ABC - Alfa y Omega

El rey de los judíos

- Daniel A. Escobar Portillo Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid

Aunque desde 1925 la Iglesia celebra la fiesta de Cristo Rey en otra fecha, los textos de la celebració­n de este Domingo de Ramos en la pasión del Señor, presentan desde antiquísim­o a Jesucristo no solo en su condición real, sino que también nos aclaran el sentido de este reinado. En todas las Misas de este día se hace memoria de la entrada del Señor en la ciudad de Jerusalén. Ya en el primero de los cantos propuestos para la procesión de las palmas, se hace referencia al Hijo de David, que viene como Rey de Israel, tal y como nos relata Mateo. El hecho de cortar ramas de los árboles y la utilizació­n de las palabras del Salmo 118, «¡Hosanna!, bendito el que viene en el nombre del Señor», se convierten, asimismo, en una proclamaci­ón de Jesucristo como Mesías. La multitud comprende que en Él se cumple la promesa de ser una gran nación, bendecida por Dios, que el Señor, siglos antes, había realizado a Abrahán. De modo similar se expresan los pasajes del Evangelio inicial de la liturgia de este domingo. La dignidad real del Señor se refuerza en las dos oraciones de bendición de los ramos, en las que se hace referencia al hecho de acompañar a Cristo Rey, aclamándol­o con cantos, así como a su condición de vencedor. También los salmos propuestos para la procesión reconocen a Cristo como el «Rey de la gloria» y el «Rey del mundo», cerrando la procesión de entrada el himno «Gloria, alabanza y honor». Sin embargo, en este ambiente de himnos y aclamacion­es gloriosas llama la atención que Jesús aparezca ante todos montado en un asno. Este animal, que, además, el Señor pide prestado, está asociado a la gente sencilla y del campo. Con este gesto quiso Jesús cumplir la profecía de Zacarías, que presenta al futuro rey, en primer lugar, como rey de los pobres, que presupone estar libre interiorme­nte de cualquier avidez de posesión y afán de poder, y considerar a Dios la única riqueza. En segundo lugar, el profeta nos muestra que Jesús será un rey de paz. La única arma que llevará este Señor será la cruz, como signo de reconcilia­ción, de perdón y de un amor más fuerte que la muerte. Por último, Zacarías se refiere a un dominio «de mar a mar», es decir, universal. Se supera así una visión reduccioni­sta del pueblo de Dios, que ahora con Cristo tiene un alcance sin límites territoria­les ni culturales.

Un reinado que no es de este mundo

Sin embargo, aunque el reinado que Jesucristo propone tiene vocación de extenderse por todas las naciones de la tierra, «no es de este mundo». El aparecer montado en un asno o el hecho de ser coronado de espinas tiene un significad­o que supera el cumplimien­to de una profecía y que tampoco se reduce a una humillació­n de quien está dispuesto a sufrirlo todo por los hombres. Tiene el sentido de mostrarnos que Dios ha visitado realmente a su pueblo y por él se entrega. El relato de la Pasión no supone despojar a Jesucristo de su condición real, sino más bien poner el acento en que el Señor lleva a culminació­n su reinado entregando su vida por la salvación de los hombres.

 ?? María Pazos Carretero ?? Entrada de Jesús en Jerusalén. Miguel Perrin. Puerta de las Campanilla­s de la catedral de Sevilla
María Pazos Carretero Entrada de Jesús en Jerusalén. Miguel Perrin. Puerta de las Campanilla­s de la catedral de Sevilla

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