AS (Baleares)

Chimy Ávila, el vecino de Messi que dejó de ser albañil para ser un héroe

- MARÍA JESÚS LUENGO @AS_mjluengo

La fe de Chimy Ávila. Si alguien tiene fe ese es Chimy Ávila, Luis Ezequiel Ávila (Rosario, 6-2-1994). La misma fe que tuvo para remontar aquel partido que despejó al Huesca el camino a Primera. El 16 de abril de 2018, el equipo se enfrentaba al Barça B tras ocho jornadas consecutiv­as sin ganar y que habían dinamitado el ascenso. El partido empezó mal para los locales. Carles Aleñá había adelantado al filial azulgrana y el pesimismo se había instalado en las gradas del Alcoraz. Pero el Chimy Ávila pensó: “Si Dios ha hecho el mundo en pocos días, nos puede ayudar en pocos minutos”. Y así fue, siete minutos después el argentino había dado la vuelta al marcador, primero con una asistencia a Melero y después con el gol que cerfiticab­a la victoria. Cuatro triunfos y un empate después, el Huesca era de Primera. Pero esa fe de Chimy tiene un porqué. Su hija mayor Luneila nació con una enfermedad grave, un virus respirator­io, y el futbolista y su mujer se agarraron a la religión. Cuenta Chimy que de tanto rezar, Dios obró un milagro con su hija. Por eso se sintió tan feliz aquel día de 2016 que estrechó la mano de su compatriot­a el Papa Jorge María Bergoglio. “Uno nunca se olvidará. Saber de dónde vienes y abrir los ojos y encontrart­e allí es como que no quieres despertar del sueño”, recuerda aún.

Empalme Graneros. El Chimy nació en un barrio de Rosario, Empalme Graneros, un barrio que a priori no le brindaba un gran futuro. De niño acudía descalzo a los entrenamie­ntos y veía cómo sus amigos se dedicaban a la noche mientras él madrugaba para entrenarse, pero el ejemplo de su madre, que sacó adelante a sus nueve hijos tras el divorcio, le señalaron el camino. La guerrera que tiene tatuada en el brazo es en honor a ella.

La pastilla y el avión.

Hubo momentos duros, como aquellos dos años en los que dejó el fútbol y trabajó de albañil. Pero la insistenci­a de su mujer y de su representa­nte le devolviero­n a su sueño. El Chimy hizo el mismo camino que su ídolo y vecino Leo Messi. Con 17 años viajó a Barcelona

para fichar por el Espanyol de Pochettino,

pero sólo duró seis meses. Regresó a Tiro Federal y después a San Lorenzo de Almagro. Y fue allí donde compartió vestuario con Leo Franco, el que después le llamaría para jugar en Huesca. Lo demás es historia, fue el alma del ascenso y sus dos goles el sábado al Girona han sembrado Huesca de esperanza. Todo gracias a la pastilla que le dio a su mujer para que ésta volara hasta España, pues su fobia a los aviones a punto estuvo de impedírsel­o.

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