"En el siglo XXI, aún quedan montañas sin explorar"
Tres años después de culminar su proyecto de los catorce ochomiles, Edurne Pasaban afronta retos alpinistas menos ambiciosos, en altura y tiempo.
Apartir de ahora quiero ir a lugares que aúnen montaña, aventura y exploración, quedan muchas montañas sin explorar en la Tierra, ya sean de 6.000 metros o de 1.400, como las de Groenlandia”. Recién llegada de la gran isla ártica, donde Edurne Pasaban ha inaugurado una nueva etapa de su vida alpinista, lejos de los catorce ochomiles que la encumbraron, la deportista vasca sin embargo no puede obviar la actualidad, que vuelve a estar en el Himalaya: 48 horas antes de la entrevista ha fallecido su compañero Juanjo Garra en el Dhalaugiri y al día siguiente se cumplen 60 años de la primera ascensión al Everest de Edmund Hillary y Tensing Norgay.
¿Qué se le pasa por la cabeza cuando muere un colega?
–El Himalaya ha sido muy duro este año. El Himalaya me ha dado a todos mis amigos, ¡a todos!, pero también me los ha quitado. Juanjo ha peleado hasta el final en una cumbre complicada, el Dhalaugiri, que ya se ha llevado a tres amigos más: Pepe Garcés, Santi Sagasta y Ricardo Valencia. Juanjo, que sabía mucho, se ha quedado por una rotura de tobillo, que en otras circunstan- cias no es nada, ha peleado hasta el final. Es difícil asimilarlo.
Se cumplen 60 años de la primera ascensión al Everest de Edmund Hillary y Tensing Norgay en 1953. La suya fue hace doce. ¿Cómo la recuerda?
–El Everest fue mi primer ochomil en 2001 y experimenté satisfacción, pero también decepción. Me imaginaba que cuando hiciéramos cumbre, me abrazaría con mis compañeros, lloraríamos... Pero fue todo muy deprisa. Nos hicimos la foto corriendo y luego quedaba bajar, con una gran sensación de vértigo. Desde entonces el Everest ha cambiado mucho.
¿En qué sentido?
–Ahora hay una gran masificación. Entre abril y mayo, puede haber quinientas y pico perso- nas subiendo, y es un caos. No puede prohibirse ir, pero habría que poner algún control.
¿Cómo está el tema de la basura?
–Está más controlado. Cada expedición tiene la obligación de bajar su propia basura; de hecho tienes que pagar al Gobierno nepalí 3.000 dólares. Te controlan cuántas botellas de oxígeno vas a subir, cuánto gas, etcétera. Y si al regreso no tienes toda esa basura en el campamento base, se quedan con el dinero. En pa- ralelo, el Gobierno nepalí organiza una expedición de limpieza y recoge la basura.
De vez en cuando salta la polémica sobre si un alpinista ha coronado o no cierta cumbre. Fue el caso de la coreana Oh Eun-Sun en el Kangchenjunga y más recientemente de Carlos Pauner en el Shisha Pangma. ¿Cómo se certifica que se ha hecho cumbre?
–En el Himalaya y en la historia del montañismo, la certificación de una montaña primero viene
por la palabra de la persona. Yo no tengo por qué no creer a quien asegura haber subido a una montaña de 8.000 metros. ¿Cómo se certifica? En el Himalaya está Elizabeth Hawley, una señora mayor que de alguna manera certifica los ochomiles, aunque ella no ha subido nunca ninguno, pero es un mito, la jueza. Ella puede opinar y lo que diga va a misa, pero esto no quiere decir que tenga razón. Se certifica primero con tu palabra. Si en una conversación demuestras dudas sobre si has subido o no, levantas sospechas... Yo te puedo decir que cuando subes a una cumbre de 8.000 metros, sabes que estás en la cumbre, porque no hay nada ni delante ni detrás ni arriba. Eres consciente de que estás en lo más alto. Yo nunca he dudado. Primero es tu palabra y luego es una foto, que a día de hoy, si no has sacado ninguna foto de algo en la cumbre –una roca, un montículo...–, parece sospechoso. Además de subir hay que demostrarlo. Dentro de la carrera de los catorce ochomiles, y más si estás terminándola, tienes que justificarlo. En el caso de la coreana la foto que presentó estaba hecha 200 metros por debajo de la cumbre. Tuvo presiones y su serpa cantó que no habían subido. En el otro caso, por lo que sé, son dudas creadas por él mismo en el Shisha Pangma.
¿Cómo es su vida ahora, tres años después de coronar los catorce ochomiles?
–Al principio me daba mucho vértigo terminar los catorce ochomiles, un proyecto de tantos años. ¿Qué voy a hacer?, pensaba. En el mundo de la montaña me cuesta encontrar retos que me llenen tanto como una cumbre de 8.000 metros. Las cosas que hago son más pequeñas no solo en altura, también en tiempo: las expediciones son más cortas, pero encuentro satisfacción paralela en mi día a día, mi vida está bastante llena, es más normal. Me dedico mucho al mundo de las conferencias y el coaching empresarial, que me produce satisfacción. Estoy creando una agencia de viajes para hacer trekking por el Pirineo y Euskadi. España tiene un gran potencial que hemos de enseñar fuera. Estos proyectos me motivan mucho y consiguen que sea feliz, porque no era fácil, ¿eh? Cuando alguien termina una carrera tan potente como la que tenía yo, da mucho miedo.
¿Qué retos alpinistas tiene después de Groenlandia?
–Aunque parezca mentira en el siglo XXI aún quedan montañas vírgenes, ha habido países muy cerrados que no dejaban entrar, como Tíbet o Afganistán, donde quedan montañas sin explorar. Para octubre queremos ir al Tíbet, donde todavía existen unas doscientas y pico montañas no exploradas o a donde ha subido muy poca gente, de 6.000 metros. Además el avance en tecnología y materiales permite abordar retos mayores, como exploraciones invernales o en solitario. Tengo muchas ideas en la cabeza...
EDURNE PASABAN
(Tolosa, 1973) es la primera mujer que ha completado la ascensión a los catorce ochomiles. Culminó su gesta el 17 de mayo de 2010, tras coronar el Shisha Pangma. Ha escrito dos libros: Catorce veces ocho mil
Objetivo: confianza.