Diario de Almeria

U Los efectos del plomo en los mineros de la sierra de Gádor (3)

Conclusion­es. El autor pone fin a este trabajo, volviendo a confesar explícitam­ente que el tratamient­o que deja consignado no tiene más de original que las modificaci­ones que introduce

- PEDRO PONCE

Rodríguez Carreño, Manuel: Topografía Médica y Estadístic­a de la villa de Dalías. Almería, 1859.

(Transcripc­ión: Pedro Ponce Molina)

lceración de las encías. Para esta dolencia doy por espacio de seis u ocho días la limonada vegetal, poniendo a cada vaso de ella dos dracmas de sal de Glaubero y una pulgarada de flor de azufre; tres veces al día, y hago se enjuaguen la boca los enfermos con el gargarismo siguiente:

Infusión de coclearia- 4 onzas Arrope de moras- 1 onza Ácido nítrico- 1 dracma

Si no basta, mando tocar las úlceras con dicho ácido un poco debilitado. La curación no se hace esperar.

Cólico. Desde el momento en que se anuncia, hago uso de la poción purgante modificada en los siguientes términos:

Fórmula para los ricos

Hojas de sen y de bardana, de cada cosa media onza.

Cuézase en 16 onzas de agua hasta que el líquido pierda la cuarta parte: déjese enfriar, cuélese y añádese:

Sal de Glaubero- 1 onza Tintura de castor y láudano líquido- 6 gotas de cada cosa

Jarabe de corteza de naranja- 1 onza

Fórmula para los pobres

El mismo cocimiento y la sal de Glaubero.

Aguardient­e bueno- 20 gotas Miel de cañas- 1 onza

Se toma en dos veces con el transcurso de una hora, y pasada otra de la segunda dosis se da una taza de caldo de pollo, de la cual se sigue haciendo uso todo el día alternando con horchata, a la que se pone una pulgarada de flor de azufre. En los casos rebeldes, las lavativas de agua salada y los paños al vientre del cocimiento de manzanilla, favorecen la acción purgante y triunfan del padecimien­to. Rara vez hay que recurrir a otra segunda poción.

Observació­n lª. D. Juan Escobar, casado, 50 años, bilioso-nervioso; se expone a las emanacione­s plomíferas de los hornos de fundición y contrae el cólico (emplomamie­nto). A las nueve de la mañana empezó a tomar el purgante, y a las cinco de la tarde pudo emprender, ya bueno, un viaje a Almería.

2ª. Tomás Sánchez, minero, 32 años, casado; bilioso; recibe la acción de los gases y del polvo metálico y es acometido del cólico, cu- ya curación se intenta en vano con las aplicacion­es de nieve y otros recursos. A los dos días de padecerlo lo vi yo y sometido al método que el anterior, quedó libre del mal en seis horas.

3ª. Salvador de Cara, sanguíneo, casado, 38 años; se ocupa en las fábricas de fundición y en la extracción del polvo de plomo. Ha sufrido diferentes cólicos y usado la popular bebida de Ohanes, y siempre ha quedado padeciendo de dolores de estómago y miembros inferiores, que ya son crónicos. Acometido nuevamente del cólico y exasperado­s éstos, le administro por primera vez la poción purgante, la cual repite, y queda curado de uno y otro en el espacio de veinte y cuatro horas. Cuando me ve, exclama lleno de júbilo: ¡Soy pobre; pero he recobrado el tesoro de mi salud, que tantos años tenía perdido!

4ª. Francisco Callejón, viudo, trabajador de minas en metal de galena (sulfuro de plomo) sanguíneo, 60 años, lleva veinte días de sufrir el cólico de plomo, seis de ellos de bastante gravedad, cuando reclamó mis auxilios. Con la pri- mera vez que tomó la poción calmaron los dolores pero no hizo evacuación ninguna de vientre, por lo cual fue necesario repetirla a las ocho horas, deponiendo en seguida cierto número de garbanzos teñidos de negro (por el hidro súlfuro de plomo) que aseguró el enfermo los había comido hacía un mes. Otras varias evacuacion­es se sucedieron después, y a los dos días se marchó bueno a trabajar en la sierra.

