¿Con qué salsa?
Es importante saber elegir, votar inteligentemente, bajo la justificación decisoria de las transformaciones urgentes que tienen que haber en México
La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”
Eduardo Galeano, escritor.
“Nos hemos convertido en seres pasivos. Resignados. Seres que no cuestionamos, patéticos seres sentados a esperar que la ciencia y la tecnología nos aporten nuestra cuota diaria de bienestar”.
José Saramago, escritor.
Recordando al Nobel portugués José Saramago, que este 18 de junio se cumplirán ocho años de su partida y aprovechando la encrucijada a la que en días México arribará, comparto algunas de sus ideas relacionadas con el poder político, democracia y las consecuencias de las decisiones mayoritarias. A ser cocinados En palabas de Eduardo Galeano: “Un día, fui a comer a un restaurante, me senté en una mesa que estaba cerca de la cocina y ahí pude escuchar a un cocinero; había convocado a la codorniz, al faisán, al gallo, al cerdo, etcétera.
“Y reunidos, el cocinero anunció:
“Los he reunido aquí para pedirles por favor que voten con qué salsa quieren que los cocine.
“Los animalitos se vieron entre ellos angustiados y del fondo una gallina, una gallina valiente, levantó una de las alas e intervino:
“Perdón, -dijo- yo no quiero ser cocinada”.
“El cocinero demócrata, sobresaltado y autoritario respondió:
“¡Eso, bajo ninguna circunstancia está en tela de discusión, si los he convocado aquí es únicamente para que voten con qué salsa quieren ser cocinados!”. Y así, nuestros gobernantes cada día de nombramientos nos convocan a votar y nos dicen lo mismo: “Y tú, ¿con qué salsa quieres ser cocinado?”
EL QUE MENOS CUENTA
Vivimos en la mentira. En campaña los políticos prometen, eso a nadie empobrece, pero después de las elecciones, con los elegidos acomodados en la soberbia y la indiferente distancia del embriagante poder, la fría realidad alcanza a los más convencidos, ilusionados e ingenuos para burlonamente gritarles: “ya ven, ustedes escogieron la salsa en la están siendo ahora cocinados, así que no hay cabida para las quejas”, o bien “otros eligieron la salsa en la cual todos, incluyéndote, están siendo cocinados, entonces ¡a callar! ¡A someterse! Porque de esto se trata la democracia”.
Si agregamos las palabras de Saramago: “el poder político es el que menos cuenta, el poder real es económico, y no es democrático; entonces, ¿tiene sentido que sigamos hablando de democracia? Me parece poco serio. Las noticias políticas no son más que declaraciones. Es como el mundo del futbol, los presidentes se calumnian, se intrigan, protestan, pero ¿quién gobierna los países?: las finanzas internacionales”.
Entonces parecería que estamos condenados a la fatalidad, entonces no tendría sentido acudir a las urnas; sin embargo, es prudente detenerse a considerar que siempre, colectivamente, se puede estar peor o mejor; por tanto, la seriedad estriba en seleccionar el rumbo que ofrezca el menor de los riesgos y peligros, escogiendo a esos políticos que potencialmente menos daño puedan provocarle a México. Lo verdaderamente serio Lo serio, entonces, será evitar que la indiferencia o la impotencia se apoderen de la responsabilidad individual de acudir a las urnas para decidir el rumbo acorde a las personales coordenadas y preferencias políticas.
Lo serio, entonces, estriba en que, más lejos de la economía y las finanzas internacionales, se reflexione el voto analizando las diversas plataformas electorales que proponen los candidatos para elegir la más sensata, sabiendo que las dolencias, desigualdades, la injusticia social y las miserias como la corrupción y la imparable violencia que hoy vorazmente carcomen al país, no se arreglaran en un sexenio, por el simple hecho que éstas tienen causas estructurales, debido a que, desafortunadamente, sus raíces se encuentran en la profundidad de nuestra tierra y, en la mayoría de los casos, como una diabólica metamorfosis, se han convertido en el DNA de la cultura política, económica y social de México.
