Nisa Goiburu
ARTISTA
Las pisadas sutiles los vuelos efímeros las voces calladas los gritos silenciosos el eco de la música, esconden la emoción tras la leve sonrisa de quien sabe, que su diosa subyace en la profundidad de las tinieblas.
Este fragmento del poema Las diosas, se presentó en 2014 en la Caelum Gallery de Manhattan, junto a una colección de pinturas que tenían la figura femenina como eje central. La exposición, titulada Mujeres en el tiempo, hacía manifiesta la destreza de Nisa Goiburu para materializar su ideario a través de lenguajes a priori contrapuestos que, en sus manos, se convierten en complementarios.
Esa capacidad de combinar disciplinas –pintura, escultura, poesía, danza, performance– para crear universos paralelos a la convulsa realidad universal, es la que le ha permitido a Goiburu exponer su obra en medio mundo –de París a Tokio, y de Tetuán a Toronto–, y recibir un merecido reconocimiento.
En plena ola Me Too, puede parecer arriesgado hablar del arte de las mujeres como una categoría separada de la de los hombres. Pero hay diferencia. No hablamos de igualdad de derechos, ni de oportunidades, ni de equidad. Se trata de un arte que surge de otro germen, un arte que nace, al fin y al cabo, de una madre. ¿Cómo iba a ser igual? Una mínima sensibilidad artística es suficiente para percibir la diferencia. En el caso de Goiburu, esa distinción no solo es palpable en su manera de convertir las figuras femeninas en deidades, sino en la elección de sus palabras, materiales y el uso que hace de ellas.
Nisa da vida a través de sus obras a diosas egipcias, griegas y japonesas, a la Madre Naturaleza, a majas desnudas, a la Venus de Velázquez, a Salomé, a la Luna, a Ariadna salvando a Teseo del laberinto del Minotauro. Ellas son las grandes protagonistas de sus pinturas, creadas tras un meticuloso estudio del mundo que las rodea. Su objetivo es mostrar a la mujer en las formas más características y poéticas de su naturaleza, creadora y vivificadora. A través de las imágenes representadas, traslada al espectador a una introspección profunda de su memoria, hasta conectar con la mujer de todos los tiempos, con la atemporalidad de su esencia, para armonizar con la Madre Tierra.
En una aurora de luna llena destellos de luz bañan las verdes yerbas
tras la bruma despejada ondulan al ritmo del viento, sus tonalidades no tienen fin,
hechizadas...
se desvanecen en las lejanas praderas con deslumbrante calma,
el perfume de la yerba fresca invade mis sentidos,
sintiéndome… una naturaleza plena.
Bajo la atenta mirada de cientos de mujeres empoderadas, el estudio de Nisa Goiburu también invita al espectador a adentrarse en escenarios que escapan del aquí y del ahora. Ciudades de mármol, lienzos con paisajes imposibles, laberintos, teatros vacíos, árboles que no dejan ver el bosque y espacios arquitectónicos surrealistas que despiertan la sensación de estar sufriendo el ostracismo, siempre teniendo presente la naturaleza.
Nisa ha tenido la suerte de estar rodeada de grandes maestros. Su amistad con Jorge Oteiza, José Ramón Anda, Bernardo Atxaga, Nestor Basterretxea, Javier Bello-portu o Vicente Ameztoy han ayudado sin duda a enriquecer su imaginario. Su eclecticismo, a la hora de compenetrar estilos y temáticas, figuración y abstracción, pintura y escultura, instalaciones, música y poesía, dan como resultado obras universales que despiertan una gran emoción.