Ganamos en transparencia, pero ¡ahora falta justicia!
Todavía son pocas las declaraciones juradas de bienes y rentas (DD.JJ.) del sector público que van revelándose a través de los medios de comunicación y con datos de la página de la Contraloría General de la República. Con lo poco que ha empezado a salir, la ciudadanía está reaccionando con indignación ante lo que hace suponer desfachatados robos que están saliendo a la luz. Y decimos desfachatados porque estos ladrones, pese a no ser de poca monta, son de pocas, tan pocas luces, que ni siquiera supieron maquillar en forma sus DD.JJ. Es el hedor del pozo ciego descubierto lo que repugna, mientras de a poco vamos tomando conciencia de por qué intentaron –hasta último momento– seguir ocultando sus declaraciones bajo siete llaves.
Ahora recién entendemos por qué durante 31 años de vida democrática nos impidieron la transparencia y el acceso a la información pública, pese a que ya en 1992 la Constitución Nacional consagraba esa garantía a los ciudadanos, pero los ladrones públicos empotrados en los tres Poderes del Estado nos obligaron a pelear por algo que ya nos pertenecía desde entonces. Ahora entendemos por qué invocaban argumentos inverosímiles para prohibir conocer algo que en muchos países de la región está garantizado desde hace años, en forma gratuita y en internet. Ahora recién comprendemos por qué
descaradamente traficaban influencias de un poder sobre el otro y hacían esfuerzos sobrehumanos, rayando la ilegalidad, para impedir que se haga la luz sobre la podredumbre. Ahora recién se revela en toda su dimensión por qué un grupo de parlamentarios estamparon sus firmas para frenar la transparencia ciudadana: son los bribones que la historia recordará por haber intentado emboscar las garantías ciudadanas con rango constitucional, para protegerse entre ellos. Como lo hacen las gavillas.
La cueva de Alí Babá y sus 40 ladrones es un grano de arena comparado con lo que se está viendo que se ocultaba dentro de la cámara séptica acorazada, blindada y putrefacta que escondía las declaraciones juradas de bienes y rentas de autoridades y funcionarios públicos del Paraguay. Tanta oscuridad solo sirvió para que la podredumbre de rancio abolengo obtuviera un puerto seguro para seguir enriqueciéndose con tranquilidad, escondiendo sus inmuebles, vehículos, aviones y sus cuentas bancarias en Estados Unidos, Argentina, Suiza o Brasil. Mientras la ciudadanía es humillada y exigida permanentemente a rendir cuentas hasta del mazo de lechuga comprado en el mercado, estos sinvergüenzas usaban las declaraciones juradas para ocultar sus acumulaciones de riquezas absolutamente injustificables, pornográficamente ostentadas.
¡Presos debieran estar aquellos que entraron a la función pública a pie y luego salieron volando en aviones! ¡Presos debieran estar quienes ingresaron con una mano adelante y otra atrás, y al cabo de pocos años declararon cuentas bancarias saladas y reportaron millonarios bienes en joyas, obras de arte y hasta costosos “obsequios”! ¡Presos debieran estar aquellos que duplicaron patrimonios, que ingresaron sin casa propia y terminaron comprando inmuebles en Brasil y Argentina! Lo fueron haciendo periodo tras periodo, sea cual fuere el color del Gobierno de turno, porque no importa cuán enemigos aparentaran ser de día, ya que bajo la sombra de la noche no solo son amigos sino cómplices.
Todos juntos, igualados por la voracidad, han estado robando sin prisa y sin pausa bajo la dictadura de Alfredo Stroessner (ANR), los gobiernos de Andrés Rodríguez (ANR), de Juan Carlos Wasmosy (ANR), del efímero de Raúl Cubas Grau (ANR), de Luis Ángel González Macchi (ANR), de Nicanor Duarte Frutos (ANR), de Fernando Lugo (Alianza opositora), de Federico Franco (PLRA) y de Horacio Cartes, quien se afilió a la ANR para candidatarse a la Presidencia. Y claro, lo siguen haciendo también en el gobierno actual de Mario Abdo Benítez (ANR).
Hemos ganado la transparencia –que no es poca cosa tras 31 años de andar a ciegas– pero, lo más importante es que
¡aún falta justicia! La transparencia sin justicia es nada, es como si a 7 millones de almas hambrientas nos pusieran frente a una vidriera llena de luces y manjares... pero no pudiéramos tocarlos nunca; es solo mirar, escandalizarnos, comentarlo un par de días y remitirnos a disparar sustantivos y adjetivos desde las redes sociales.
La justicia está secuestrada por la misma gente agavillada en la cueva de la delincuencia. Si miramos alrededor veremos que durante los últimos meses hemos tenido una andanada de sobreseimientos de sospechados e imputados gracias a fiscales y jueces complacientes, apadrinados por los eternos políticos de turno.
La justicia está rompiendo sus propios registros de envilecimiento y no la vamos a reencauzar sin conminarla entre todos a que cumpla con su deber. La injusticia está empezando a tener nombres y apellidos: la de algunos ministros de la Corte que intentaron blindar la maloliente cueva de las declaraciones patrimoniales. La de la fiscala general del Estado, Sandra Quiñónez, que mantiene una tibieza vomitiva con los cartistas que la pusieron en el cargo, y ni qué decir la de los jueces que de noche farrean con sus enjuiciados y de día hacen la comedia de juzgarlos... para dejarlos limpios de polvo y paja. La injusticia también tiene el nombre del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados (JEM) que está aplaudiendo a los jueces que cometen prevaricato. La injusticia está hospedada en el aguantadero de algunos senadores y diputados que hicieron de todo para mantener apagada la luz al pueblo paraguayo. En la lobreguez nunca nos hubiéramos enterado de quiénes y cómo nos estaban saqueando, quiénes estaban lavando dinero malhabido, evadiendo impuestos, malversando fondos públicos.
Han empezado a aparecer las primeras delaciones contra varias de las autoridades y funcionarios públicos en el portal de denuncias de la Subsecretaría de Estado de Tributación, y
es de esperar que la ciudadanía inunde con sus aportes todas las instancias que correspondan para enfrentar este latrocinio. Los paraguayos y las paraguayas debemos empezar a ponernos de pie si no queremos vivir eternamente en la oscuridad, agachados, encadenados y obligados a trabajar para financiar los placeres de otros, sodomizados por quienes logran vivir despilfarrando el dinero robado a la salud, la educación, la vivienda, los caminos, la vida digna.
Pese a todos los inconvenientes, debemos empezar a luchar para escribir una página nueva, una donde nos unamos para impulsar el: “¡Destapemos juntos!”.