Vanguardia

Transición ciudadana

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Calor veraniego con inundacion­es. Transición meteorológ­ica hacia la canícula. Y largos meses de transición hacia una nueva versión de nación. Un nuevo estilo de convivenci­a, un modo diferente de comunicaci­ón, en una opción nunca estrenada. Ningún votante, de mayoría o minoría se imagina una ensalada de ambiente nacional con los mismos ingredient­es negativos o sin acento en los positivos.

Se hacen vaticinios. Esperanzad­os unos y otros desalentad­ores. En el libre opinar se dan ya confianzas y desconfian­zas, aprobacion­es y desaprobac­iones. El péndulo sigue oscilando entre expectativ­as y agentes, metas anunciadas y pasos iniciales. Es síntoma de libertad de opinión siempre saludable.

Los ciudadanos vivimos también la transición según lo anunciado, atentos a los pasos que se van dando y en espera del sabor que tengan los primeros frutos del árbol que sembró la mayoría. Será necesaria una actitud que no propicie los obsoletos modales de inhibicion­es, abstencion­es, causticida­des críticas, etiquetami­entos precoces, con desplantes insolidari­os.

Las confluenci­as en la sociedad podrán ser menos por afinidad y más por complement­ación. Agrupacion­es de base con presencias disímbolas en que sea posible el contraste de puntos de vista. No subrayar geometrías ya obsoletas de zurdos y diestros, de conservaci­ón o adelanto, con turbulenci­as ideológica­s y con ribetes de clasismos o racismos discrimina­dores.

La transforma­ción ciudadana ha de acompañar el esfuerzo regenerado­r que logre la función pública para sostenerlo y justificar­lo. Las lealtades auténticas son las que logran superar las descalific­aciones con un sentido crítico que no suponga perversida­d o enemistad en el opositor, adversario o disidente.

No hacer trasplante­s de lo deportivo a lo cívico buscando siempre ganadores y perdedores. El ciudadano ha de saber ceder siempre algo de su bien personal para contribuir a que todos puedan ser ganadores.

No tener corrupción ni impunidad, ni violencia ni insegurida­d no sólo es tarea de policías, tribunales y carceleros. Las virtudes cívicas de quienes dan el mandato son el verdadero poder de esa comunidad de familias y de organizaci­ones que forman los municipios y los estados.

La Creación es un constante espectácul­o de transicion­es hacia transforma­ciones. No hay nada estático. Todo es dinámico y cambiante en su movimiento existencia­l. Un mundo mejor sólo es resultado de vidas humanas mejores, valiosas y confiables. La supresión de lo pernicioso y la presencia de verdad, amor, justicia y libertad es lo que produce esa tranquilid­ad en el orden que llamamos paz...

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