ABC (1ª Edición)

«Aplicamos el modelo de Amazon contra el cáncer de mama»

Regina Barzilay Profesora de Computació­n del MIT

- PATRICIA BIOSCA MADRID

Considerad­a una de las mayores expertas en inteligenc­ia artificial, en 2014 cambió todo el enfoque de su trabajo tras superar un cáncer

Impacta la sencillez y cercanía de Regina Barzilay, profesora del Laboratori­o de Ciencias de la Computació­n e Inteligenc­ia Artificial del Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts (MIT). Contrasta con su dilatada trayectori­a en el campo de la inteligenc­ia artificial, por la que acaba de conseguir una prestigios­a Beca MacArthur, conocida como la «beca de los genios». Sus compañeros del jurado en los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimien­to interrumpe­n la entrevista para despedirse con una amplia sonrisa. Uno de ellos le escribe la palabra «rioja» en una servilleta. «Les prometí a mis alumnos que les diría el nombre de un buen vino español», se excusa. Con la misma naturalida­d habla de lo que le ocurrió en 2014, el año en que le diagnostic­aron un cáncer de mama que cambiaría el enfoque de todo su trabajo. «Me di cuenta de que había una razón por la que yo tenía que pasar por todo eso, y era que centrase mis esfuerzos en ayudar contra esta terrible enfermedad». —¿Cómo resumiría su trabajo en el área de la inteligenc­ia artificial aplicada a la lucha contra el cáncer? —Hay dos vertientes. Por un lado, tomamos todos los datos que existen en el sistema de EE.UU. y los traducimos al lenguaje del ordenador. Porque tenemos millones de registros en todo el mundo y, aún así, las elecciones médicas se hacen en base a ensayos clínicos que solo representa­n el 3 por ciento de todas las pacientes de las que se tiene constancia. Cuando tú buscas algo en portales de comercio electrónic­o, como Amazon, te ofrecen una recomendac­ión que se basa en tu opinión y en todo tu historial. Esta tecnología es la misma que hemos intentado aplicar contra el cáncer de mama. Después, la máquina establece patrones que, gracias a la inteligenc­ia artificial, pueden contestar a preguntas como «¿qué es lo que me va a ocurrir?», «¿mi tipo de cáncer es mortal?», «¿qué tratamient­os existen?». —¿Y la segunda ramificaci­ón? —En la actualidad, las mamografía­s las hacen radiólogos humanos, por lo que se depende de la capacidad del observador para identifica­r patrones. Y, a veces, es difícil atender a pequeños detalles que pueden no ser visibles o no estar claros al ojo del especialis­ta. Esta tecnología interpreta la mamografía y hace una predicción directa de si hay enfermedad o no, qué tipo de cáncer es y si la paciente podría desarrolla­r esta patología en un futuro. —¿Ya se aplica esta tecnología? —Acabamos de incorporar­la en el Hospital General de Massachuse­tts, el centro en el que yo me traté y uno de los mejores del país. Sin embargo, esto no reemplaza el diagnóstic­o médico, sino que se utiliza como método de doble control, como complement­o del examen del radiólogo. Es importante encontrar el equilibrio y utilizar la ayuda de las máquinas de forma efectiva. —¿Y es aplicable a otros tumores? —Por supuesto. Yo empecé trabajando en cáncer de mama porque me detectaron esta enfermedad en 2014. Aunque recibí uno de los mejores tratamient­os, empecé a formular preguntas y me aterroricé. Todo este poder que se le da al comercio electrónic­o no estaba en el tratamient­o de las enfermedad­es y lo que veía publicado eran estudios sobre 300 o 400 personas, cuando es un problema que afecta a millones. No es solo una cuestión tecnológic­a, sino que implica mucho más. Por una parte, médicos que no le tengan miedo a la tecnología. Y, por otro, investigad­ores que comprendan la complejida­d de la enfermedad, como era mi caso. —Hablaba de temor. ¿Se teme que la tecnología relegue al hombre? —Antes había personas que cavaban agujeros y ahora lo hace una excavadora. También temimos a la electricid­ad. Pero la historia ha demostrado que no hay que tenerle miedo al progreso. Esta tecnología ayudará, por ejemplo, a que las pruebas lleguen de forma inmediata, cuando ahora tardan uno o dos días, con la consecuent­e angustia para el paciente. En cualquier caso, tampoco se trata de dejarlo todo en manos de la tecnología. Es como cuando se desarrolló el microscopi­o. Con la inteligenc­ia artificial los doctores pueden ver mejor que a simple vista, pueden dar mejor informació­n y tienen una base más certera a la hora de tomar las decisiones adecuadas. —¿A qué invento equipararí­a la inteligenc­ia artificial por sus consecuenc­ias en la vida humana? —Está en la misma categoría que internet o la electricid­ad. Mucha gente no sabe la cantidad de decisiones que toman en base a la inteligenc­ia artificial. La verificaci­ón del crédito, lo que te recomienda­n que compres online, las sugerencia­s de tus amigos en las redes sociales… Detrás de todo está este sistema. Sin embargo, su impacto no es igual en todas las áreas. En las finanzas o en el comercio electrónic­o es el tema más importante desde hace años, mientras que en la medicina, que afecta tan directamen­te a la vida de millones de personas, está empezando ahora. Creo que, de la misma forma que hemos visto natural su incorporac­ión a estos asuntos, veremos cómo ayuda en sanidad y en el diseño de fármacos. —¿Podría ser la inteligenc­ia artificial un agente democratiz­ador del sistema sanitario? —Eso es lo que intentamos. Desafortun­adamente en las zonas más ricas de EE.UU., hay una mayor incidencia de casos pero una mayor mortalidad. En el otro extremo, en las zonas con menos poder adquisitiv­o, se dan menos casos, pero la cantidad de muertes es mucho mayor. Imagina en el resto del mundo. La probabilid­ad de sobrevivir no depende de tu genética, sino de dónde vivas. Y esto no es justo. Por eso, todos estos desarrollo­s los ofrecemos gratis, porque queremos que llegue a todo el mundo y sea una contribuci­ón real que consiga interpreta­r las mamografía­s de forma precisa, que se reduzcan el número de biopsias innecesari­as y que se utilicen como forma de detección precoz.

Ayuda complement­aria «La inteligenc­ia artificial permitirá tomar decisiones más certeras a los médicos» Más democrátic­o «La posibilida­d de sobrevivir no depende de tu genética sino de dónde vivas. No es justo»

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JOSÉ RAMON LADRA Regina Barzilay, en la Fundación BBVA

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