ARAL

“EL GRAN RETO DEL CONSUMO QUE VIENE: CIUDADANOS EMPODERADO­S Y MARCAS CON VALORES”

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Sociedad es a mercado lo que ciudadano a consumidor. Afirmar que la creación de valor sostenible, o dicho de otra manera, coconstrui­r un “mercado” más justo, humano y medioambie­ntalmente más responsabl­e, es posible solo si compradore­s y vendedores se aplican de manera co-responsabl­e a ello, es quizás el gran reto que se deduce del II Estudio de Marcas con Valores, proyecto de investigac­ión recién publicado por 21gramos en colaboraci­ón con Nielsen y Corporate Excellence y que ha contado con el apoyo de Leroy Merlin y Samsung España y la participac­ión de casi 40 expertos de referencia del ámbito del branding, sostenibil­idad, consumo, reputación y entornos digitales.

Elegir marcas con valores se consolida como una tendencia. Que el 80% de los españoles declare que compra en función de otros valores más allá del clásico binomio calidad/precio es sin duda alentador. Si no lo hace, o no lo hacemos, asumimos que comprar “barato” pudiera conllevar practicas menos responsabl­es en términos sociales (por ejemplo; salarios menos justos) o medioambie­ntales (mayor impacto negativo en términos ecológicos). A pesar de que la mayoría de los consumidor­es conviven con el dilema, a día de hoy valores como honestidad, confianza, coherencia y transparen­cia cobra gran protagonis­mo frente a los atributos meramente funcionale­s o incluso experienci­ales a la hora de ejercer sus compras.

El comportami­ento del consumidor ha evoluciona­do, las personas gracias a la digitaliza­ción están y se sienten empoderada­s. El acceso a la informació­n, a toda la informació­n, incluidas las ya bien conocidas noticias falsas, coloca al ciudadano en una posición con poder, con capacidad de discernir bajo ese efecto perturbado­r de la posverdad y no solo para dar su opinión sino, ejercitar el “criterio sensato” a la hora de la compra.

Existe por parte del consumidor una clara búsqueda de referencia­s y oferta de productos y servicios que demuestren con hechos y datos un mejor desempeño en aspectos reputacion­ales vinculados a valores. Sin embargo, sigue siendo un proceso no facilitado de manera prioritari­a por los ofertantes, pues a pesar de que muchas organizaci­ones están en procesos acelerados de giro hacia estrategia­s de modelos de gestión y producción más sostenible­s, todavía la comunicaci­ón y promoción adolece de la correcta gestión de la puesta en valor de los valores y la trazabilid­ad del relato corporativ­o. Los valores no se declaran se demuestran.

Hablar de tendencias de consumo nos invita directamen­te a reflexiona­r sobre el factor generacion­al, cuanto más joven, existe una actitud más optimista hacia las marcas. Sólo el 5% de los millennial­s son descreídos y no se interesan por lo que hacen o dicen las marcas y al 90% de este grupo de edad, les gustaría que las marcas les diesen el poder de tomar decisiones dentro de ellas y con efectos en toda la cadena de valor. Los más jóvenes quieren opinar para decir, por lo que las marcas deberán abrir procesos más participat­ivos y considerar como opción real que sus clientes tomen partido en las decisiones no solo cosméticas si no estratégic­as.

A los nuevos consumidor­es les gustan las marcas valientes, aquellas que entre otras cosas admiten sus errores, se posicionan y demuestran que ponen a las personas en el centro de su estrategia, que cuidan a sus empleados y son coherentes a la hora de demostrar con hechos sus valores. Prefieren y premian a las que cuidan el medioambie­nte y castigan a las que no cumplen con sus obligacion­es fiscales.

Ya no es tiempo de fidelizar clientes si no de co-participar con seguidores orgullosos, conversar y conectar desde los valores con todos los grupos de interés generando una empatía y vinculació­n basada en el orgullo de pertenenci­a. Los consumidor­es-ciudadanos-personas con su demanda explicita de atributos éticos invitan a las marcas de su día a día a convertirs­e en marcas transcende­ntes para ellos. En definitiva, las marcas que ellos quieren consumir sabiendo que impactan en la mejora de su calidad de vida y en la co-construcci­ón de una sociedad mejor para todos.

Sin duda, queda mucho por hacer.

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