Las reglas del maestro
Al preguntarle por sus prioridades como maestro de ciclistas, no duda en resaltar la formación humana. "La bici es una gran escuela para la vida. Los chavales aprenden a sufrir, el valor del esfuerzo, del compañerismo y el sacrificio. El deporte les enseña de una forma más sana lo que de otra manera aprenderían con los golpes que les dará la vida". Y en esa escala destaca que un ciclista tiene que aprender por este orden: "a superar las adversidades, a trabajar para los demás y por último, saber ganar". Nos sorprende cuando le pedimos que destaque los triunfos de los que guarda mejor recuerdo. "A veces las derrotas han sido más importantes que las victorias, porque de las derrotas se aprende y con las victorias son todo parabienes. El director se tiene que preocupar del chico que no está bien, apoyarle y aconsejarle. En el ciclismo moderno me sobran pulsómetros y planes de entrenamiento en la categoría de cadetes. No estoy a favor de los métodos que se utilizan, ya que los niños deben dar prioridad a la formación. En la escuela tienen que aprender a rodar y en cadetes a utilizar bien los desarrollos, hacer un abanico, etc.", apunta. Para Víctor, una máxima de un director es "mirar a la cara a los chavales. Si llevaban las gafas puestas les pedía que se las quitasen: 'Os quiero ver la cara y los ojos'. Para convencer a alguien es necesario. Les explicaba, tú puedes hacer esto y esto. Era tanta la seguridad que adquirían... Y no les engañaba porque a los chicos nunca se les debe engañar. Toca hablarles muy claro y muy real. Saber improvisar, darles una buena dosis de humildad, lo primero, de seguridad y de lo que son capaces de hacer. Siempre he tenido unos chicos que han sido disciplinados y valientes. Para mí lo más importante es la disciplina. No era de los que les ponía el traje de comunión en marzo y se lo quitaba en octubre. En noviembre me vestía con el traje de faena y trabajábamos la gimnasia".