AS (Baleares)

El Madrid se embala

Superó al Atlético en orden y pegada ● Día de gloria para el VAR: tres quejas rojiblanca­s y una blanca ● Volvió a entusiasma­r Vinicius

- LUIS NIETO

Fue un derbi estruendos­o, con aire de final de cualquier cosa y que dio para unas jornadas de verano sobre el VAR, ese tribunal de segunda instancia que alborota más que el de primera. Lo ganó el Madrid, ya segundo y principal perseguido­r del Barça, que tuvo más pegada, más temple y a Vinicius. Y lo perdió el Atlético, que no pasó de la fiereza y la intimidaci­ón. Conforme se le empinaba el partido, la fogosidad derivó a una dureza extrema que no le llevó a la redención.

El Atlético es un equipo sin equívocos, siempre anda en el cogote el enemigo. Más si es eterno. Así que de entrada quedó servido el derbi de la energía contra la paciencia. La presión rojiblanca, subidísima de tono, buscaba que el rival se ablandara. La espera ordenada del Madrid, que los de Simeone derrochara­n gasolina al principio para que la echaran en falta al final. Un arranque convencion­al con un futbolista poco convencion­al: Vinicius, caído desde West Point a Vietnam, un vórtice inesperado para el Madrid. También una condena para Bale, eterna esperanza, eterno extraviado.

Antes de que iniciase su alboroto se puso en ventaja el Madrid a balón parado. Ramos tocó con la cabeza en un córner y Casemiro, de tijera, dibujó un remate precioso. El equipo de Solari, por entonces, andaba ya oxigenándo­se con Modric y Kroos y metiendo en la muleta la bravura del Atlético. Luego Vinicius amenazó con llevarse por delante a Arias y Godín. Le metió un pase de exterior a Lucas, que voleó defectuosa­mente, y dejó atrás al uruguayo sin que nadie rematara su centro. Un jugador lleno de trucos. Los que faltaron en Correa y Lemar, las alas de Simeone.

Luego el partido pasó del Madrid al VAR. Correa le quitó a Vinicius la pelota en falta, de las existentes pero no de las escrutable­s, frontera establecid­a por el videoarbit­raje. El argentino le mandó un pase a Griezmann, que arrancó en línea (ahí el VAR no apreció ilegalidad) y superó por bajo a Courtois. El restableci­miento de la igualada y el inicio de la gran discusión. Porque a partir de ahí se pasó del partido al debate. Aquello se llenó de faltas, de reclamacio­nes a Estrada, de fútbol enfangado en el cuerpo a cuerpo. Y ahí participar­on todos menos Vinicius, que al Wanda fue a

otra cosa. Un extremo de versión extendida, uno de esos jugadores indefendib­les, que encaró una y otra vez hasta que Giménez le hizo un ¿penalti? Fue claro el derribo. La geografía del mismo le llevó un minuto al VAR. La entrada empezó fuera del área y el juez de la pecera, Munuera, creyó, como Estrada, que también pudo seguir dentro. Sólo fue claro para ellos, pero le sirvió a Ramos para devolver la ventaja al Madrid. Esto es el VAR: llenar la discusión de imputados.

Acabó por adueñarse del partido cuando, en el 54, sacó la mira telescópic­a para quitarle un gol por fuera de juego a Morata. La infracción resultó inapreciab­le a simple vista y la ejecución mereció premio: pinchó un pelotazo larguísimo de Godín y lo metió de vaselina. Una obra de arte inconclusa. El Madrid fue amurallánd­ose tras la salida de Vinicius, cambio poco en- tendible pero que acabó cargando de razón a Solari, y el partido llenándose de patadas. El VAR no encontró penalti de Casemiro a Morata, que pareció existir. Esa refriega parecía haber encogido al Madrid, que es menos de ese palo, pero en su primera salida acabó con el contencios­o. Modric abrió a Bale y este aplicó un zurdazo junto al palo. Su facilidad goleadora lo justifica todo. Todo menos su corte de mangas al público. Y es que el derbi fue un modelo de entrega, no de urbanidad.

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