Entiendo que la crisis ética y vulgaridad del gobierno, que la arrogancia de los partidos políticos que han perdido su identidad y principios, en los cuales la sociedad en general no se siente, ni se encuentra representada; que la ausencia de autoridad moral de la mayoría de los políticos, aunado al hartazgo ciudadano, son causas que podrían conducir a los votantes a tomar decisiones equivocadas en el sentido de creer “que ya no se puede estar peor”; sin embargo, al analizar la trágica historia de otros países, podemos percataros que si es posible caer en mayores oscuridades y fatalidades.
Por ello es menester saber elegir, votar inteligentemente, bajo la justificación decisoria de las transformaciones urgentes que tienen que haber en México; por tan- to, los sentimientos y el corazón, en el instante de sagrado del sufragio, han de guardarse en el congelador.
El combate y la comparación de las propuestas de los candidatos han de gestarse en el cerebro, no en el ámbito del resentimiento, del agravio, de la venganza o de la revancha; sin embargo, entiendo lo difícil de esta propuesta.
Para el momento decisorio es fundamental tener previamente la respuesta, por lo menos, a cuatro preguntas esenciales: ¿por qué decido así? ¿Para qué decido así? ¿Para quién decido? Y ¿Qué futuro se espera con el candidato por quién decido?
LA PROFECÍA
Lo serio es comprender lo que el propio Saramago profetizó: “Los fascistas del futuro no van a tener aquel estereotipo de Hitler o de Mussolini. No van a tener aquel gesto de duro militar. Van a ser hombres hablando de todo aquello que la mayoría quiere oír. Sobre bondad, familia, buenas costumbres, religión y ética. En esa hora va a surgir el nuevo demonio, y tan pocos van a percibir que la historia se está repitiendo.”
La amenaza de esta clase de personajes, independientemente de su orientación (izquierda, centro o derecha) es que, ya en el poder, tienden a perpetuar su dominio e influencia por décadas, ya sea en su propia persona o por medio de interpósitas personas. Lo peligroso gravita que en su esencia siempre vive la necesidad de nunca irse… De quedarse para siempre.
En el mismísimo Estados Unidos ha surgido lo impensable en una democracia que se jactaba de poner en alto los derechos humanos, pero ahora, a los ojos de Trump, todo el mundo se ha convertido en salvajes “pieles rojas”, inclusive dentro de su propio territorio y ¿qué esperar los de afuera? Sencillo: sólo podemos existir mientras estemos dispuestos a someternos a sus ocurrencias, al delirio de su fanático y alocado totalitarismo: sólo puede existir el mundo mientras no se inquiete al corazón de la bestia.
¿PARA QUÉ? “Nos hemos convertido – dice Saramago- en seres pasivos. Resignados. Seres que no cuestionamos, patéticos seres sentados a esperar que la ciencia y la tecnología nos aporten nuestra cuota diaria de bienestar. Somos responsables de este mundo desgraciado en el que nos toca vivir. Yo aspiro a morir en un mundo un poco menos desgraciado, por eso digo lo que pienso: porque es mi deber, como hombre público que soy”.
Ante esto, la seriedad tiene que ver con ser “ciudadanos públicos”, en volcarnos a votar enérgica y racionalmente; nos queda participar cívicamente sabiendo que el futuro será lo que hagamos y también lo que, este primero de julio, dejemos de hacer.
Ese decisivo día, antes de votar, preguntémonos ¿en cuál salsa queremos ser cocinados por mucho de lo que resta de este siglo? ¡Qué horror!
Pero, a pesar de todo, creo en utopías; creo que México, a pesar de su frágil democracia, con el tiempo, con la fuerza y visión de la juventud, con su inmanente negación a regresar al trágico pasado, a la funesta “dictadura perfecta” que dañó tanto al país, sabrá conquistar realidades sociales y económicas justas e igualitarias; creo que México, paulatinamente, será un país auténticamente democrático.
Creo que encontraremos nuestra identidad, nuestra mexicanidad en la propia paradoja de la universalidad; creo en un porvenir promisorio porque somos conjunción étnica y multicultural: representamos un mestizaje incluyente de mundos distintos.
Creo en ese futuro porque, a pesar de nuestras contradicciones, sufrimientos y distancias, estoy convencido que en nuestra sangre fluye la sagrada fuerza, el espíritu y los poderes mágicos de pueblos originarios y esplendorosos.
Algunos se preguntarán ¿y para qué sirven las utopías? Galeano responde: “la utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.
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