5ª. Francisco Criado, garbillado­r de tierras plomizas, casado, sanguíneo; contrae la enfermedad de un modo intensísim­o. La bebida de Ohanes, el aceite de ricino, la jalapa y otros medios, ningún alivio le proporcion­aron, y habiendo recurrido a la poción dicha, desaparece la dolencia en ocho horas.

6ª. José Nadal, casado, sanguíneo-linfático, 26 años, trabajador en mineral de galena; reclama mi asistencia en Agosto último, y se me informa: que hace veinte y cinco días se halla sufriendo el cólico, en los cuales se le han ordenado por un facultativ­o sangrías y varios remedios de la botica y el mal se ha exasperado. A las once de la noche, cuando observaba yo a este enfermo, su situación era alarmante e instaba porque se le administra­sen los recursos espiritual­es. Los dolores eran insoportab­les, el vientre estaba considerab­lemente elevado, había delirio, respiració­n anhelosa, frialdad de extremos, astricción de vientre, retención de orina, y pulso apenas perceptibl­e y muy acelerado. Dudaba mucho en un caso tan apurado de obtener el éxito que deseaba, y sin embargo, le hice tomar el purgante; y mi sorpresa fue sin límites cuando al volverle a ver al amanecer del día siguiente le hallé dormido, uniformeme­nte reaccionad­o y el vientre blando e indolente. Había hecho poco después de la primera dosis seis deposicion­es alvinas y logrado la calma en que se encontraba. En vista de este cambio tan pronto y feliz, me dije entusiasma­do: ¡con cuánta razón dieron el título de admirable a la sal de Glaubero! Seis horas después estaba enterament­e bueno, si bien algo débil.

Pero ¿a qué aglomerar más hechos? Los que van sumariamen­te relatados bastan para probar la eficacia de la poción referida en el cólico de plomo, enfermedad la más frecuente entre los mineros, y por eso he querido insistir sobre ella, haciendo resaltar las ventajas de dicha medicina con las seis observacio­nes que preceden.

Reumatismo de los mineros. Esta enfermedad resiste rara vez al uso de la sal de Glaubero diluida en el cocimiento de la bardana, del cual hago tomar a los enfermos una taza caliente cada tres horas con un polvito de azufre, alternando con caldo de pollo. A la vez empleo los vapores aromáticos del cocimiento de hojas de naranjo, el reposo y abrigo. Algunas evacuacion­es de vientre y de orina y una diaforésis copiosa, terminan muy pronto la dolencia.

Parálisis y anestesia. Muchas veces son suficiente­s los medios empleados en la anterior para dominar estas dos enfermedad­es y curarlas radicalmen­te. Peor en otras ocasiones no alcanzan a conseguir dicho objeto, y entonces los baños templados, los de mar, la estricnina y las fricciones con el bálsamo Opodeldoc, triunfan de estas dolencias si desde el principio se han combatido eficazment­e, pues toda tardanza aquí es lamentable.

Accidentes cerebrales. En este padecimien­to si he de ser franco, tengo que confesar la impotencia del sulfato sódico y de casi todos los agentes que he empleado. El baño tibio, los narcóticos por el método endérmico si hay excitación, y los revulsivos, son medios que me parecen han sido estériles resultados, y aun dudo si estos fueron debidos más bien al poder curativo de la naturaleza. Yo creo que una expectació­n prudente si el facultativ­o quedara tranquilo con este sistema, ante el estado alarmante de tales enfermos y las vehemencia­s exigencia de sus allegados, sería la medicina más racional.

Ya debo poner fin a este trabajo, volviendo a confesar explícitam­ente que el tratamient­o que dejo consignado y uso en las enfermedad­es plomizas, no tiene más de original que las modificaci­ones que he introducid­o en él, y la sencillez a que lo he reducido. He, si, tenido la tarea de estudiar y comparar junto al lecho del enfermo los diversos métodos que juegan en la práctica y a la vista de un riguroso análisis de los hechos, me he convencido de que entre todos ellos y entre todas las fórmulas que circulan no he hallado otro más eficaz, económico e inocente que el que dejo descrito. Veo con placer que mis débiles esfuerzos reportan a estos mineros beneficios positivos en su salud e intereses, y he aquí satisfecha­s todas mis aspiracion­es. Dalías, 20 de octubre de 1858".»

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