“S”
S, de “sociedad”. La “sociedad” es esa realidad que tomamos por dada, en la que entendemos que estamos insertados. Derivada originalmente del latín socius (acompañante), el teórico cultural Raymond Williams en su trabajo clásico Keywords . A
vocabulary of culture and society, repasa cómo entre las modificaciones en sus usos a través de la historia, “sociedad” pasa de referirse a compañerismo o compañía activa en términos más inmediatos, a una noción más amplia y general significando ese conjunto de instituciones y relaciones que articulan el espacio que cohabitamos en grandes comunidades.
En contra de perspectivas explicativas psicologizantes de la sociedad, a fines del siglo 19 E. Durkheim argumentaba en torno a la especificidad de lo social. La sociedad, lo social, nos pesa. La sociedad (instituciones, relaciones, normas, valores, discursos) nos impone, nos interpela, nos “obliga”. Si miramos a nuestro alrededor, a todos los problemas y malestares que nos aquejan, habría que preguntarnos si la sociedad nos sigue pesando igual que antes. Frente al ‘nosotros’ mínimamente requerido para reconocernos como parte integral de una comunidad, prevalece una cultura hegemónica del ‘yo’ en casi todos los ámbitos a donde uno mira: yo el consumidor, yo el ciudadano-espectador, yo el que arreo por lo mío, yo y que se fastidien los demás. Usando otro concepto durkheimiano, reina la anomia generalizada.
El asunto es serio. No hay duda de que podemos señalar problemas específicos y asuntos apremiantes que deberían atenderse: desigualdades de todo tipo, agresiones y opresiones que se manifiestan de distintas formas, corrupción en lo público y lo privado, la banalidad como código cultural imperante, el hedonismo que adereza la indiferencia, la destrucción del medioambiente, etc., etc. Ahora bien, todo lo anterior, tomado en su conjunto, apunta a una amenaza fundamental (porque fundamenta lo demás). Hemos llegado al punto del juego en el que lo que tenemos de frente es el riesgo mismo de que se erosione el lazo social, la sociedad. Y ante ese abismo, ¿qué haremos?