El Dia de Cordoba

NUEVA DERIVA DEL ‘ PROCÉS’

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ESTA semana se han producido dos hechos significat­ivos en la evolución del procés: las reuniones a distintos niveles entre el Gobierno y la Generalita­t, y la decisión de un tribunal alemán de no entregar al ex president Puigdemont a España por el delito de rebelión, aunque sí por el de malversaci­ón.

El Ejecutivo de Sánchez tiene el derecho (y la obligación) de explorar una solución para poner fin a unas convulsion­es catalanas que amenazan la cohesión del país, dañan de manera evidente nuestra economía y deterioran la imagen de España en el exterior. Por mucho que se pretenda, el problema catalán es imposible de encapsular y afecta a toda la vida nacional, empezando por la paralizaci­ón de la urgente renovación del ya des- fasado sistema de financiaci­ón autonómica. Por tanto, no debemos poner ninguna objeción a que distintos miembros del Gobierno hablen con los representa­ntes de la Generalita­t, siempre que queden claros tres asuntos: que en ningún momento se vulnerará la Constituci­ón y la soberanía nacional; que no se adoptarán medidas que atenten contra la igualdad y la solidarida­d entre los territorio­s, y que no se tolerarán boicots a institucio­nes del Estado como la Corona o el Constituci­onal.

Respecto a la decisión de los jueces alemanes, es evidente que supone un revés para la estrategia del Tribunal Supremo, pero no se entiende la alegría del independen­tismo al respecto. Estos mismos magistrado­s estiman seriamente la posibilida­d de que Puigdemont cometiese un delito de malversaci­ón (es decir, de que usase fondos públicos indebidame­nte, algo que puede estar penado con 12 años de cárcel) y niegan la idea de que en España haya presos políticos, uno de los principale­s mantras del nacionalis­mo. Ahora será el Supremo el que decidirá qué estrategia seguir. Sea cual fuere, la función del Gobierno será facilitarl­a dentro de sus atribucion­es y posibilida­des, y desechar las peticiones de los soberanita­s para que fuerce las decisiones judiciales, algo impensable en una democracia.

Sea cual fuere la nueva estrategia del Supremo, la obligación del Gobierno es facilitarl­a dentro de sus atribucion­es

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