El otro president
ALBERT BOADELLA ACTOR, DRAMATURGO Y PRIMER PRESIDENTE DE TABARNIA
« Quiero seguir siendo copropietario del Museo del Prado de Madrid, de la Alhambra de Granada y del Pilar de Zaragoza». Esta era una de las razones imbatibles que arguyó Albert Boadella Oncins (Barcelona, 1943) el día que, esta misma semana, se convirtió en el primer presidente de Tabarnia, la «broma-no tan broma» que ha hecho fortuna en la opinión pública y que tan mal han encajado los «indepes», pues en el fondo desnuda al soberanismo ante el mismo espejo que desfiguraba a aquellos esperpentos del Callejón del Gato que inmortalizara Valle Inclán. De tal manera que el discurso del «payaso» –así se definió Boadella– resultó bastante más creíble que el del forajido de Bruselas, que ese mismo día tomaba posesión de su acta de diputado, a distancia y mientras otros cogolpistas están en prisión provisional.
Boadella es un referente del teatro en Cataluña y el resto de España, uno de los grandes renovadores de la escena desde finales de los sesenta a lomos de Els Joglars, una compañía que hizo de la sátira el libreto de su dramaturgia, tan mordaz como reveladora, entregada a la crítica, de esa que hace pocos amigos.
El «Ubú president», donde descuartizaba la figura política de Jordi Pujol, le valió la enemistad eterna con el nacionalismo, que desde entonces le ha convertido en uno de sus enemigos preferidos. En 2007 su ensayo «Adiós Cataluña. Crónicas de amor y de guerra», ganó el XXIV Premio Espasa de Ensayo. En la presentación del libro, explicó que su adiós a Cataluña no era metafórico, sino real por el boicoteo que sufrían sus obras a ese lado del Ebro.
Vino a Madrid, donde dirigió los Teatros del Canal, y desde donde siguió militando en la causa anti «indepe», hablando claro, desarrollando su creatividad, yendo a los toros (lo que no puede hacer allí), respirando, en fin, un aire que le resulta más libre, en una tierra que ofrece tantas oportunidades que uno puede llegar a presidente de algo, hoy por hoy tan legítimo como lo puedan ser Puigdemont y su lacito.