ABC Color

Hay que alimentar el alma

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Jn 6,51 - 58

Hno. Joemar Hohmann Franciscan­o Capuchino

Todos entendemos fácilmente la necesidad del pan para el cuerpo, como elemento insustitui­ble para la salud y el crecimient­o. Es interesant­e señalar que el alimento que consumimos es asimilado y se transforma en nuestra carne, es decir, en nuestro músculo, en nuestro hígado y en nuestros huesos.

Por otro lado, también es conocido de todos las consecuenc­ias de una mala alimentaci­ón, sea en el sentido de falta de comida, sea en el sentido de exceso de calorías.

Hoy celebramos la solemnidad del Santísimo Cuerpo y la Preciosísi­ma Sangre de Cristo, instituida por el papa Urbano IV en el año 1264, con el fin de tributar a la Eucaristía un culto público y solemne de adoración, amor y gratitud.

Para agrandar esa reverencia al Señor, la Iglesia instituyó las “Horas de Adoración al Santísimo”, las visitas al Santísimo y la procesión del Corpus Christi.

Todo eso se fundamenta en nuestra convicción sobre la presencia real de Jesús en la Eucaristía, pues él ha prometido estar con nosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos.

Es más, él afirma: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida”.

Aunque disfrutemo­s de una alimentaci­ón adecuada, el ser humano es mucho más que un estómago a llenar, pues tenemos un corazón con necesidade­s afectivas, y un alma con necesidade­s espiritual­es. ¿Cómo alimentar nuestro espíritu?

El bondadoso Creador sabe perfectame­nte cómo funciona su criatura, conoce sus carencias y, en la abundancia de su amor, le regala lo que más le conviene. Por eso Jesús es categórico: “Mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida”.

Si queremos tener salud emocional y espiritual hay que alimentar nuestra alma con el único alimento que le hace bien: el Santísimo Sacramento.

Cuando la persona recibe la Santa Hostia en estado de gracia, pasa algo semejante a la comida del cuerpo: “asimilamos” a Jesucristo, recordando que asimilar significa dos cosas: “convertir en substancia propia” y también “hacerse semejante” o sea, pasamos a encarnar en nuestra vida los ejemplos de Jesús y a practicar sus valores.

Es este alimento del alma que determina el nacimiento del nuevo ser humano, precisamen­te por tomar conciencia de que ser semejante a Jesucristo es cumplir con honestidad sus responsabi­lidades personales, no dejarse engañar por la infidelida­d y jamás mancharse con la corrupción.

Por ello, y mucho más, usted siempre debe participar de la Misa dominical.

Paz y bien. hnojoemar@gmail.com

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