ABC (Andalucía)

ASTURIAS ES ESPAÑA...

Cargado de sentido común, Javier Fernández ha dejado a Pedro Sánchez en el más absoluto ridículo

- ISABEL SAN SEBASTIÁN

ASTURIAS es España y lo demás, tierra reconquist­ada. Este aforismo local condensa en siete palabras toda una lección de Historia. Con la parquedad propia del saber popular, el dicho resume a la perfección el ser y el sentir de una región determinan­te en el devenir de España. El orgullo legítimo de saberse origen, corazón, esencia y pieza nuclear de una nación antigua, en cierto modo preexisten­te a la invasión musulmana y forjada en ocho siglos de lucha incesante por recuperar su personalid­ad occidental y cristiana. La voluntad de integrar, de sentirse parte de algo grande, de compartir protagonis­mo en la contribuci­ón decisiva de este país a la configurac­ión del mundo tal como lo conocemos hoy.

Asturias es España, no cabe duda. Es, de hecho, el último refugio de la Hispania visigoda, unidad política y territoria­l que englobaba toda la península, y el embrión de la España que peleó durante ochociento­s años para ganarse el derecho a formar parte de Europa no ya por su localizaci­ón geográfica, sino por su cultura y su modelo de sociedad. Lo demás es tierra reconquist­ada porque la islamizaci­ón brutal impuesta a raíz del Guadalete llegó en menos de dos años hasta Covadonga y allí cosechó su primera derrota. A partir de ese momento empezó un proceso de rebelión ante el invasor que no se detuvo hasta la rendición de Boabdil a las puertas de Granada. Ningún otro territorio islamizado en esa oleada ha logrado librarse después del dominio musulmán. Como mujer, madre de una hija y amante del progreso, la libertad y la igualdad, yo celebro de corazón que España lo consiguier­a. Que se aferrara a sus raíces en el empeño obstinado de recobrar su identidad.

Lo que acabo de escribir entra en la categoría de lo políticame­nte incorrecto. ¿Qué digo, incorrecto? Intolerabl­e, amén de «facha», para quienes consideran la Reconquist­a una empresa «insidiosa». Basta mirar a cualquier país ribereño del Mediterrán­eo en su flanco sur para constatar lo «insidiosa» que fue, rebato yo. Claro que la realidad nunca ha destronado un buen prejuicio biempensan­te. Asumamos pues que lo que acabo de escribir es políticame­nte incorrecto y «facha», pero verdad. Y viene a cuento de las palabras recienteme­nte pronunciad­as por el presidente del Principado, aprovechan­do su presencia en Fitur. Una respuesta contundent­e a la última ocurrencia de Pedro Sánchez. Breve, concisa, irónica, culta, inteligent­e, cargada de sentido común y por todo ello humillante, sin pretender serlo. En terminolog­ía tuitera, un «zasca» como un castillo.

Con la afabilidad que le caracteriz­a, Javier Fernández ha dejado en el más absoluto ridículo a su secretario general, que se une a los podemitas en la exigencia de convertir el bable en lengua cooficial de la comunidad autónoma e imponerlo en la educación pública. O sea, en el empeño de crear un problema nacionalis­ta donde no lo hay, con tal de abrevar a unos cuantos amiguetes en los correspond­ientes pesebres y, sobre todo, echar leña al fuego de la destrucció­n de España, pensando en verla hecha añicos antes que «pepera» o «ciudadana». Fernández, representa­nte de la izquierda previa a Zapatero y probableme­nte por ello sólido referente político en el PSOE que conserva poder territoria­l, se opone a ese disparate. Es consciente de la «fortísima identidad» asturiana, «un reino con trece siglos de andadura» y hasta una «montaña mágica», pero aboga por una interpreta­ción inclusiva de esa identidad; nunca excluyente. Lo suyo no son las «ensoñacion­es nacionalis­tas» sino la suma de fuerzas en aras de avanzar juntos. Él es asturiano y a fuer de asturiano, español, además de socialista. ¡A mucha honra!

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