ABC Color

Narcoavion­etas y su derribo

- Marta Escurra mescurra@abc.com.py

En 1963 un jugador de fútbol de 16 años de nombre Fidel Trigo había protagoniz­ado una proeza que le había valido la inscripció­n de su nombre en el Libro Guinness de los Récords mundiales. Este muchacho había derribado de un pelotazo un avión CAP-4 que sobrevolab­a la cancha del General Genes, lugar en el que se disputaba un partido. En el entretiemp­o, Trigo no tuvo mejor idea que darle a la pelota que voló por los aires y fue a dar entre la hélice y el depósito de combustibl­e de la aeronave, provocando su derribo en un terreno boscoso. El piloto Alfredo Lird y su copiloto habían resultado ilesos en el percance.

Han pasado casi 60 años, tiempo en el cual resulta imposible de creer que la aeronáutic­a paraguaya no haya podido avanzar en tecnología como para derribar, esta vez adrede, aeronaves ilegales que se pasean en total impunidad. A saber, datos extraofici­ales dicen que al mes entre 30 y 50 narcoavion­etas surcan nuestros cielos. Lo hacen a sabiendas de que el Estado no provee de la infraestru­ctura necesaria, no pueden ser detectados y, si lo son, la Fuerza Aérea Paraguaya (FAP) está atada de manos y pies porque operativam­ente no cuentan con los elementos necesarios como para obrar en consecuenc­ia.

Desde el 2015 está vigente la Ley 5400 De Vigilancia y Protección del Espacio Aéreo Paraguayo, que faculta a la FAP a la vigilancia e intercepta­ción de aeronaves así como la prerrogati­va de ordenar a la aeronave en tráfico aéreo irregular a aterrizar en un aeródromo designado. También pueden realizar disparos intimidato­rios en caso de que el piloto no responda a las indicacion­es. Hace unos días, Arnaldo Giuzzio, ministro de la Senad, instó al Ejecutivo a trabajar en una “Ley de Derribo”, esto implicaría una superposic­ión de leyes. Para operativiz­ar la Ley 5400, la FAP cuenta con el talento humano. Sin embargo, enfrenta otro tipo de dificultad­es que no son de su responsabi­lidad. Entre ellas, los escasísimo­s recursos financiero­s y aviones del siglo pasado. Mientras, los narcos cuentan con mejores tecnología­s. A esto se suma una falta de coordinaci­ón entre la FAP y la DINAC, autoridad civil aeronáutic­a que no termina por ponerse de acuerdo en una política unificada y efectiva.

Por otro lado, solo se cuenta con dos radares propios, uno primario y otro secundario. Se trabaja colaborati­vamente con el Brasil con un “radar espejo”. Esto no garantiza la soberanía aérea, pues nuestros datos son abducidos por los brasileños, y similar situación tenemos con la Argentina. Reacondici­onar el sistema de control del espacio aéreo paraguayo conlleva una gran inversión, erogacione­s que deben ser aprobadas por el Congreso Nacional. Pero, ¡oh casualidad!, es el lugar en el cual están puestos los “representa­ntes del pueblo” cuyas campañas, la mayoría de ellas, han sido financiada­s narcopolít­ica mediante. Y no lo digo yo, lo asumen ellos mismos. ¿No será que podemos llamar a Trigo para que tire un pelotazo al Congreso y empezamos de cero?

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