AS (Sevilla)

Eduardo Rodrigálva­rez “Por encima de cualquier icono del Athletic... Iribar”

- MARCO RUIZ

Nació en Bilbao en 1955. Licenciado en Periodismo por la Complutens­e de Madrid, ha tenido una dilatada trayectori­a como periodista en diferentes medios, entre ellos ‘El País’. ‘100 jugadores del Athletic, de William a Williams’, es su cuarto libro sobre la historia del club rojiblanco.

➥ ¿Cuál es su primer recuerdo del Athletic?

—La primera imagen que se me quedó grabada estando en San Mamés fue una jugada de Uriarte en la que lo tenía todo listo para el gol, ya en el área pequeña, y pegó un taconazo atrás para que Arieta marcara. Nos dejó a todos pasmados. —Algo parecido a lo de Guti con Benzema.

—Justo… Y luego también tengo muchos recuerdos de escuchar los partidos en casa por la radio, que era lo que había. Hubo uno de Copa de Ferias ante el Beroe Stara Zagora, en Bulgaria. ¡Y se fue la luz! Cuando volvió la transmisió­n, al poco, ya íbamos perdiendo 3-0. Un disgusto (risas), pero también se me quedó grabado. —¿Se respiraba mucho fútbol en su casa?

—Hombre, mi padre, también Eduardo, fue futbolista hasta los 38 años. Le partió la carrera la Guerra cuando iba a fichar por el Indautxu, que era un poco el vivero último del Athletic. —¿A quién admiraba él?

—A él le llamaban Zarrita, porque se parecía físicament­e y remataba de esa manera. Era un fútbol de cabeceador­es. Pero yo siempre le oí hablar muy bien de Gorostiza y de Piru Gaínza. Siempre los citaba como sus grandes referentes. —Gorostiza Bala Roja...

—Que acabó muy mal, por cierto. Un directivo del Valencia, donde también jugó, le definió como un “Bala Perdida” (risas). —¿Y Gaínza? —En Bilbao era dios. Era muy rápido, un gran goleador jugando de extremo. Un tío listo, tenía respuesta para todo. Luego fue conocido en el mundo entero: El Gamo de Dublín. Aquel famoso gol con la Selección... —¿Qué hace tan especial al futbolista del Athletic?

—El sentido de pertenenci­a del jugador al club, y a través de ahí a la ciudad y al país. Eso, sentir el peso de la camiseta, es lo que ha salvado al Athletic de muchas malas circunstan­cias. No es un equipo de paso. Si se pierde ese sentido de pertenenci­a y el jugador siente que un día está aquí y mañana allá, apaga y vámonos.

—¿Eso explica la postura del club con Llorente o Arrizabala­ga?

—El deseo de salir del jugador es legítimo, pero eso se lleva muy mal. Por eso Julen Guerrero sirvió mucho como icono de la filosofía del Athletic, porque renunció a ir al Madrid cuando éste ponía el dinero de la cláusula. Tenga en cuenta que ahora cualquier equipo no funciona y fichan a seis. Pues el último que fichó el Athletic es a Raúl García, hace tres años. Por eso la cantera siempre está en boca para bien o para mal. —¿Lo sucedido en Oyón es para mal?

—El tema con los futbolista­s riojanos, o de lugares fronterizo­s, siempre ha sido motivo de debate. Creo que las cosas no se han hecho bien. Es la eterna canción de quién puede jugar y quién no en el Athletic.

—¿No hay una norma clara? —No existe, aunque hace unos años se aclaró que podía todo aquel que hubiera nacido o crecido futbolísti­camente en el País Vasco... Pero siempre ha habido excepcione­s. Ya en tiempos recientes, ¿por qué Griezmann no puede jugar en el Athletic y Laporte sí? Uno terminó a una determinad­a edad en Zubieta y otro en Lezama… Pues bueno. —¿Y la relación con la Real? —En el libro se habla de Loren como el primer fichaje galáctico del Athletic. Creo que fueron 300 millones de pesetas, pero en aquel tiempo para la entidad era una barbaridad. Y no salió nada bien. Luego hubo otro trasvase, Etxeberría, y éste sí que funcionó. Fue una revolución. Le trajeron de la Real con 17 años y también se pagó bastante, más de 500 millones. Fue un tsunami. Incluso la familia de Etxeberría lo pasó mal. Todas estas contrataci­ones, hablo en general, han sido mal vistas allí, como una invasión del equipo que entonces era el poderoso. Ahora estamos ahí, bastante a la par (risas).

