Las universidades tienen que responder al País
Las estadísticas que revelan que solo una tercera parte de los estudiantes que ingresan a programas de bachillerato se gradúa en seis años evidencian la necesidad urgente de ajustar los ofrecimientos académicos al perfil cambiante de los alumnos, el cual
Este reprobado índice de graduación obliga a cuestionar la desconexión entre los ofrecimientos de los sistemas de educación postsecundaria y la realidad de oportunidades escasas de un país cuyas instituciones públicas y privadas no acaban de reinventarse para asumir su papel de forjar y equipar a la generación sobre la que recae la tarea de levantar a Puerto Rico.
Nos encontramos en un escenario impermisible que es injusto con una generación que no encuentra en la universidad el camino de progreso que ésta significó para sus mayores.
En las estadísticas del Consejo de Educación de Puerto Rico inciden diversidad de variables que pueden afectar las tasas publicadas, pero se sabe que factores como el auge de las telecomunicaciones y de Internet han desinteresado a muchos estudiantes por algunos ofrecimientos académicos tradicionales. Sin descuidar el valor del conocimiento tradicional forjador, las universidades tienen que moverse con los tiempos.
No hay duda de que el perfil del estudiante universitario ha cambiado. Según datos de las propias universidades, ha disminuido el número de alumnos a tiempo completo y crecido el de aquellos que, por una u otra razón, dividen su tiempo entre estudios y trabajo.
También es un hecho que la disminución de la población en la Isla se ha traducido en menos alumnos en kindergarden que los que cursan el cuarto año de escuela superior. De hecho, el promedio de la familia puertorriqueña, que se componía de cuatro miembros, ahora es de apenas 2.96 integrantes, según estadísticas recientes.
En medio de la incertidumbre, a pesar de que solo al- canza a 37%, la tasa de graduados en el año fiscal 2014-2015 representa el mejor rendimiento en cuatro años. En el año 2011-2012, la tasa fue de 32.1%, subió a 34% al año siguiente, y a 36.3% en el 2013-2014 antes de alcanzar la cifra actual. Aún así, ese desempeño no compara remotamente con Estados Unidos, cuya tasa de graduación ronda el 60%.
La meta de las universidades puertorriqueñas, al menos en el caso de los recintos de la Universidad de Puerto Rico, es llegar a graduar al 40% de sus estudiantes en los próximos años. Esta proyección es demasiado tímida.
La seriedad del dilema llama a las universidades públicas y privadas a revisar sus ofrecimientos, y hasta los horarios de clases, para responder con éxito a estos tiempos retantes y marcados por nuevas tendencias sociales.
En tiempos de crisis como ésta que nos azota, hay que prestar atención especial al perfil socioeconómico del estudiante, cuya vida universitaria es afectada por la precariedad de los ingresos propios o familiares y el desempleo. Es una población tentada a sumarse a la ola migratoria buscadora de mejores oportunidades de trabajo.
Como acertadamente plantea el presidente de la Universidad del Sagrado Corazón, Gilberto Marxuach, las universidades tienen que decidir si van a quedarse en su estado actual y pretender que sean los estudiantes los que se amolden a ellas, o si se ajustarán a la nueva realidad.
En todo este cuadro complicado, es bien preocupante el efecto que la marcada reducción en el número de universitarios tendrá sobre el futuro del País y si, como señala el presidente de la Universidad Interamericana, Manuel Fernós, tendremos el recurso humano que necesitamos para desarrollar a Puerto Rico.