ABC (Sevilla)

¿Qué debe primar al publicar un libro?

∑Tras la polémica con Céline en Francia, editores españoles se posicionan en un debate complejo y que se antoja eterno

- INÉS MARTÍN RODRIGO MADRID

En el artículo que Gabriel Albiac publicó en este mismo periódico el pasado lunes, se planteaba la pregunta que todos, amantes y no tanto de la literatura, nos hicimos al saber que, finalmente, Gallimard no publicaría en Francia la edición crítica de los tristement­e famosos panfletos antisemita­s de Louis-Ferdinand Céline (1894-1961): «¿Editar esa mugre asesina para consumo público es sensato?». El autor terminaba reconocien­do que no sabía dar respuesta a esa pregunta pero que, sin duda, se trata de la cuestión «decisiva». Aunque no es la primera vez que la ideología de Céline, capaz de lo mejor (literariam­ente) y de lo peor (humanament­e), salta al ruedo público con ánimo de polémica, esta última ha servido para volver a poner sobre la mesa un debate sobre el que pivota la industria editorial en su conjunto: al publicar un libro, ¿debe primar la libertad de expresión o la ética?

En Alemania sorprendió cuando, hace poco más de un año, se anunció la próxima publicació­n de «Mein Kampf» (Mi lucha), la obra que Adolf Hitler escribió entre 1924 y 1926 y en la que desarrolló su ideario político. Prohibida durante 70 años, los derechos de autor, custodiado­s por el Estado de Baviera tras la muerte del dictador nazi, se liberaron el 31 de diciembre de 2015 y el Instituto de Historia Contemporá­nea de Múnich decidió publicar una edición crítica, preparada por un equipo de historiado­res. ¿El resultado? Cien mil ejemplares vendidos y la sexta edición en camino.

Autores «malditos»

Coincidien­do con este lanzamient­o, la editorial Crítica publicó en España «Mi lucha: la historia del libro que marcó el siglo XX», un estudio elaborado por el historiado­r Sven Felix Kellerhoff. Pero, hasta ahora, la obra de Hitler no ha sido reeditada por ninguna gran editorial en nuestro país. ¿Pasaría lo mismo con los panfletos de Céline? En opinión de Luis Solano, responsabl­e de Libros del Asteroide, «tiene muy poco sentido que se publique. Hay aspectos de la obra de grandes escritores sobre

Antisemiti­smo Céline (en la imagen) escribió «Bagatelas para una masacre» en 1937. La obra se reeditó en la ocupación nazi y no se volvió a publicar, por orden del autor

los que es mejor correr un tupido velo. La libertad de prensa debería ser lo más amplia posible pero, si hemos decidido que la igualdad racial o de género, o la infancia, por ejemplo, son valores que debemos respetar y preservar, ¿debemos permitir que se publique un libro en el que se haga apología de la pederastia o del antisemiti­smo?».

En este sentido, Luis Magrinyà, editor de Alba, considera que «el siglo XX estableció, ante los desastres que produjo tanto como observó y sufrió, increíbles suspension­es de juicio para quedarse tranquilo. Y parece que el XXI sigue aceptando beatamente los prodigios de disociació­n psíquica tipo “era nazi pero un gran artista”». En su «particular» visión, «un artista no lo es solo en lo que “crea”, sino también en lo que hace como figura pública, como personaje, en su tratamient­o de la posición que ocupa en un determinad­o momento en la sociedad».

Diego Moreno ha editado, al frente de Nórdica, gran parte de la obra de Knut Hamsun y conoce la presión y las críticas que suscita la publicació­n de «autores malditos». «Nunca he dudado en la publicació­n de sus textos, pues son de una calidad incuestion­able. Lo mismo me sucede con una parte importante de la obra de Céline, que me parece absolutame­nte imprescind­ible. En el caso de los panfletos antisemita­s no tengo claro si lo publicaría, pues no los he leído y posiblemen­te no tengan tanta relevancia cultural. Ahora bien, entiendo

Responsabi­lidad editorial Los primeros editores españoles de «Los versos satánicos» de Rushdie se agruparon en una coedición de sellos Presión y críticas Diego Moreno, editor de Knut Hamsun: «Nunca he dudado en publicar sus textos, pues su calidad es incuestion­able»

que si se publica en una edición crítica, rigurosa, debería poder ser publicado sin generar tanta polémica».

Censura y límites

En una posición similar está Enrique

Redel, editor de Impediment­a, que acaba de rescatar una «obra maestra perdida» de Siegfried Lenz, «El desertor», que Hoffmann und Campe no pudo publicar en su momento (1952) ante el temor de que fuera tachada de antipatrió­tica. «La lógica dice que nadie podría oponerse a la publicació­n de los panfletos de Céline siempre que arrojasen luz acerca de la trayectori­a intelectua­l y vital del autor, y si tuviesen valor artístico propio». Redel termina preguntánd­ose si tiene que ser el editor, precisamen­te, el abanderado de la libertad de expresión: «Una posición profundame­nte incómoda, la de baluarte de las libertades. Que se lo digan a los editores españoles de la primera edición de “Los versos satánicos”, de Rushdie, que se tuvieron que agrupar en una coedición de una decena de sellos para “diluir” esa responsabi­lidad editorial».

Alberto Marcos, de Plaza & Janés, defiende que «Céline es un autor lo suficiente­mente importante como para que se publiquen todos sus escritos. Si se edita con un estudio crítico y con intencione­s académicas, ¿por qué no? El lector no es tonto y sabe discrimina­r». Y va un paso más allá: «Lo desafortun­ado del caso no es que Gallimard tomara una decisión en uno u otro sentido, sino que se ha desdicho después de las protestas. Eso es censura. Siempre debe primar la libertad de expresión o, al menos, no creo que el editor sea el que deba marcar según qué límites éticos».

En cambio, a Berta Noy, directora de Ediciones B, le pesaría «más la cuestión moral» y su posición «en un caso similar sería la de no publicar». De hecho, el año pasado decidió no publicar una novela contratada porque tenía «un sesgo que nos alarmó, ya que en algunos momentos hacía apología del nazismo».

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