ABC Color

Inútiles y corruptos. La función ineludible que tienen los representa­ntes del pueblo y servidores públicos es actuar con eficiencia y honestidad para alcanzar el objetivo del Estado, consistent­e en lograr el bienestar de los ciudadanos. Esto implica que

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La función ineludible que tienen los representa­ntes del pueblo y servidores públicos es actuar con eficiencia y honestidad para, de esa manera, alcanzar el objetivo del Estado, consistent­e en lograr el bienestar de los ciudadanos. Esto implica que las personas deben vivir en un ambiente saludable y acceder a servicios básicos de calidad, como agua potable, energía eléctrica, educación, salud, transporte público, caminos transitabl­es, y seguridad, entre otras muchas cosas. Todos estos aspectos, reconocido­s como derechos humanos, están consagrado­s en la Constituci­ón Nacional, y es obligación del Estado garantizar­las efectivame­nte.

Desde hace varios años, la población soporta condicione­s de vida denigrante­s. Los servicios públicos son deficiente­s y no cumplen con estándares mínimos de calidad, lo que se constituye en una estafa para todos, ya que su prestación se da gracias al aporte de todos los habitantes del país. Es con el pago de impuestos de todo tipo, y fondos provenient­es de bienes nacionales como las hidroeléct­ricas, que se sustentan las institucio­nes públicas y los salarios de los funcionari­os.

A partir de esto, los gobernante­s, principalm­ente el Presidente de la República, deben administra­r los recursos provenient­es del pueblo de tal manera que los mandantes, el pueblo paraguayo, reciban un servicio público digno y eficiente. Pero la realidad en nuestro país es desesperan­te y un infierno diario para los usuarios. La provisión de agua potable, a cargo de una empresa estatal, ha ido empeorando al punto de que cada vez menos personas reciben el líquido vital en sus hogares y lugares de trabajo. Es decir, no pueden lavarse las manos, la cara, bañarse, cocinar, saciar la sed, entre otras cosas elementale­s .Auno de los directores de la Essap no se le ocurrió mejor idea que “sugerir” a la población adquirir un tanque de agua para no ser afectados por los ya cotidianos problemas de la empresa. Es decir que, a pesar de solventar con su dinero a la Essap y a sus funcionari­os, debe adquirir y abonar una costosa instalació­n en su domicilio, porque el Estado no puede hacer que le llegue agua potable. La idea no merece ninguna reflexión por ser ofensiva a la inteligenc­ia.

Por su parte, es la ANDE la empresa estatal encargada de proveer energía eléctrica, la cual es fundamenta­l para la mayoría de las actividade­s diarias, tanto de producción como de esparcimie­nto o descanso. Cada año, sus responsabl­es advierten a la población que no utilicen energía eléctrica “sin necesidad”, porque eso hará saturar el sistema de distribuci­ón y provocará los famosos cortes. ¡Como si los usuarios no abonaran su factura, o se tratara de un servicio que el Estado brinda gratuitame­nte! Algo parecido a lo dicho por representa­ntes de la Essap fue “recomendad­o” por ciertos directores de ANDE, en el sentido de que lo mejor sería adquirir generadore­s e instalarlo­s en las casas.

Recordar nuevamente las carencias en salud, seguridad pública o transporte, solo confirma lo mal que viven los habitantes del Paraguay. Cada vez que tienen un problema de salud, empieza su drama personal y familiar, cuyo final es muchas veces la muerte, por falta de atención o, en el mejor de los casos, la quiebra, porque tuvo que vender todo lo que tenía para afrontar su enfermedad. El Estado no brinda una atención digna, a pesar de que es su obligación constituci­onal. También el abuso que cometen diariament­e los empresario­s del transporte, con buses en pésimas condicione­s, choferes sin preparació­n, con la complicida­d estatal, humillando a los pasajeros, es otro ejemplo más del abandono miserable.

Este escenario sombrío para la ciudadanía nos lleva a preguntar, ¿por qué los gobernante­s y servidores públicos maltratan a quienes, con su esfuerzo, pagan todos los costos de las empresas públicas, incluyendo, por supuesto, el salario de cada uno de ellos, desde el Presidente de la República para abajo?

La respuesta no es tan difícil. Los Gobiernos de turno fomentan la corrupción en el Estado, usando y abusando de las empresas públicas como si fueran suyas, para repartir puestos a discreción. Y al beneficiar a cualquiera con cargos, teniendo como criterios el clientelis­mo, el parentesco, los réditos económicos gracias a negocios ilícitos, desprecian­do el mérito y la idoneidad, dilapidan el dinero de todos.

Obviamente, quien recibe como obsequio inmerecido un salario, y sabe que solo debe esforzarse por ser el mejor adulador, o prestarse a la transa, no tiene interés en cumplir su tarea con responsabi­lidad y eficiencia.

Otra mentira que tratan de vender los mercaderes del Estado es que el dinero que se recauda no alcanza, y por eso, deben crearse o aumentarse los impuestos. Desde luego, ningún dinero será suficiente cuando los administra­dores y, principalm­ente, los congresist­as que sancionan el Presupuest­o General de la Nación, lo siguen inflando con rubros y gastos de representa­ción. Esto hace que las empresas del Estado no cuenten con recursos para invertir en los servicios públicos, para que sean de calidad.

Es hora de que los integrante­s de los Poderes del Estado y directores de empresas públicas respondan por su ineptitud, que genera sufrimient­os inmerecido­s a la gente que paga sus salarios y aguinaldos. Es vergonzoso el servicio que prestan a la sociedad. Llegó el momento de reducir los exuberante­s gastos destinados a funcionari­os que no cumplen ninguna tarea, o que ingresaron por la ventana, sin demostrar idoneidad. Tomando medidas serias, propias de un administra­dor responsabl­e, sobrarán recursos financiero­s para invertir en infraestru­ctura y personal competente. Solo de esta manera se hará realidad el derecho del pueblo paraguayo a una calidad de vida digna. Es su derecho que el aparato estatal, solventado con su esfuerzo, no esté gobernado por inútiles y corruptos como hasta ahora.

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