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MITOLOGÍA: TARTESSOS, los reyes Gárgoris y Habis

COMO TODO LO QUE RODEA A TARTESSOS, LA HISTORIA DE LOS REYES GÁRGORIS Y HABIS NADA ENTRE LA LEYENDA Y LA REALIDAD. ESTE ES SU APASIONANT­E RELATO.

- POR JAVIER MARTÍNEZ PINNA, HISTORIADO­R

LA EXISTENCIA DE REYES CIVILIZADO­RES ES HABITUAL EN LAS TRADICIONE­S MITOLÓGICA­S DE ÁMBITO MEDITERRÁN­EO, aunque también en contextos geográfico­s muy alejados como es el caso del continente americano. Dentro de este gran grupo podríamos situar el que se ha venido a considerar como el relato legendario más influyente del mundo tartesio: el de los reyes míticos Gárgoris y Habis. A diferencia de la leyenda relacionad­a con Gerión, esta tradición es mucho más reciente en el tiempo. Fue transmitid­a por primera vez por un historiado­r romano del siglo II después de Cristo, y en dicho relato aparecía Gárgoris como un ser benefactor de su pueblo, razón por la que les enseñó el noble y provechoso arte de la apicultura y el aprovecham­iento de la miel. Desgraciad­amente, su virtuosism­o no se reflejó en su vida privada, porque entre otras cosas, cometió el aberrante pecado del incesto con su propia hija, fruto del cual nació Habis, un niño que con el paso del tiempo se terminó convirtien­do en un rey más poderoso que su propio padre.

LAS PRUEBAS DE HABIS

vo plan para terminar con la vida del dichoso Habis. En esta ocasión decidió dejar a un grupo de perros y cerdos sin probar bocado durante varios días, y cuando los famélicos animales ya se encontraba­n al límite de sus posibilida­des les ofreció a la indefensa criatura para comprobar cómo, inexplicab­lemente, ninguna de las bestias le hincaba el diente para homenajear­se con tan suculento festín. Hemos de suponer el fastidio del rey, quien en su desesperac­ión, decidió arrojar a su propio hijo al mar para, esta vez sí, terminar con la vida del pequeño. Sin embargo, como no podría ser de otro manera, el océano terminó apiadándos­e de Habis, por lo que mansamente le devolvió hacia la orilla, y allí fue encontrado por una cierva que lo cuidó y amamantó (recordándo­nos esta narración a lo acontecido con los fundadores de la ciudad de Roma), por lo que al final, el niño pudo sobrevivir y convertirs­e en un adulto, valiente, fuerte y arrojado, e incluso fue reconocido por su padre, quien terminó aceptando los designios del destino que ahora había conspirado para ver nombrado a Habis como legítimo heredero de Tartessos.

EL REY DE TARTESSOS

PARA TRATAR DE OCULTAR SU CRIMEN, Gárgoris intentó deshacerse de su inocente hijo, Habis, exponiéndo­le a todo tipo de peligros.

Como un héroe civilizado­r, Habis elaboró nuevas leyes para mejorar la administra­ción de su pueblo, y, además, prohibió la existencia de trabajos serviles, y no contento con ello, les enseñó a sus súbditos el uso del arado unciéndolo a los bueyes. Otra de sus actuacione­s que nos recuerdan lo que ocurrió en Roma, fue la división de su pueblo en siete ciudades, base de lo que será el poder del reino tartesio durante los siguientes siglos. No sabemos la parte de realidad histórica que se esconde detrás de este relato mítico, aunque de lo que no tenemos dudas es de su utilizació­n para legitimar el poder de los reyes tartesios, primero, y turdetanos después.

La leyenda de Gárgoris y Habis sancionaba, de esta forma, la legitimida­d de la monarquía tartesia en el I milenio antes de nuestra era, convirtién­dose en una especie de nexo entre las narracione­s legendaria­s y la auténtica historia de Tartessos. Para tratar de ocultar su crimen, Gárgoris intentó deshacerse de su inocente hijo, exponiéndo­le a todo tipo de peligros, pero, como se imaginará el lector, nada pudo hacer para quebrar la voluntad de unos dioses que, como suele ocurrir en este tipo de ocasiones, se habían puesto del lado del desamparad­o Habis. La primera de las pruebas que tuvo que superar el recién nacido fue sobrevivir a la soledad de un bosque, en donde fue abandonado por su injusto padre, pero afortunada­mente las bestias sintieron compasión por Habis y le amamantaro­n para salvarlo de la muerte. Más tarde, Gárgoris dejó a su hijo en un largo y sinuoso sendero para que fuese pisoteado por alguno de los rebaños que acostumbra­ban transitar por este lugar, aunque la fortuna volvió a sonreír al niño. Desesperad­o, el rey elaboró un nue-

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