—Volviendo al libro. ¿Quién fue ese primer William?

—Era inglés. Su padre había venido a Bilbao como muchos otros, por negocios de la mina y el acero. William Dayer estaba muy relacionad­o con muchas actividade­s en la ciudad y jugó en aquel equipo primigenio del Athletic, el que gana aquella Copa Coronación que no está reconocida por la Federación. Fue, digamos, el primer campeonato oficial que se hizo. El equipo estaba lleno de ingleses y vizcaínos, generalmen­te relacionad­os con la burguesía, que era la que jugaba entonces. Y William tiene, además, una historia curiosa. Su hijo Patrick fue responsabl­e del servicio de espionaje inglés MI-16 en Bilbao durante la Segunda Guerra Mundial. Lo puse el primero, como a Iñaki Williams al final porque es el último gran salto que da el Athletic como reflejo de la sociedad frente a todos aquellos que decían: “El día que juegue aquí un negro yo me borro”. Bueno, pues aquí tienes a un negro bueno y nacido en Barakaldo. De ahí el título, de William a Williams.

—¿Ha sido el primer negro en vestir esta camiseta? —Hubo un primer intento con Jones, que luego fue al Atlético, aunque era más bilbaíno que don Diego. Pero en aquellos tiempos… Y fue un jugadorazo. —¿Quién fue el primer gran mito del Athletic? —Hombre, por la famosa frase de

Su padre “Le decían Zarrita; Gorostiza y Gaínza eran sus referentes” Filosofía “Si aquí se pierde el sentido de pertenenci­a, apaga y vámonos”

Con lo de Oyón las cosas no se han hecho bien; es el eterno debate, para bien o para mal” “Iñaki Williams es el último gran salto que da el Athletic como reflejo de la sociedad ante los que decían: ‘Cuando juegue un negro aquí...”

“¡Sabino, a mí que los arrollo”, que tuvo mucha trascenden­cia, quizá Belauste. Se le convirtió en el emblema de la furia española, de la Selección, y él era un nacionalis­ta terrible (risas). Había sido fundador del PNV y estaba en el ala izquierda… Pero bueno, Bata también fue muy icónico. Un goleador terrible. Porque frente a lo que la gente piensa, Pichichi en el Athletic metió como diez goles. Era más un driblador. Bata sí tenía, con Kubala, él récord de más goles en un partido, creo que con siete. Con todo, en esa primera época, por encima de todos está Zarra, el gran goleador del fútbol español hasta que llegó Messi y Cristiano. Su gol a Inglaterra también le llevó a las portadas de todos los rincones. —Usted habla de un fútbol, el primero, que se practicaba por empuje, y en esa zona siempre hubo delanteros fortísimos. —¡Venancio! No hay más que ver las fotos de aquella histórica delantera con Iriondo, Zarra, Panizo y Gaínza, que le ves y era el doble que cualquiera de los otros de ancho. Impresiona­nte. Había mucho componente físico. Y este trabajaba en una fábrica e iba andando a entrenar. —¿A quién pondría usted por encima del resto en la historia del Athletic?

—De lo que yo he visto, tengo una santísima trinidad. Son Iribar, Rojo y Uriarte. Pero por encima de todos está Iribar. Nos salvó de muchísimas cosas malas que podían haber ocurrido. —¿Y Rojo?

—Era exquisito, un futbolista más de este tiempo que de aquel, un zurdo bueno cuando los zurdos eran de verdad. Tenía una elegancia absoluta.

—¿Y qué tenía Uriarte?

—Fidel reunía todas las condicione­s. Físicament­e era poderoso, tenía buena técnica y era un ganador nato. Se suele decir que nunca perdió un partido. Podía ir abajo 5-0, quedar tres minutos y estaba convencido de que lo ganaba. Y si me apura, de que lo ganaba solo. “Esto lo gano yo solo”, decía. Y eso representa ese carácter bilbaíno, el de nunca dar un paso atrás.

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