Decoración acumulación que se van
Jaime gubbins
“La tendencia. Es una no sigue una
de cosas
acomodando”.
n mi primer viaje a Ciudad del Cabo pasé por la playa y pensé que sería fantástico poder tener una casita aquí”. Veinte años después, Jaime Gubbins, peruano de nacimiento y sudafricano por elección, ha hecho realidad su sueño. “Misty Cliffs, a pocos kilómetros de la ciudad, es un pueblo muy pequeño, de no más de 40 edificios, en la costa del Atlántico. Comprar esta vivienda en primera línea fue una de las mejores decisiones de mi vida”, comenta con una gigantesca sonrisa. Pero además tuvo suerte. “En este país es muy difícil que las propiedades cambien de dueño, pasan de generación en generación, pero los descendientes de una de esa familias decidieron venderla. Me hice con ella sin pensarlo”. Es una típica cabaña de pescadores construida a finales de los años 40. Con el paso del tiempo se le habían ido anexando habitaciones, pero a pesar de todos sus liftings conservaba la madera original de su construcción que se añadía al ladrillo de las ampliaciones posteriores. En total, había acabado sumando 300 m2. “Cuando entré, la distribución era un poco caótica, con un montón de estancias pequeñas. La hice más práctica y funcional, repartiéndola en menos cuartos pero más grandes. Además, comuniqué las zonas comunes para aportarles amplitud”, apunta el propietario. Está dividida en dos plantas. En la de arriba, por la que se accede a la vivienda, está el recibidor con un cuarto de baño de cortesía, una cocina, un comedor, una sala de estar, otra de juego y un pequeño rincón de lectura, todos unidos visualmente. Luego tiene un amplio porche y dos dormitorios. Desde la de abajo, con una habitación, un baño y saloncito propio, se sale al jardín y al mar. “En cuanto a la decoración –explica Gubbins–, ha evolucionado con el tiempo y lo seguirá haciendo. Tengo una acumulación de muebles y objetos de cuando vivía en Nueva York, y otros de mercadillos y tiendas locales. No hay una tendencia concreta, las cosas se empezaron a acomodar poco a poco”. Consciente de que el lugar roza el paraíso, Jaime alquila su reino durante el verano. “Yo vengo y la disfruto los fines de semana de invierno, en Navidad o Semana Santa. Me encanta encender la chimenea y quedarme como hipnotizado disfrutando de las vistas espectaculares desde los ventanales”. Es comprensible.
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