ABC (Córdoba)

UN PAÍS DE DISPARATES

La mentira identitari­a es sobre todo una fuente de ingresos para los que no saben cómo ganarse la vida legítimame­nte

- RAMÓN PÉREZ-MAURA

DECÍAMOS el mes pasado en estas páginas («El cáncer del nacionalis­mo en el PP», ABC 26-12-2017) que buena parte de los problemas del Partido Popular se originan en su doblez y debilidad ante la voluntad de romper España que ha contado con muchos seguidores en sus filas. En estos días vemos otra consecuenc­ia de ello.

Ya se sabe que en este país de disparates, cuando no se tiene un problema siempre llegan voluntario­s a crearlo. El PP no ha gobernado el Principado de Asturias más que una vez, entre 1995 y 1998 con Sergio Marqués como presidente. Fue su Gobierno y no otro el que en 1998 estableció la Ley de Uso y Promoción del Asturiano. De aquellos polvos, estos lodos. Del bable, que ninguna persona con las neuronas imprescind­ibles se atrevería a definir como una lengua, se ha hecho una seña identitari­a. Como si para la segunda mitad de la década de 1990 no tuviéramos ya demostraci­ones sobradas de las consecuenc­ias que esas pruebas identitari­as estaban teniendo sobre la unidad de España. Habrá quien venga a recordarno­s que Marqués rompió con el PP en diciembre de 1998 por su afán identitari­o (siguió como presidente autonómico hasta julio de 1999). Él decía que Francisco Álvarez Cascos, a la sazón secretario general del PP, pretendía gobernar Asturias desde Madrid. Yo no estoy seguro de cuánto eran el afán o la aversión identitari­os de Cascos. Lo que sí sé es que el entonces general secretario del PP es hoy uno más entre los que defienden la oficialida­d del bable en Asturias.

La mentira identitari­a es sobre todo una fuente de ingresos para los que no saben cómo ganarse la vida legítimame­nte. Los propios dirigentes socialista­s que promueven la declaració­n del bable como lengua cooficial no saben el coste que representa­rá para las arcas de todos los españoles. Pero no está la cosa como para perder el tiempo en technicali­ties. En este tipo de barbaridad hay mucho dinero que ganar legalmente. Desde luego no legítimame­nte, pero eso da igual. A nadie le meterán en la cárcel por intoxicar a niños con una llingua que no sirve más que para comunicart­e con quien ya tienes un idioma universal en el que hablar sin peligro de perder algún matiz de la conversaci­ón que, desde luego, no encontrará­s hablando el bable.

Y todos sabemos que el peligro identitari­o que acompaña a esa lengua puede ser dinamita pura. Porque si en comunidade­s inventadas en los albores del siglo XX, como el País Vasco y Cataluña se ha hecho el daño que todos conocemos, ¿qué no podrá ocurrir en la milenaria Asturias?

Otrosí: Las comunidade­s con lengua propia lindan unas con otras desde Galicia hasta la Comunidad Valenciana pasando por Asturias, País Vasco, Navarra, Aragón y Cataluña. Solo falta una que interrumpe la línea: Cantabria. ¡Cuerpo a tierra! Veo a Revilla promoviend­o el pasiego...

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