a donde fui a ver su “local”, la colonia El Rincón de la Virgen. Como ella vive por allí, pues fui a ver las “instalacio­nes”. Si usted entra, vaya usted a saber si sale vivo. Ella puso un, digamos, estanquill­o de venta de tortillas de harina. Por lo que necesitaba de un tanque de gas, una plancha-estufa y la materia prima.

Se lo cooperé. Pero caray, en qué condicione­s tan hostiles la gente real, como yo, vive. Ella se comprometi­ó a regalarme diario (como pago, digamos, por el préstamo) paquetes de tortillas de harina recién hechas. Pues sí, el único pedo es que tengo que ir hasta allá por ellas. Y la verdad, hay que ir en pleno día, armado con arco, flechas, carcaj repleto, ballesta, cerbatana, espada larga y corta y cuanta arma encuentre usted a la vista, estimado lector. Los habitantes de aquí son bravos y necesitan conocerle a usted para dejarlo entrar y salir. ¿Han ido aquí Chilote López Villarreal, Ángel Berkowitz, Silvia Garza, Luis Fernando Salazar…? Ja. Ni en sueños.

Dice el médico Lucas: “¿Quién de ustedes que quiere edificar una torre no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo suficiente para completarl­a?” (14:28). Sabias palabras sin duda, pero ya notó usted que esto se emplea perfectame­nte como metáfora a un matrimonio. Es decir, la vida en pareja y cuando usted se casa, el firmar el acta y todo eso no es el fin, no; allí empieza de verdad el verdadero viacrucis o felicidad, según sea el caso. Se debe de calcular cuanto amor tiene uno por el otro ser humano y así, llegar al punto culminante: terminar de labrar el edificio del amor al final y juntos.

Letras minúsculas Dice la Biblia que no hay que endeudarse, sino gastar sólo el dinero que uno tiene (Proverbios 21:5 y 22:7). Perdón, yo por lo pronto no tengo peso en mis secos bolsillos. ¡Me urge un préstamo!…

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JESÚS R. CEDILLO

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