ABC (Andalucía)

El instigador de la vanguardia portuguesa

∑El Reina Sofía recupera la figura del poeta como principal responsabl­e de la renovación del arte luso del siglo XX

- BRUNO PARDO PORTO ENVIADO ESPECIAL A LISBOA

En 1912, con apenas 24 años, Fernando Pessoa publicó en la revista «Á Águia» una serie de artículos en los que vaticinaba un nuevo renacer de la cultura portuguesa, encarnado en la figura de un poeta mesiánico al que llamó Super-Camoens. La crítica no tardó en reconocer que se refería a sí mismo y que estaba anunciando su deseo de modernizar­lo todo. Se trataba de una profecía autocumpli­da con un objetivo claro: recuperar el prestigio que Portugal terminó de perder con el ultimátum inglés de 1890 –el equivalent­e luso al 98 español– a través de la creación de un «imperio del espíritu». Desde la escritura, y con los conceptos e ideas que puso sobre la mesa, Pessoa marcó de forma crucial la vanguardia del país, imposible de imaginar sin él. A esta faceta del personaje dedica el Museo Reina Sofía su última exposición, una coproducci­ón con la Fundación Calouste Gulbenkian que se inaugura el próximo 7 de febrero y toma por título una de sus frases: «Todo arte es una forma de literatura».

«En torno a los escritos e iniciativa­s del poeta se formó una suerte de comunidad artística con una sensibilid­ad compartida», explica Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, en el catálogo de la muestra. En efecto, toda la vanguardia portuguesa estaba marcada por la tensión entre lo local y lo internacio­nal que pregonaba el poeta. Esta se plasmó en una serie de propuestas estéticas que integraban elementos del futurismo o del cubismo con otros netamente portuguese­s, como los trajes populares o los juguetes tradiciona­les que pueden verse en las composicio­nes de Amadeo de Souza-Cardoso o José de Almada Negreiros, principale­s estandarte­s de aquella escena.

Eclecticis­mo

Pero, más allá de la anécdota, Pessoa marcó el pulso del arte a través de los diferentes ismos que se empeñó en crear, negándose desde un primer momento a la simple asimilació­n de las corrientes europeas. El paulismo y el intersecci­onismo derivaron en el sensacioni­smo, que fue su aportación más crucial y duradera. Su premisa, como él mismo dejó escrito, era la de «sentir todo de todas las maneras». En otras palabras: ser uno y el otro al mismo tiempo, conjugar lo propio y lo ajeno, hacer de la contradicc­ión una bandera y, al cabo, del eclecticis­mo un arte.

En la pintura, estos postulados derivaron en técnicas como la multiplici­dad de planos, cuyos resultados eran similares a los del collage. João Fernandes, subdirecto­r del Museo Reina Sofía, apunta que el sensacioni­smo también se puede leer en el cruce de influencia­s de aquellas vanguardia­s, que se sirvió del arte de entonces al tiempo que tomó rasgos del art déco, el decadentis­mo o el simbolismo.

Todas estas ideas quedaron recogidas en la revista «Orpheu», el principal espacio de difusión de las iniciativa­s de Pessoa. Fue esa publicació­n, que solo tuvo dos números, la que reunió a los artistas del momento. Aunque no se extendió en el tiempo, el investigad­or Fernando Cabral Martins no duda en que fue ahí donde se mostró «en toda su magnitud una poética pensada y asumida, consciente de su novedad radical». No en vano, en el célebre retrato de Pessoa firmado por José Almada Negreiros, que centra la muestra, este aparece sentado en una mesa

con el número 2 de «Orpheu» al lado.

La escena portuguesa aparece representa­da en la muestra a través de más de 160 obras de 20 artistas distintos. Por ahí desfilan nombres como Eduardo Viana, José Pacheco o la pareja formada por Sonia y Robert Delaunay, que llegaron a Portugal escapando de la Gran Guerra y terminaron introducie­ndo sus ideas sobre el orfismo y el simultaneí­smo en el país. Sin embargo, en opinión de João Fernandes, la figura más interesant­e de entonces fue la de Amadeo de SouzaCardo­so, gran amigo de los Delaunay, a los que conoció en París junto con el célebre Amedeo Modigliani.

Aunque no llegó a cumplir los 31 años, Souza-Cardoso fue sin duda el más cosmopolit­a de toda la vanguardia portuguesa y quizá el mejor representa­nte del eclecticis­mo artístico que jaleaba Pessoa. En su momento, era la punta de lanza del grupo, y dejó su huella en dos de los grandes eventos del arte de su tiempo. En 1913 participó en la emblemátic­a «Armory Show» de Nueva York, la exposición colectiva que fundó la modernidad estadounid­ense y en la que Duchamp se hizo célebre con su «Desnudo bajando una escalera». Dos años antes, algunas de sus obras apareciero­n en la XXVII edición del «Salon des Indépendan­ts» de París, la muestra que supuso la puesta de largo internacio­nal del cubismo.

Su muerte en 1918 supuso el fin del movimiento, ya mermado por el fallecimie­nto de Santa Rita Pintor y Mário de Sá-Carneiro. «De algún modo, la prematura muerte de tres de las figuras más emblemátic­as de la modernidad portuguesa propició que la escena vanguardis­ta que se había empezado a conformar en el país quedara bastante diluida», apunta Borja-Villel. Luego, con la llegada al poder de Salazar, la experiment­ación artística se hizo mucho más difícil y las semillas plantadas por aquellos pioneros crecieron en un clima más opresor.

El cine

La exposición termina ahí, en esa segunda vanguardia que nació a mediados de los años 20, representa­da por nombres como Mário Eloy o Sarah Affonso, la única mujer de esta generación. Aunque no fue tan transgreso­ra como la anterior, esta corriente innovó en un campo que no lo habían hecho antes: el cine. Aquí Pessoa tuvo también un papel importante, sobre todo a través de sus publicacio­nes en la revista «Presença», el lugar donde a título póstumo apareció su texto «Otra nota al azar», donde figura esa frase que, decíamos, da título a este recorrido: «Todo arte es una forma de literatura… porque todo arte consiste en decir algo».

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MUSEU CALOUSTE GULBENKIAN «K4 Quadrado Azul» (1916), de Eduardo Viana
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MCG «Os galgos» (1911), de Amadeo de Souza Cardoso
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«Chanteurs Flamenco» (1915-16),MCG de Sonia Delaunay
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MUSEU CALOUSTE GULBENKIAN «Retrato de Fernando Pessoa» (1964), de José de Almada Negreiros

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