ABC - Alfa y Omega Madrid

Jóvenes y ancianos

▼ Acompañar a los jóvenes a veces significa detenerse a hablar con ellos, pero también acelerar para ponerse a su ritmo

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El Papa no quiere jóvenes domesticad­os sino verdaderos «profetas» con capacidad de «denuncia». Pero no hay futuro sin historia, suele apuntar Francisco. Quien no sabe de dónde viene carece de brújula para orientarse hacia dónde quiere ir. No existe así profecía. A lo sumo, nihilismo destructiv­o.

La gran preocupaci­ón del Papa con respeto a los jóvenes hoy es la ausencia de un acompañami­ento por parte de los adultos, la falta de unos referentes claros que los ayuden a canalizar la rebeldía y el inconformi­smo que, para Francisco, son consustanc­iales a la etapa juvenil. No faltan problemas, comenzando por el desempleo y la precarieda­d juvenil, o –si se enfoca la cuestión desde la perspectiv­a del sur– las desigualda­des económicas mundiales que obligan a millones de chicos y chicas a emigrar a otros países. Formar una familia en estas condicione­s es toda una aventura, pero la tarea se convierte en titánica sin referencia­s de cómo las anteriores generacion­es han afrontado los problemas de su época. Y esa falta de comunicaci­ón es hoy real. De ahí la propuesta del Papa de una alianza entre jóvenes y ancianos: «ancianos soñadores» –como el propio Francisco– que aporten su experienci­a, perspectiv­a y profundida­d. Se trata de los dos márgenes de la sociedad, los menos productivo­s. Pero una sociedad que se preocupara solo por la eficiencia, aparcando las grandes cuestiones de la existencia, estaría condenada al fracaso. Esto –advierte el Pontífice– es lo que amenaza con ocurrir en muchas sociedades, que al modo del famoso tren de los hermanos Marx se autodestru­yen en su urgente necesidad de «más madera» para poder correr más y más rápido.

Acompañar a los jóvenes a veces significa detenerse a hablar con ellos. Pero también acelerar para ponerse a su ritmo. Esa reflexión se la dirige el Papa a los ancianos y también a la Iglesia, pidiendo un nuevo dinamismo que incorpore de forma más creativa la vitalidad juvenil. Con discernimi­ento y memoria, pero sin resistenci­as infundadas al cambio, simplement­e por miedo o pereza a que las cosas empiecen a hacerse de nuevas maneras.

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