ABC (1ª Edición)

FOLCLÓRICA­S

El secretario general del PP no sabe lo que es un partido de extrema derecha. Muchos tampoco saben qué es el PP

- ROSA BELMONTE

CAROLINA Punset dice no comprender «cómo puede uno acostarse socialdemó­crata y levantarse ultraliber­al». Sobre Ciudadanos, claro. «Es como si el Partido Popular mañana se levantase socialista». También recrimina al partido que abandona estar peleando por el voto de personas «muy de derechas» y no de gente «moderada, relevante, significat­iva». ¿Quién será esa gente? Por su parte, Ciudadanos (no te vas tú, te echamos nosotros) le había abierto un expediente de expulsión por reunirse con Puigdemont el día 9 de octubre en Waterloo usando un coche oficial del Parlamento Europeo. Estaría, como dice Pablo Iglesias, abriendo espacios de diálogo (él, con Junqueras o Puigdemont, mientras hace de Lenin). Tiene narices que pongan verde a Dolors Montserrat por su aturullada actuación en el Congreso y lo de abrir espacios de diálogo, aunque dicho de manera clara y lenta, no tenga pena de destierro.

Teodoro García dijo ayer donde Alsina que no sabe lo que es un partido de extrema derecha. En España no destacaban partidos de extrema derecha porque si existían seguidores de sus postulados estaban integrados en el PP. Pero muchas personas, de extrema derecha o simplement­e hartas del PP, miran ahora para otro lado. Porque el de Vox también es un voto punki. Lo que sí tendrá claro Teodoro García es que mañana el PP no se va a levantar socialista. De hecho, el PSOE parece ser ahora su único rival, aunque los votos se sigan yendo hacia Ciudadanos y hacia Vox (según Aznar, Santiago Abascal es un chico con cualidades). Habría que saber en todo caso qué es eso de ser ultraliber­al, de extrema derecha o de cualquier otro concepto político dicho a la ligera. Que aquí tampoco hay un cuerpo de ideas que defiendan Edmund Burke y Thomas Payne, en cuya confrontac­ión nace la derecha y la izquierda. Me contó un amigo que un paciente le confesó estar muy preocupado con Vox. Mi amigo le dijo que a él le preocupaba­n lo mismo los partidos de extrema derecha que los de extrema izquierda. Y el paciente: «Pero en España no hay partidos de extrema izquierda». Amárrame los pavos. Y ciérrame espacios de diálogo.

Umbral escribió que Ruiz-Mateos se convirtió en una folclórica tras la expropiaci­ón de Rumasa. Los tartazos, los tortazos y los disfraces formaban parte de un chusco movimiento de guerrilla encaminado a llamar la atención. Parece que el nuevo PP haya tomado el camino del folclore (lo del PSOE es el circo). «El PP ha vuelto», dijo en su discurso Casado cuando ganó las primarias. Lo único que nos queda claro en el ideario es la bajada de impuestos, la unidad de España y Suárez Illana a pespunte. Lo demás llega a ser sorprenden­te. El discursito de Dolors Montserrat en el Congreso frente a Carmen Calvo no era ininteligi­ble, era un intento de hacer de Federico. Cualquier oyente de Federico sabe lo que estaba diciendo. Pero no es Federico y lo hizo tan mal que fracasó. Y desde entonces Montserrat es la Lopetegui del PP. Teodoro García es folclórica cuando asegura que «el Gobierno andaluz gasta más en prostituta­s que en educación» (y se ratifica usando las cifras a su antojo). Casado es folclórica al soltar que la Andalucía de Susana Díaz es como la Cuba de Castro. Pero no es folclórica Tejerina, aunque se le malinterpr­ete. La única que parece moderada en un partido que ahora no juega a la moderación. Que parece frivolizar con la falta de rigor para marcar territorio.

Ayer fui al banco y allí les consta que he nacido en Cabo Verde. Teodoro García dice que no es autoritari­o, que es de Murcia. Por suerte, me pilla lejos.

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