AS (Catalunya)

Croacia, por fe y pulmones

Jugará el domingo ante Francia su primera final de un Mundial ● Trippier, de falta, adelantó a los ingleses ● Mandzukic marcó el 2-1 en el 109’

- GUILLEM BALAGUÉ

Un selecciona­dor que sólo lleva nueve partidos en su cargo, una selección que disputó su tercera prórroga seguida y que tuvo que remontar el resultado, un país en su infancia alcanzó su primera final de un Mundial. Nadie ha sido mejor que los croatas. Ningún equipo ha contado con un centrocamp­ista de la inteligenc­ia y maestría de Modric. Nadie ha tenido que buscar tan al fondo para encontrar fuerzas, soluciones, goles.

Quizá no fuera esa la narrativa más celebrada pero el fútbol tiene la costumbre de no favorecer el voto popular. Cayeron grandes estrellas inviduales en este Mundial, naciones de gran prestigio y ayer una de las más simpáticas. El debate futbolísti­co en Inglaterra apenas se había tocado. Se decía que faltaba fluidez en los cuatro de arriba, el primero, Southgate, que advertía que había mucho por mejorar. Pero las jugadas a balón parado habían cubierto las insuficien­cias. Y así habían llegado a las semifinale­s. Y fue justamente así como abrieron el marcador, incluso antes de que se decidiera qué tipo de partido sería. La primera combinació­n del encuentro, una salida en largo a Lingard que cedió el balón a un Dele Alli que corría hacia el área rival sin acompañami­ento rival, acabó en falta en la media luna. ¿Quién debía seguir a Dele Alli? Modric, que llegó tarde, sorprendid­o por el balón directo inglés. Croacia estaba demasiado alargada.

Fue finalmente Trippier el que chutó la falta por encima de la barrera. El lateral del Tottenham es el encargado de los balones parados de su banda con la selección. Southgate vio en él una consistenc­ia que no encontró en otros. No había marcado antes pero el golpeo, sin ser excesivame­nte ajustado, fue excelente y necesitaba de un buen impulso de Subasic. Soprendent­emente no se elevó con suficiente potencia. Gol.

A los cuatro minutos empezaba otro partido. Inglaterra, confiada, con la idea clara de buscar a Kane y especialme­nte a Sterling cuando se pudiera, fue creciendo. Se podía contar con todos, especialme­nte con Del Alli, que aparecía entre líneas. Creaban una y otra

vez callejones sin salida, y al final del mismo, los croatas se encontraba­n a un Henderson crecido al que uno se imagina de tres metros y con la sonrisa de oreja a oreja, los brazos en jarra, soltando un, “Por aquí, no”. Y cada falta parecía el preludio de algo grande.

Croacia estaba cansada. ¿O era la cabeza? Cuando un equipo se desprende del balón con centros que llevan más esperanza que interrogan­te, cuyo mayor peligro son los chutes a distancia, cuando nadie se atreve a driblar a un defensa, cuando pierde casi todas las disputas, es que están agotados tras dos prórrogas seguidas. ¿O agarrotado­s? La frescura inglesa, la sencillez pero efectivida­d de su juego les estaba comiendo la moral. Y hasta en esos momentos Modric volvió a demostrar su altura. Como su equipo no estaba, con un Rebic frustrado que levantaba los brazos sin dirigirse a nadie, Modric decidió parar el partido los últimos diez minutos antes del descanso. Había que coger aire.

Lo siguiente era salir con rebeldía, como si no hubiera pasado nada. Inglaterra invitó a Croacia a que la atacara, se sentía cómoda. Solo que un centro cualquiera, pongamos desde los tres cuartos del campo, por lo que pudiera ser, podría convertirs­e en acción de peligro y hasta en gol si el que la defiende es Walker y el que la ataca Perisic, que puso el pie donde el defensor despejaba con la cabeza (¿por qué la cabeza con un balón tan bajo?). Se empató así. Y de nuevo empezó otro encuentro.

Liberada Croacia, con un Modric imperial, el partido se le fue escapando a Inglaterra. El balón se movió con más velocidad, los errores de concentrac­ión de los ingleses se repetían. Croacia afiló los dientes, olía sangre. Perisic intuía que había que buscar siempre la portería de Pickford y, a espaldas de la portería rival, lo hizo hacia atrás de cabeza. Stones no fue contundent­e y el balón le llegó a Mandzukic que cruzó el balón ante la salida desesperad­a del portero inglés. Ya estaba. El mejor equipo, el mejor gobernado,

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