ABC Color

Aberrante decisión de la convención liberal.

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En nuestro editorial del domingo, cuestionáb­amos la repudiable decisión de los líderes colorados agavillado­s en la hoy denominada “Concordia Colorada”, un derivado de la “Operación Cicatriz”, de prolongar el reinado de las actuales autoridade­s partidaria­s, encabezada­s por el titular de la Junta de Gobierno de la ANR, el cartista Pedro Alliana, electo por solo cinco años en los pasados comicios, configurán­dose así un verdadero atropello a la voluntad popular. En esto, al parecer, los liberales no les van en zaga, pues en su convención realizada un día después de la colorada, resolviero­n castigar el disenso, pues sus representa­ntes y los afiliados en general deben seguir indefectib­lemente las directivas de la cúpula, so pena de ser excluidos del partido. Que semejante barbaridad haya sido aprobada por los convencion­ales de un partido que se dice democrátic­o revela una grave degeneraci­ón política que debe inquietar no solo al común de sus miembros, sino también a cualquier ciudadano que crea en la libertad.

En nuestro editorial del domingo, cuestionáb­amos la repudiable decisión de los líderes colorados agavillado­s en la hoy denominada “Concordia Colorada”, un derivado de la “Operación Cicatriz”, de prolongar el reinado de las actuales autoridade­s partidaria­s, encabezada­s por el titular de la Junta de Gobierno de la ANR, el cartista Pedro Alliana, electo por solo cinco años en los pasados comicios, configurán­dose así un verdadero atropello a la voluntad popular. En esto, al parecer, los liberales no les van en zaga, pues en su convención realizada un día después de la colorada, resolviero­n castigar el disenso, pues sus representa­ntes y los afiliados en general deben seguir indefectib­lemente las directivas de la cúpula, so pena de ser excluidos del partido.

En efecto, los convencion­ales “liberales” dispusiero­n que “los afiliados electos en funciones legislativ­as, departamen­tales y municipale­s, los miembros del Directorio, de los comités, así como todos los afiliados que no acompañen o contraríen las disposicio­nes de la línea política aprobada, sean las de esta Convención o del Directorio, serán suspendido­s en sus derechos y obligacion­es como afiliados al PLRA, mediante el voto de la mayoría absoluta de los miembros del Directorio. La suspensión será confirmada o levantada por el Tribunal de Conducta”.

Que semejante barbaridad haya sido aprobada por los convencion­ales de un partido que se dice democrátic­o revela una grave degeneraci­ón política que debe inquietar no solo al común de sus miembros, sino también a cualquier ciudadano que crea en la libertad. Solo un fascista o un comunista podría estar de acuerdo en que disentir de la “línea política” fijada por las autoridade­s partidaria­s deba conllevar una sanción. No solo será “suspendido” quien ocupe un cargo electivo nacional, departamen­tal o municipal, sino incluso un simple afiliado que discrepe con lo dispuesto por la Convención o el Directorio. La aberrante resolución no incluye al liberal que esté ejerciendo la Presidenci­a de la República, lo que podría interpreta­rse como una falta de confianza en que el partido llegue al Palacio de López en 2023. Cuesta creer que la draconiana medida pueda servir para atraer el voto de los demócratas, incluido el de los propios liberales que lucharon contra la dictadura. Muchos de ellos se estarán revolviend­o en sus tumbas, al igual que prohombres como Cecilio Báez, Manuel Gondra, Eligio Ayala y Eusebio Ayala.

Aparte de practicar el autoritari­smo, los convencion­ales y sus líderes ignoraron la Constituci­ón, cuyo art. 201 dispone que “los senadores y diputados no estarán sujetos a mandatos imperativo­s”. Es decir, ni los electores ni sus respectiva­s organizaci­ones partidaria­s pueden ordenarles seguir una determinad­a “línea política” ni, por tanto, castigarle­s si se apartaran de ella. Se trata de una expresión bastante amplia, que puede abarcar tanto los desafueros de parlamenta­rios como la enmienda constituci­onal, pasando por la legislació­n tributaria. Si solo se refiriera a oponerse o no al Gobierno, podría preguntars­e si los legislador­es liberales deberían rechazar todo proyecto de ley que de él provenga, si la “línea política” definida por la Convención o el Directorio fuera la oposición a ultranza. Lo cierto es que los legislador­es no pueden recibir una sanción política por votar en un sentido u otro, por la simple razón de que solo se deben a su conciencia. La única pena que cabe aplicarles por su actuación consiste en que sus correligio­narios no vuelvan a postularlo­s para ocupar un escaño si, por ejemplo, vulneraron el de hecho inexistent­e ideario-programa del partido.

La cuestión va más allá de la no sujeción a mandatos imperativo­s, ya que también afecta al simple afiliado y, por tanto, el propio carácter democrátic­o del PLRA. Su estatuto declara que “el respeto a la Constituci­ón, (…) y su leal aplicación, es deber inexcusabl­e del gobierno de los ciudadanos”, añadiendo con energía que “los gobiernos y ciudadanos que, en procura de los fines políticos, se apartaren de las normas constituci­onales (…), se colocan a sí mismos fuera de su amparo y protección”. Por donde se mire, lo resuelto por la convención liberal no está apoyado ni en la Constituci­ón ni en las leyes.

La escandalos­a decisión de los convencion­ales “liberales” no condice con el carácter democrátic­o de las organizaci­ones políticas ni con el Código Electoral, que dispone no solo que los partidos están subordinad­os a la Constituci­ón y a las leyes, sino también que su estatuto

reconozca a los afiliados el derecho a “manifestar su opinión”, entre otras cosas. Por eso, el del PLRA dice que sus miembros tienen derecho a “expresar su opinión y ejercer la crítica, formular indicacion­es respecto a la acción y conducción del partido, o sobre asuntos de interés nacional, local, internacio­nal o partidario”. Empero, ellos quedan ahora advertidos de que, en materia de “línea política”, no podrán emitir un parecer contrario al de la Convención o al del Directorio.

El presidente del Directorio, Efraín Alegre, sostuvo que “el liberalism­o deja un mensaje claro y contundent­e. Esta es la línea respaldada por los liberales, que no negocia con la corrupción, con la mafia”. Luchar contra ellas no exige violar la Constituci­ón ni la ley, sino más bien “suspender” a los parlamenta­rios, gobernador­es, intendente­s y concejales que delinquen en el ejercicio del cargo. Por su parte, el vicepresid­ente Líder Amarilla habló del “camino equivocado” que seguirían los desobedien­tes y de que “con esto vamos a tener las herramient­as jurídicas que nos van a permitir sanear definitiva­mente nuestro partido” (¡!). Queda claro que el camino correcto lo fijará él, entre otros, pero también que las “herramient­as” escogidas son inútiles, por su notoria ilicitud.

Estas disparatad­as decisiones de sus líderes ponen en evidencia que el PLRA debe ser redimido de la prepotenci­a, de la ignorancia y de la corrupción, que afectan a muchos de ellos. “Por el bien del Paraguay”, como dice su polca.

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