TERRITORIO MÍNIMO
Luis Valverde y José Martínez Calvo, de la galería Espacio Mínimo, viven en un loft vírgen de Madrid.
Los suelos grises de cemento pulido, las paredes blancas y los
espacios abiertos iluminan y dan protagonismo a las obras.
Buscaban un sitio en Madrid cerca de su galería para instalarse: grande como para colocar sus obras de arte, su colección de 300 jarrones de porcelana recopilados a lo largo de años y viajes, y la máquina de step . Querían una zona agradable, tranquila y no muy céntrica, “para evitar el agobio de gran ciudad”, apunta Luis Valverde de Espacio Mínimo . “Aspirábamos a muchos metros a muy poco precio”, añade José Martínez Calvo, su partner de profesión y vida. Y sus deseos cobraron forma en un bajo de 200 m muy cerca del Palacio Real, a un paso de
2 Madrid Río y de la Casa de Campo. Una superficie virgen sin absolutamente nada, que se vendía como local comercial, en un edificio nuevo que conservaba su vieja fachada protegida. Un folio en blanco para Valverde que, con sus años de experiencia en arte dramático y escenografía, rápidamente visualizó como el lugar en el que quería vivir. Los Mínimos contaron con la ayuda de Fernando Tapia al que, cosas de la vida, conocían desde joven, cuando entró a colaborar con ellos como primer becario de su galería. Ahora, interiorista de renombre, les ayudó a traducir sus ideas. “Ya nos tenemos muy vistos, él sabe lo que nos gusta, dentro de lo que le gusta a él, y lo que no nos gusta, y a él sí. Con otro decorador no hubiéramos tenido tanta sintonía”, destaca Pepe. La idea original de unificar oficina y hogar se esfumó rápidamente, se dieron cuentan de que pasan todo el día en el trabajo y que necesitaban marcar una frontera entre lo laboral y lo personal, por ello no incluyeron un despacho en la ecuación. “Hubiera sido distorsionar lo uno y lo otro”, coinciden ambos. En el territorio mínimo hay un único dormitorio, un comedor formal para seis comensales –donde desayunan, comen y cenan– y luego, una mesa larga sin asientos, destinada a buffets , que es en realidad una escultura de Manu Muniategiandikoetxea hecha a medida para el espacio. El resto de los muebles son posesiones de las de siempre , casi todas vintage , de los años 50 a los 70 . La pareja posee más metros