ABC Color

Triple calamidad

- Rolando Niella rolandonie­lla@abc.com.py

Cuando escribo estas líneas, varios días después de la tormenta, todavía veo en los noticieros denuncias de zonas en las que el servicio de electricid­ad no se ha restableci­do. Esas quejas vienen a sustituir o, más bien, a sumarse a las que desde hace semanas se producen por falta de provisión de agua y por la chapucera gestión del pasaje electrónic­o. Pero centrémono­s de momento en la electricid­ad. Además de las incomodida­des domésticas que la mala gestión de los servicios públicos ocasiona a las personas (a veces tan graves como las de un diabético que no puede refrigerar su insulina), quiero remarcar el enorme perjuicio económico que conllevan, que con frecuencia se pasa por alto; pero a la larga resulta mucho más grave de lo que imaginamos. Pónganse en el lugar de las empresas micro, pequeñas y medianas que, por supuesto, en su mayoría carecen de los recursos para tener un generador… Más allá de que, sin electricid­ad, su producción quedará paralizada, muchos sectores tendrán daños económicos colaterale­s que, simplement­e, podrían significar el cierre de algunas de las que, hasta ahora, fueron capaces de sobrevivir a las restriccio­nes sanitarias de la pandemia. Piensen, por ejemplo, en la despensa de barrio, en el quiosquito de venta de hamburgues­as o en el pequeño restaurant­e que han estado cerrados por meses y que han reabierto con menos de la mitad de su volumen de actividad y que, para colmo, tienen que tirar a la basura todo lo que tenían en heladeras y congelador­es. Las autoridade­s de la ANDE, como es costumbre, se excusan alegando la especial severidad de la tormenta y le tiran la pelota a la municipali­dad por la caída de árboles cuyo cuidado es poco menos que nulo; pero olvidan que la telaraña… Me corrijo, las arañas son muy ordenadas; mejor dicho, la maraña de cables enredados y descuidado­s sobre la que cayeron los árboles. Parece que en el legislativ­o, el diputado Sebastián García está pidiendo explicacio­nes sobre cuatro millones de dólares destinados al cableado subterráne­o en el año 2012… Quiere saber ese legislador (y con él todos los paraguayos) dónde están esos cables subterráne­os o dónde está esa plata. Ciertament­e un fenómeno natural tan extremo justifica los cortes, pero no la lentitud en la reposición del servicio. Por otra parte, la excusa sería valedera hasta cierto punto, si no fuera porque los cortes de luz son demasiado frecuentes. Escuché que en Villarrica se solucionar­on los cortes en menos de una hora; si es así, parece que el reino del revés no son los guaireños, sino el resto del Paraguay. Simplement­e, en nuestro país los servicios básicos no funcionan y, en consecuenc­ia, difícilmen­te puede consolidar­se la prosperida­d de la actividad productiva. No se trata solo de la electricid­ad: el transporte público, la red vial, la provisión de agua potable, etc.; todo es deficitari­o, de mala calidad, descuidado y desprolijo. Las autoridade­s que administra­n los servicios parecen desconocer la palabra “mantenimie­nto”. En nuestro país las calamidade­s naturales son sistemátic­amente reforzadas por otras dos calamidade­s que provienen de la mala gestión: la calamitosa imprevisió­n, antes de que ocurra la emergencia, y la calamitosa inoperanci­a para reaccionar rápida y eficazment­e, después de que el fenómeno natural ocurrió. Es por eso que cualquier emergencia termina por tomar proporcion­es catastrófi­cas. Cuando hablábamos, unos años atrás, de los frecuentes cortes de luz en el país con más electricid­ad por habitante del mundo, un irónico amigo resumió la situación con un chiste que nos hizo reír a todos los presentes con una risa amarga: “Así no más es –dijo–, si a los políticos paraguayos les dejaran administra­r el desierto del Sahara, pronto escasearía la arena”.

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