Arquitectura residencial
Doméstica y acogedora
Un proyecto de unifamiliar complejo y sutil, donde la necesaria compacidad de las formas configura los interiores. Los materiales empleados de forma inteligente, las aberturas al jardín, la piscina y el propio trabajo de los interioristas forman una serie de espacios altamente confortables, elegantes y destinados a perdurar. Una vivienda sin alardes que pretende ser doméstica y acogedora.
El edificio, necesariamente compacto como consecuencia de la aplicación de los parámetros urbanísticos de la zona, forma parte de una promoción de dos viviendas.
Dicha compacidad provoca que no pueda alardear de exhuberancia formal. En ese sentido no es un edificio espectacular, pero tampoco pretende serlo. Más bien se inclina por explotar su atractivo a base de pequeños detalles que lo hacen más doméstico y acogedor.
La construcción de esta vivienda debe entenderse como la unión de dos volúmenes que experimentan distintas orientaciones, si bien en realidad la diferencia entre ellas es solamente de unos pocos grados. Esta ligera distorsión es suficiente para crear un pequeño juego de entrantes y salientes, de sol y sombra, pequeños porches y terrazas que acaban por organizar de manera sencilla y evidente la configuración exterior ‒y también interior‒ del edificio. Para
ayudarles, cada volumen se viste con piedra de distinta textura y color: cuarcita negra y caliza blanca. Tonos opuestos para orientaciones que deberían serlo más. Para los techos, marquesinas y voladizos se aprovecha el mismo aluminio de la carpintería. Pocos materiales en posiciones fácilmente identificables para un edificio de dimensiones moderadas. Una vez escrito el guión principal, cada capítulo cuenta su propia historia con la tranquilidad de saber que el hilo argumental –sencillo pero contundente– mantendrá la unidad del relato.
En primer lugar la actitud del edificio: la relación que establece con la calle, con el espacio público, es pretendidamente distante. Las únicas aberturas evidentes son la puerta de acceso y el ventanal que alumbra la escalera, aberturas que en realidad solucionan la entrega entre los volúmenes. El interior del hogar pasa por tanto a ser un misterio que solamente podrá ser descubierto si se accede a él. Por contra, en la fachada opuesta la relación con el patio es totalmente franca. Los muros opacos son sustituidos por cristal transparente.
Las fachadas laterales actúan como elementos de transición
entre este cambio de actitud, abandonando progresivamente la opacidad y ganando transparencia. Ninguna fachada es igual. Cada una de ellas se relaciona con el entorno inmediato según las necesidades y conveniencias de cada situación.
El resto de aberturas exteriores sigue situándose, salvo alguna excepción, en los puntos de encuentro entre los dos volúmenes, por lo que su disposición lejos de ser arbitraria se argumenta por el propio guión principal de trabajo. Aparentemente este aspecto debería condicionar de manera determinante la distribución interior, pero en realidad no ha sido directamente así: a menudo, durante el proceso de proyecto llega un momento en que el propio edificio dirige el trabajo e indica dónde y cómo colocar cada elemento, y es entonces cuando hay que dejar de proyectar y seguir sus indicaciones.
Al mismo tiempo que el volumen exterior tomaba forma, el
interior iba definiéndose a sí mismo siguiendo las mismas pautas y reflejando el choque entre las direcciones de las dos formas generadoras. Se sigue con los mismos criterios para distribuir los espacios, dejando que los encuentros entre las dos direcciones se convirtieran en los accesos a cada estancia. Para no desvirtuarlo no se colocan puertas, sino que se permite que los tabiques se entrelacen entre ellos a voluntad, y se sustituyen por grandes correderas que actúan como extensiones móviles de los tabiques y que permiten alterar el espacio interior a conveniencia.
Los materiales, texturas y colores del interior son, como en el caso del exterior, también reducidos, siguiendo siempre los criterios iniciales explorados en las fachadas. Por lo que respecta a los espacios exteriores, la piscina se dispuso ocupando un espacio irregular entre los límites de la parcela y el pavimento de la terraza exterior. Al igual que las aberturas se habían generado en las entregas entre elementos y las puertas dejaban de ser puertas... quizás lo suyo sería que la piscina dejara de ser piscina. Así que simplemente se termina el pavimento de la terraza, se dobla hacia abajo en un pequeño estanque que se reviste con la misma cuarcita negra: los estanques no tienen el interior de gresite. La piscina que necesitaba la casa, y puestos a jugar con agua, una fina lámina en el patio de acceso fue el recurso perfecto para alejar la casa vecina, la rampa de acceso al garaje y para darle un toque sereno al recibidor de la casa.