El Periódico Extremadura

El espíritu de Koeman insufla vida al Barça

La agónica eliminator­ia ganada ante el Sevilla ensalza la imagen del entrenador azulgrana

- MARCOS LÓPEZ deportes@extremadur­a.elperiodic­o.com

Acabado el partido, con el billete para la final de la Copa del Rey en la manos, y mientras Messi se dirigía al vestuario descubrió la figura de un sonriente Ronald Koeman, al pie del banquillo. Se detuvo el capitán y se fundió en un sentido y emotivo abrazo con su entrenador. Piqué, al lado de Leo, aguardaba con paciencia que llegara su turno. También quería el central fundirse en otro largo e inacabable abrazo con el técnico, que acababa de vivir la noche más mágica y, a la vez, más silenciosa , huérfano del apoyo de miles de culés, desde que llegó en agosto a empezar a caminar en medio de las ruinas del 2-8 de Lisboa.

El lenguaje corporal que proyectaba­n ambas vacas sagradas simbolizab­a, en realidad, la conexión directa y auténtica con Koeman. Un tipo directo, cuyo mensaje es igual de transparen­te en el vestuario como en la sala de prensa, convertido en el único rostro visible que da una voz creíble y autoridad al relato del Barça, un club que lleva más de cuatro meses sin presidente. Es el espíritu de Koeman. Es el espíritu de Wembley-92 el que cruza cada día la puerta de la ciudad deportiva, donde ha restaurado la cultura del esfuerzo, tomando medidas traumática­s, que afectan por igual a estrellas mundiales (Griezmann, Dembélé en su día) como jóvenes (Pedri, Araujo, Ilaix, Mingueza...) que asoman a la elite.

BRONCA

Primero fueron los abrazos ante las cámaras; después, la bronca en la intimidad del túnel de vestuarios entre jugadores de ambos equipos, que certificó, ya sin testigos ajenos, la vinculació­n que ha tejido Koeman con una plantilla de la que no es autor. Se fueron indignados los futbolista­s del Sevilla con la actuación arbitral, blasfemand­o primero por el penalti no pitado a Lenglet y después por la expulsión de Mingueza que no se dio. Pero, como reveló ayer SER Catalunya, el tono de las acusacione­s aumentó cuando apareció Monchi, el director deportivo del club andaluz, en las entrañas del Camp Nou después de acusar de «llorón» a Koeman el pasado sábado en el Sánchez Pizjuán. Los azulgranas, con Messi al frente, acompañado por Pepe Costa, responsabl­e de la oficina de atención del Barça al jugador, le reprocharo­n a Monchi esas palabras en un tenso cruce verbal.

Pero el compromiso se ve, sobre todo, en el césped, donde Koeman ha conectado a la vieja guardia (el 3-5-2 con el que ha innovado arropa a Busquets, da vuelo a Jordi Alba y tiene en Piqué al «líder», como dijo Koeman, además de hacer sonreír a Messi) con esa pandilla de adolescent­es que inyectan energía a un equipo necesitado de hallar la luz. Aunque sea un pequeño halo como el que encontró en la Copa donde queda retratado el espíritu del entrenador, que ha esperado casi 20 años (era la primera opción de Laporta en el 2003) para ir al banquillo del Camp Nou. Y no quiere moverse de ahí, por mucho ruido electoral que haya vivido.

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Koeman y Piqué se abrazan al final del partido del miércoles.

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