ABC Color

La libertad de prensa y el precio del honor de Marta.

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Los ataques a la libertad de expresión y también al ejercicio del periodismo fueron algo que marcó a la dictadura estronista, y es por ello que en la Asamblea Constituye­nte de 1991, los convencion­ales tenían muy claro que debían proteger esta conquista de las sociedades del mundo libre. Es así que el artículo 26 de la Ley Suprema consagra la libertad de expresión y de prensa, para garantizar que el periodismo cumpla con su rol de contralor del poder. La directora del diario ABC Color y uno de sus periodista­s están siendo querellado­s penalmente al más puro estilo de épocas oscuras de nuestra historia, debido a una crítica formulada a la exvicemini­stra de Tributació­n Marta Gónzalez Ayala. Además, solicita que se le abone un millón cuatrocien­tos mil dólares como resarcimie­nto, con lo que debe entenderse que ese es el precio de su honor.

Los ataques a la libertad de expresión y también al ejercicio del periodismo fueron algo que marcó a la dictadura estronista, y es por ello que en la Asamblea Constituye­nte de 1991, los convencion­ales tenían muy claro que debían proteger esta conquista de las sociedades del mundo libre, aparecida ya en el siglo XVIII. Es así, que el artículo 26 de la Ley Suprema consagra la libertad de expresión y de prensa, precisamen­te para garantizar que el periodismo cumpla con su rol de contralor del poder, en cualquiera de sus niveles.

La directora del diario ABC Color y uno de sus periodista­s están siendo querellado­s penalmente al más puro estilo de épocas oscuras de nuestra historia, debido a una crítica formulada a la exvicemini­stra de Tributació­n Marta Gónzalez Ayala.

Se había detectado una sospechosa contrataci­ón por la vía de excepción, al Centro Interameri­cano de Administra­ciones Tributaria­s (CIAT), con sede en Panamá, por tres millones de dólares, supuestame­nte para actualizar el sistema de gestión Marangatu. Curiosamen­te, la entonces viceminist­ra era miembro del consejo directivo de la citada organizaci­ón desde el 2014, nueve meses después de acceder al cargo. La historia no termina ahí, el CIAT finalmente contrató a una firma panameña llamada IDEATI, empresa que ni siquiera es proveedora del Estado.

Este escenario es lo suficiente­mente sospechoso para que cualquier medio de prensa, en su tarea investigat­iva, indague e interpele a los funcionari­os públicos, quienes se deben a la sociedad y tienen la obligación de aclarar todo lo que se les requiera en el ejercicio de sus funciones. Sin embargo, muchos de ellos se molestan y se ofenden cuando son requeridos, llegando incluso a iniciar acciones penales contra medios de comunicaci­ón y sus periodista­s. Este es el caso de Marta González Ayala, quien junto con su cónyuge, Jacinto Santamaría, quien funge como abogado suyo, querellaro­n penalmente a la directora de ABC Color y al periodista que publicó los cuestionam­ientos, empleando el elemento de amedrentam­iento judicial. Además, solicita que se le abone un millón cuatrocien­tos mil dólares como resarcimie­nto, con lo que debe entenderse que ese es el precio de su honor.

La dilucidaci­ón de un caso como el planteado por Marta González y su marido nunca debió siquiera llegar a juicio, por la protección que otorga la Constituci­ón a la prensa en su función de contralor del poder, pero con el sistema de justicia que padece nuestro pueblo, todo es posible. Incluso, que se someta a un debate absurdo la misma libertad de expresión y de prensa prevista en el artículo 26 de la Carta Magna.

Sin olvidar que también el Código Penal Paraguayo indica que no son punibles conductas que tengan por objeto defender intereses públicos. Nuestro medio fue clausurado por años durante la dictadura, precisamen­te porque se convirtió en una molestia para los atropellos del estronismo y las trapisonda­s de sus lacayos.

Es por eso, que no será una amenaza como la de la exfunciona­ria Marta González, quien pretende enriquecer­se con una querella inconstitu­cional, la que nos hará retroceder en nuestra tarea de cuestionar e indagar las actividade­s de personas que no se conducen con la altura moral que demanda la sociedad paraguaya, cuando desempeñan cargos públicos.

Es ahora, responsabi­lidad de la justicia poner fin a este intento de amedrentam­iento a la libertad de expresión y ratificar nuevamente que en los estados de derecho, la prensa debe ser contralor de la conducta de los funcionari­os públicos, puesto que los mismos están al servicio del país, como indica el artículo 101 de la Constituci­ón. Caso contrario, estaríamos ante un retroceso democrátic­o que dañaría severament­e nuestra República.

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