Estado de “Malestar”
Decía la semana pasada que tenemos unas instituciones públicas con una abundancia epidémica de insaciables sanguijuelas cleptómanas. Lo que eso significa, en la práctica, es que tenemos una maquinaria estatal muy costosa, capaz de devorar todo el dinero público; pero tan famélicamente pobre, corrupta e ineficiente que es casi como si no tuviéramos Estado.
Somos una nación con cohesión. Tenemos un ordenamiento legal razonablemente democrático. Existen los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Contamos con una buena Constitución y una copiosa legislación. Es decir que pareciera que contamos con todos los elementos de un Estado democrático, sin embargo todo ello se ha convertido en una especie de caricatura de un verdadero Estado de Derecho.
El Gobierno ha perdido su autoridad real sobre los funcionarios y la autoridad moral ante los ciudadanos. El parlamento se ha ganado una merecida mala fama de aguantadero de ladrones. El sistema de justicia está justificadamente desprestigiado por su sumisión a la política, su ineficiencia y su corrupción.
Una vez más la pandemia no ha creado el problema, se ha limitado a poner en evidencia su terrible realidad. Ni uno solo de los mecanismos de contención social y económica que el gobierno ha intentado poner en marcha ha funcionado correctamente, porque sencillamente nuestra caricatura de Estado ha dejado de estar equipada con las herramientas, los recursos y el personal capacitado para hacer funcionar razonablemente bien ningún servicio público en épocas normales y mucho menos aun cuando hay una profunda crisis sanitaria y económica.
Para no ser injustos hay que decir que si ahora vemos, mucho más claramente y con horror, que casi ninguna de las medidas adoptadas tiene éxito, es porque muchas de esas medidas son correctas y porque hay funcionarios y autoridades que están poniendo mucho empeño en hacer las cosas bien. Por poner algún ejemplo, se han construido hospitales de emergencia en tiempo récord y se ha mantenido razonablemente bajo el nivel de contagio, etc.
Como decía el poeta “luz que medra en la noche más espesa hace la sombra”. La buena voluntad y el esfuerzo de algunos vuelven más visibles los crímenes de otros. Los robos y las sobrefacturaciones sistemáticas con material sanitario vienen de lejos, la luz de quienes realmente intentan contener la pandemia las ha hecho ver como el tenebroso crimen que son. El “negocio” de las emergencias es más visible ahora que en la inundaciones. La miseria de escuelas, colegios y universidades está mostrando su verdadera cara de atentado criminal contra las futuras generaciones.
El paraguayo promedio piensa y sobre todo siente que se le está pidiendo un esfuerzo gigantesco, como en una guerra, pero que gran parte de la maquinaria estatal está “trabajando para el enemigo”. No hace falta ser muy perceptivo. Revisen simplemente los chistes y memes de los que se lo toman con humor o las filípicas destempladas de los que ya están perdiendo los nervios.
Sin embargo lo más grave es la desconfianza generalizada en los que “parecen estar haciendo las cosas bien”… Lo pongo entre comillas porque está escrito en el comentario de un lector a mi columna de la semana pasada y no coincido: creo que realmente hay autoridades y funcionarios tratando de hacer bien las cosas.
Revisemos la situación: Tenemos millares de personas pasando hambre o comiendo porque hay solidarias ollas populares. Miles de trabajadores han perdido su empleo. Para cuando los créditos para emprendedores y pequeñas empresas lleguen (y de eso también tienen parte de culpa los bancos) ya habrán quebrado. Buena cantidad de las empresas grandes están perdiendo plata y no saben de dónde sacar dinero para pagar sueldos. IPS no tiene inscriptos a la gran mayoría de los asalariados… Y entonces ¿dónde está el Estado?
Todo esfuerzo se justificaría para salvar vidas y cada uno, o al menos la mayoría, asumiríamos su costo con resignación si los cleptómanos de siempre no estuvieran desatando su voracidad insaciable sobre el dinero extra que se necesita para, en lo posible, aliviar la pandemia y mitigar el sufrimiento que están generando sus consecuencias sobre la economía.
La psiquiatría tiene un nombre para esa incapacidad de dejar de robar; lo llama el “síndrome del barril sin fondo” y consiste en que, aunque hayan acumulado cientos de miles de millones de dólares, matarán por una moneda de un guaraní. El problema consiste en que ese es el tipo de gente con la que nuestra política ha llenado la administración pública, para ubicar a operadores políticos, amigos, parientes y novias.
La crisis global que generó la Segunda Guerra Mundial, creó un concepto innovador y acertado que se conoce como el Estado de Bienestar; pero nosotros en el Paraguay estamos enfrentando una crisis similar con una parodia de ese concepto, al que podríamos llamar “el Estado de Malestar”. Me atrevo a pronosticar que los que ahora están pagando injustamente la factura terminarán por estallar contra esa caricatura del Estado y sus sanguijuelas cleptómanas.