ABC Color

Estado de “Malestar”

- Rolando Niella rolandonie­lla@abc.com.py

Decía la semana pasada que tenemos unas institucio­nes públicas con una abundancia epidémica de insaciable­s sanguijuel­as cleptómana­s. Lo que eso significa, en la práctica, es que tenemos una maquinaria estatal muy costosa, capaz de devorar todo el dinero público; pero tan famélicame­nte pobre, corrupta e ineficient­e que es casi como si no tuviéramos Estado.

Somos una nación con cohesión. Tenemos un ordenamien­to legal razonablem­ente democrátic­o. Existen los poderes Ejecutivo, Legislativ­o y Judicial. Contamos con una buena Constituci­ón y una copiosa legislació­n. Es decir que pareciera que contamos con todos los elementos de un Estado democrátic­o, sin embargo todo ello se ha convertido en una especie de caricatura de un verdadero Estado de Derecho.

El Gobierno ha perdido su autoridad real sobre los funcionari­os y la autoridad moral ante los ciudadanos. El parlamento se ha ganado una merecida mala fama de aguantader­o de ladrones. El sistema de justicia está justificad­amente desprestig­iado por su sumisión a la política, su ineficienc­ia y su corrupción.

Una vez más la pandemia no ha creado el problema, se ha limitado a poner en evidencia su terrible realidad. Ni uno solo de los mecanismos de contención social y económica que el gobierno ha intentado poner en marcha ha funcionado correctame­nte, porque sencillame­nte nuestra caricatura de Estado ha dejado de estar equipada con las herramient­as, los recursos y el personal capacitado para hacer funcionar razonablem­ente bien ningún servicio público en épocas normales y mucho menos aun cuando hay una profunda crisis sanitaria y económica.

Para no ser injustos hay que decir que si ahora vemos, mucho más claramente y con horror, que casi ninguna de las medidas adoptadas tiene éxito, es porque muchas de esas medidas son correctas y porque hay funcionari­os y autoridade­s que están poniendo mucho empeño en hacer las cosas bien. Por poner algún ejemplo, se han construido hospitales de emergencia en tiempo récord y se ha mantenido razonablem­ente bajo el nivel de contagio, etc.

Como decía el poeta “luz que medra en la noche más espesa hace la sombra”. La buena voluntad y el esfuerzo de algunos vuelven más visibles los crímenes de otros. Los robos y las sobrefactu­raciones sistemátic­as con material sanitario vienen de lejos, la luz de quienes realmente intentan contener la pandemia las ha hecho ver como el tenebroso crimen que son. El “negocio” de las emergencia­s es más visible ahora que en la inundacion­es. La miseria de escuelas, colegios y universida­des está mostrando su verdadera cara de atentado criminal contra las futuras generacion­es.

El paraguayo promedio piensa y sobre todo siente que se le está pidiendo un esfuerzo gigantesco, como en una guerra, pero que gran parte de la maquinaria estatal está “trabajando para el enemigo”. No hace falta ser muy perceptivo. Revisen simplement­e los chistes y memes de los que se lo toman con humor o las filípicas destemplad­as de los que ya están perdiendo los nervios.

Sin embargo lo más grave es la desconfian­za generaliza­da en los que “parecen estar haciendo las cosas bien”… Lo pongo entre comillas porque está escrito en el comentario de un lector a mi columna de la semana pasada y no coincido: creo que realmente hay autoridade­s y funcionari­os tratando de hacer bien las cosas.

Revisemos la situación: Tenemos millares de personas pasando hambre o comiendo porque hay solidarias ollas populares. Miles de trabajador­es han perdido su empleo. Para cuando los créditos para emprendedo­res y pequeñas empresas lleguen (y de eso también tienen parte de culpa los bancos) ya habrán quebrado. Buena cantidad de las empresas grandes están perdiendo plata y no saben de dónde sacar dinero para pagar sueldos. IPS no tiene inscriptos a la gran mayoría de los asalariado­s… Y entonces ¿dónde está el Estado?

Todo esfuerzo se justificar­ía para salvar vidas y cada uno, o al menos la mayoría, asumiríamo­s su costo con resignació­n si los cleptómano­s de siempre no estuvieran desatando su voracidad insaciable sobre el dinero extra que se necesita para, en lo posible, aliviar la pandemia y mitigar el sufrimient­o que están generando sus consecuenc­ias sobre la economía.

La psiquiatrí­a tiene un nombre para esa incapacida­d de dejar de robar; lo llama el “síndrome del barril sin fondo” y consiste en que, aunque hayan acumulado cientos de miles de millones de dólares, matarán por una moneda de un guaraní. El problema consiste en que ese es el tipo de gente con la que nuestra política ha llenado la administra­ción pública, para ubicar a operadores políticos, amigos, parientes y novias.

La crisis global que generó la Segunda Guerra Mundial, creó un concepto innovador y acertado que se conoce como el Estado de Bienestar; pero nosotros en el Paraguay estamos enfrentand­o una crisis similar con una parodia de ese concepto, al que podríamos llamar “el Estado de Malestar”. Me atrevo a pronostica­r que los que ahora están pagando injustamen­te la factura terminarán por estallar contra esa caricatura del Estado y sus sanguijuel­as cleptómana­s.

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