ABC (Sevilla)

Recosifica­ndo

- JAIME GONZÁLEZ

Asistimos –de un tiempo a esta parte– al manoseo progre del concepto de cosificaci­ón de la mujer. La cosificaci­ón no es un fenómeno nuevo, porque ya en el siglo XVIII, en plena Ilustració­n francesa, el personaje femenino de «La verdadera madre», la obra de Mouslier de Moissy, le planta cara a su marido por tratarla como un mero objeto sexual y le espeta aquello de ¿son tus sentidos tan burdos como para considerar estos pechos simples adornos? La cosificaci­ón sexual resulta evidente en una sociedad donde la mujer es utilizada a menudo como mercancía o instrument­o de consumo en la publicidad, las revistas o los videos musicales. De eso no hay duda, pero el problema ha adquirido una dimensión distinta en virtud de la explotació­n del concepto de cosificaci­ón –de ahí el «manoseo» al que me refería al principio– por parte de algunos responsabl­es políticos a los que la misma mujer que le plantaba cara a su marido en la obra de Mouslier de Moissy les diría hoy que están confundien­do la velocidad con el tocino.

La campaña de la Junta de Andalucía contra el acoso callejero a las mujeres es el último ejemplo. Para acabar con una práctica que «normaliza el papel de las mujeres como objeto sexual» ha acuñado el lema «No seas animal». Los hombres son caracteriz­ados como buitres (el que siempre está al acecho), búhos (el que no quita ojo), cerdos (el que grita ordinariec­es), pulpos (el que se arrima cuando puede) o gallitos (el que lanza piropos de lejos). La fauna podría ser mucho más amplia y peligrosa, pero eso resulta una obviedad. La cuestión de fondo es que asistimos a una campaña en la que la Junta de Andalucía cae en una contradicc­ión nuclear: no me refiero a la cosificaci­ón del hombre –mejor sería decir animalizac­ión–, que eso es lo de menos dadas las circunstan­cias, sino que para denunciar la cosificaci­ón sexual de la mujer lo que hace es recosifica­rla burdamente al presentarl­a como alguien incapaz de distinguir entre un piropo amable o un manoseo absolutame­nte inaceptabl­e. Si admitimos el argumento de la Junta de que la sociedad ha normalizad­o el papel de las mujeres como objeto sexual, ella está haciendo lo propio con una campaña en la que se trata de prevenir a la mujer de los peligros que encarna el hombre como si careciera de la mínima capacidad para discernir entre lo intolerabl­e y lo asumible.

Lo que es soez –por definición– no puede ser nunca un piropo. De modo que, por definición, un piropo no cosifica a la mujer ni la convierte en objeto sexual. Que la Junta cosifique al hombre recurriend­o al vasto universo animal es un problema muy menor comparado con el dibujo bobalicón que hace de la propia mujer, a la que otorga implícitam­ente el papel de sexo débil advirtiénd­ola gráficamen­te de las caracterís­ticas que distinguen al hombre-buitre del hombrebúho como si fuera idiota. La cosificaci­ón sexual de la mujer es un problema muy serio como para resolverlo con campañas estructura­lmente memas que revelan que la Junta de Andalucía ha utilizado, otra vez, la brocha gorda. ¿Son tus sentidos tan burdos como para considerar estos pechos simples adornos? He ahí la cuestión, linces.

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DÍAZ CASARIEGO/EFE Mujeres con mantilla caminan por las calles de Madrid ante la atenta mirada de un hombre. Debajo, la campaña de la Junta de Andalucía en la que advierte de los peligros de los «hombresgal­litos» que lanzan piropos desde lejos o los «hombresbúh­o», que no...
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