De tapas en la Academia
Rebusco en los archivos y en mi memoria para ver qué era exactamente, en aquella España pobre y atrasada, el salón de columnas del edificio «Pedro López de Alba», en su día Colegio de la Asunción, más tarde Rectorado de la Universidad y en la actualidad salón de actos y reuniones del Consejo Social de la UCO y de la Real Academia de Córdoba. No sé si fue dormitorio o, probablemente, comedor, que en mi mente está la fotografía de sus grandes columnas dividiendo espacios, no sé si de camas o de mesas de refectorio. Lo cierto es que la Real Academia de Córdoba celebró allí el pasado jueves una mesa redonda sobre el día mundial de la alimentación recordando quizá el pasado gastronómico de este espacio, aquel en el que los productos extranjeros champán, caviar o foie eran manjares culinarios por excelencia y España aún no había enseñado sus dientes con el aceite de oliva de Baena, Priego, Lucena y Montoro-Adamuz, el jamón de Los Pedroches o el vino y el vinagre de Montilla-Moriles. Ahora que la Federación de Peñas ha levantado la veda de los peroles porque la festividad de San Rafael, el santo propio de Córdoba que está al caer, ha hecho muy bien la docta Academia en celebrar una mesa redonda el día mundial de la alimentación, precisamente en un lugar, creado en 1547 por el médico de Carlos V Pedro López de Alba, donde comían los estudiantes de cuando el hambre era costumbre. María del Sol Salcedo, Rafael Jordano Salinas y Manuel Gahete Jurado expusieron su sabiduría para hablar del espacio idóneo para tapear, de la declaración de las tapas como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad así como del yantar y el escanciar según la Fuenteovejuna de Lope de Vega. Como microgastronomía, una forma de entender la vida, la unión entre el vino y la taberna, el detalle o pasar del beber a palo seco fueron definidas las tapas en una sesión en la que, por lógica, faltó la práctica y los asistentes miraron a Cardeña donde desde ayer se celebra la VII Feria del Lechón Ibérico. Un producto de amaneceres sin futuro para la gastronomía provincial en aquel tiempo en que el poder se dejaba embaucar por el champán, el caviar o el foie.