Cárcel
Un viejo amigo colombiano que vino a Puerto Rico para participar en el Congreso de la Lengua, me hizo la típica pregunta que hace cualquier forastero que se interesa por lo que le rodea. Quiso saber cuál era la situación a la que se enfrentaba la Isla a corto y largo plazo. Le contesté con números: le expliqué lo que se debía; los pagos que vencen antes del verano; el polvoriento y miserable estado de las arcas públicas y, por último, las sofocantes ataduras que impiden que el País se agarre hasta de un clavo ardiendo.
A continuación me dijo: “¿Y qué previsiones has tomado tú?”
Me quedé perpleja, porque de pronto me di cuenta de que esa pregunta en apariencia íntima, es la que deberíamos hacernos todos, unos a otros, y también la que ha debido hacernos el gobierno: cómo nos estamos preparando; cuán a menudo discutimos en familia o con los compañeros de trabajo las estrategias de supervivencia; cuánto estamos entendiendo lo que nos sucede.
La pregunta más elemental del mundo, la que enseguida se le ocurre a un extranjero que acaba de llegar al País, resulta que el gobierno no se la hace a sus ciudadanos.
“¿Qué previsiones has tomado tú?”, insistió el colombiano, “¿o es que a ti no te va a afectar?”
Le aseguré que a casi todos nos está afectando, y que el golpe que supondría el impago de los próximos meses se reflejará prácticamente en cada hogar, cada comercio, cada industria del País. Todos tendremos que aterrizar, en mayor o menor medida, pero hay un sector inmenso de la población, incluso personas estudiadas y leídas, que ven los diarios y oyen las noticias, que no han encajado aún la posibi- lidad del derrumbe.
¿Por qué no le acaban de decir a la gente que las elecciones penden de un hilito y que probablemente haya que posponerlas? Eso ayudaría a muchos a abrir los ojos con respecto a otras situaciones que van a surgir, ciertamente más graves que el hecho de posponer los comicios. Pero se sigue viviendo en la ficción, no hay opio más adormecedor que el de la campaña electoral.
¿Quién le va a regalar a Puerto Rico $30 millones o $40 millones para unas elecciones? Al Congreso de los Estados Unidos le importa un pito si en la Isla se vota o no se vota. Nadie en el gobierno, ni en la leonera que es la Comisión Estatal de Elecciones, puede garantizar la celebración de elecciones en noviembre. Si lo hicieran, si aseguraran más allá de toda duda que no hay peligro de que se suspendan, me arrodillo en este espacio y les pido disculpas. Pero no creo que estén en posición de asegurar ni siquiera la hora.
El Congreso sigue tomándose su tiempo, dándole vueltas a lo que autorizará o no autorizará para la Isla. El borrador del proyecto que prometieron presentar antes de fin de marzo, está todavía en veremos. ¿Quién tiene prisa aquí?
No hubo ni siquiera prisa para investigar el pavoroso escándalo de la compra a sobreprecio de los terrenos en el Corredor Ecológico del Noreste. Han pasado muchos años, se han ido escabullendo los culpables (altos mandos en La Fortaleza, jefes de agencia, tasadores, abogados, intermediarios), hasta que por fin el presidente de la Comisión de Recursos Naturales del Senado, Cirilo Tirado, anuncia esta semana que se someterá un informe al Departamento de Justicia, a ver si hay posibilidad de recuperar el dinero.
Posibilidades microscópicas, puesto que han reaccionado demasiado tarde.
El pago de millones y millones en exceso ha sido parte de una conspiración escalofriante. En la Legislatura, donde tantos ambientalistas suplicaron que se investigara el asunto, el único que en realidad se preocupó fue el senador Larry Seilhamer. Había demasiada gente importante implicada, y casi todos los legisladores rehuyeron la pesquisa.
Resaltó Cirilo Tirado que hubo fun- cionarios que “miraron hacia otro lado con respecto a la protección del dinero del pueblo”. Sabe perfectamente que para donde en realidad miraron esos funcionarios fue para sus bolsillos. A todos les escurre el fango. Si hoy no hay dinero para pagar la transportación de los estudiantes de la escuela pública, y si en agosto no hubiera para alimentos en los comedores escolares, que rebusquen en los bolsillos de los que recibieron sumas indecentes por la venta de terrenos en zonas donde jamás hubieran podido construir ni una cabaña.
Pero que rebusquen, además, en los bolsillos de los que autorizaron esos desembolsos, sin molestarse siquiera en firmar el papeleo, por internet fueron aprobando cifras millonarias, accediendo a cualquier cantidad que les pidieran los dueños de las fincas en el Corredor, algunos de los cuales agarraron el botín y desaparecieron.
Eso es lo que revela el informe del Senado; lo irreparable en un momento como éste. Deberían pagar todos con cárcel.
Se mueren de la risa cuando digo cárcel.
El pago de millones y millones en exceso ha sido parte de una conspiración escalofriante.